No sabes
con la clase de gente con la que estás tratando
Este año, como muchos saben, se está conmemorando los 50 años de la invasión
soviética a Checoslovaquia.
Una de tantas consecuencias de la guerra fría, y una muy importante, es que
los grandes poderes nunca piensan en los pueblos y en los que ellos quieren, o
al menos no en otros pueblos que no sean los de ellos.
Es curioso que en Cuba, aun en este 2018, todavía no se hayan transmitido
en ningún medio oficial la caída del muro de Berlín, y mucho menos aun la
entrada de los tanques rusos en Praga y en Budapest, ni tan poco lo que sucedió
en la Plaza Tian An Meng de China. En teoría el socialismo no debe cometer esos
errores y si se cometen de ellos no se hablan. Y deberíamos hablar sobre los
errores para no cometerlos nuevamente, pero entre todos, sin subestimar la
capacidad de análisis de los pueblos.
Pero para ser justos, el año 1968, sobre todo en el mes de mayo, fue un año complicado para todo el mundo de
las potencias. Hubo revueltas en Paris, en Estados Unidos contra la guerra de
Viet Nam, en toda América Latina, entre las más recordadas están las de Méjico.
Pero también en Europa oriental. Pero allí todo vino desde el poder y no al
revés como en Europa occidental. Se le conoce como la Primavera de Praga. He
decidido escribir sobre algunas moralejas de esa historia y que a los que les
fascina el tema de la política inteligente le resultará interesante.
Es curioso que aun en épocas del bloque oriental o comunista se mantuvo
como un país próspero. Y digo se mantuvo porque realmente siempre lo fueron, no
importa a que imperio pertenecieran. A diferencia del resto de los países del
este los checos podían jactarse de ser un país industrial y ser considerados
como una locomotora en el tren del bloque. Estaba a nivel de Bélgica, Holanda,
e incluso Alemania y con una renta igual a la de Austria.
Lo delicado de Checoslovaquia era que, salvo Alemania Oriental, era el país
con más fronteras con el mundo occidental. Así que perteneciendo al bloque del
Este estaba permeado con el modo de vida de vida capitalista que se fue
levantando en los años 1950s y 1960s. Para los rusos, y Stalin en particular
esta era la perla de la corona pues les había
tocado la parte más pobre de Europa en la repartición post guerra, a diferencia
de la zona de influencia americana que tenía países como Francia, Bélgica,
Holanda, Dinamarca, la parte más rica de Alemania, etc.
Entonces los rusos decidieron convertir a Checoslovaquia y Alemania del
Este en las vitrinas del socialismo, pero con sus reglas: imposibilidad de
viajar al extranjero, economía planificada a nivel central, censura, etc. Y
sobre todo la colocación de militantes del partido en los puestos de dirección
de la economía, personas que eran burócratas más que economistas. Pero eran
confiables. Y sucedió lo inevitable cuando todo se planifica hasta el mínimo
detalle y es que un país con una economía diversificada se concentró en una
sola línea de producción para colocarla en otros países del bloque. Una década
después ya había una gran crisis.
Y los checos de aquel momento, 20 años después, aun siendo comunistas
decidieron hacer reformas pues comenzaron a notar las escaseces, las colas por
alimentos, etc., típicas del sistema socialista y sobre todo notaron que su
estándar de vida comparable a la de sus vecinos había bajado muchísimo. Esas
reformas que pretendían reanimar la economía fueron seguidas por reformas de
carácter político. Primero obligaron al jefe del partido comunista a
renunciar con la excusa de que ya era
mayor y en su lugar colocaron a Dubceck 20 años más joven. Su idea era crear un
nuevo modelo de socialismo democrático adaptado a las peculiaridades de
Checoslovaquia. Todo bien hasta allí, solo que por primera vez se hicieron realidad
las palabras de democracia y libertades en el bloque del Este. Libertad de
prensa, libertad de acción, libertad de movimiento, libertad de asociación,
etc. Es decir, un socialismo de rostro humano. Y allí fue donde saltaron las
alarmas dentro de la nomenclatura soviética. Para ellos era absolutamente
intolerable. Leoni Breshnev le hizo llegar a Dubceck un mensaje: no
sabes con la clase de gente con la que estás tratando (refiriéndose al propio pueblo checo).
Y eso es precisamente lo que sucedió cuando las reformas fueron
implementadas y llegaron al pueblo. Los antiguos partidos políticos se
comenzaron a reorganizar, la gente discutía de política abiertamente por las
calles, se hablaba de la economía de mercado, de la iniciativa privada.
Hubo un periodista que publicó un manifiesto que se puede aplicar a
cualquier país en crisis, pero que suponía no sucediera en un país socialista: “la
mayoría ha perdido el interés en los asuntos públicos, solo se preocupan de
ellos mismos y de su dinero, y en las condiciones en que se vive ya no se puede
confiar ni en el dinero, nadie disfruta trabajando, el país ha alcanzado un
punto en que tanto su salud espiritual como su salud material han sido
arruinados.”
Se organizó una operación de castigo con más de 10 000 tanques del Pacto de
Varsovia que aplastaron las reformas.
¿Por qué hablo de todo esto? Pues cuando vamos a la historia en detalle en
la Cuba de hoy está sucediendo lo mismo que sucedió en la entonces Checoslovaquia.
Hay un nuevo líder que se ha dado cuenta de los serios problemas estructurales
de la economía y la sociedad cubana. Ha comenzado a hacer las reformas,
tendremos una nueva constitución que inevitablemente provocará cambios en las
leyes hasta ahora existentes, en otras palabras muchos yugos caerán. Sean económicos,
políticos o sociales.
Es sabido que las revueltas en el mundo capitalista son frecuentes, pero
pocas veces logran grandes cambios. Allí salen del seno del pueblo y el pueblo
en los países capitalistas usualmente en los últimos tiempos aspira a vivir
como los ricos. Eso es lo que ellos llaman igualdad. Todos derrochando y cargándose
al planeta. Es incluso la aspiración de muchos cubanos: the american way of
life.
En los países comunistas los cambios en su mayoría han salido de los
dirigentes y de los mismos partidos comunistas. Otro día hablo de esto con más
calma, del por qué funciona de esa manera. La cuestión es que usualmente los
militares y los comunistas más ortodoxos fueron los encargados de intervenir
para evitar una gran desgracia: la vuelta al capitalismo.
Y cuando no eran lo suficientemente fuertes entonces los soviéticos, o los chinos,
intervenían militarmente como “muestra de solidaridad entre el proletariado mundial”. Pero, ¿qué pasa desde
que ya no existe la Unión Soviética y la China comunista?
Esa repuesta la tuvieron en Europa del este a solo dos días después que
desapareciera la URSS, y la tenemos en Viet Nam y Mongolia en Asia. Pues nada,
todos alegremente a precipitarse poco a poco unas veces, y otras con una alegría
desbordante dentro de la sociedad de consumo y el capitalismo global, pero también
dentro de ciertas libertades que el socialismo cree como enemigas del sistema.
Cuba aguarda.
Si se fijan en los detalles la historia de Cuba va repitiendo el esquema lógico
y funcional del sistema que comprende su ineficiencia y relativa impopularidad
de algunos aspectos de la vida que cada año se tornan más importantes a medida
que el gobierno es incapaz de resolver, sean por motivos reales como el bloqueo
americano o irreales como el bloqueo americano (no me contradigo). Solo que
esta vez no hay URSS y sus tanques, no hay latas de carne en conserva rusas
para paliar los problemas de alimentación como se hizo en el 1980, ni tampoco
imperio alternativo con quien aparearse, literalmente dicho.
Los cubanos, habitantes de una isla sin recursos naturales y donde la gran
ventaja de la posición geográfica de otros tiempos es ya irrelevante ante un
mundo intercomunicado más allá de la geografía, dan por sentado los derechos a
la educación y la salud a todos los niveles en un continente donde más del 50 %
de la población carece de ellos. Entonces se quieren cambios profundos, pero
supongo que otra parte del pueblo no los quiere de esa manera radical. Para
ellos, que también forman parte del pueblo de Cuba, es un coqueteo peligroso con el capitalismo
que no están dispuestos a tolerar porque
los que ellos consideran unos artistas traidores, o burócratas
incompetentes, o jóvenes malcriados y aburguesados de la Habana quieran
experimentar y jugar con una realidad como si fuera una realidad virtual que se
puede resetear si algo sale mal. Según ellos, esos errores son costosos e
irreversibles al menos en mucho tiempo.
Ellos, esa otra parte del pueblo que no es poca como a veces tratan de
hacernos creer desde afuera de Cuba son el ejército en su mayoría, la policía
en su mayoría, y mínimamente la mitad del país. Con sus posibles excepciones
ellos son los que tienen las armas, y el poder real.
Entonces estamos ante un panorama delicado. Quien haga el primer movimiento
descuidado puede generar un tsunami que de seguro llegará a las costas del
poderoso vecino del norte que durante décadas ha estado esperando una
oportunidad. Y ya saben, ni las bombas, ni las balas tienen nombre. Ya no hay
imperio ruso, pero sus herederos en Cuba existen y por otro lado hay muchas
ganas de eliminar un ejemplo (bueno o malo se los dejo a su consideración) que
ha ocasionado grandes movimientos políticos en al menos tres continentes.
Veremos cómo continúa ese juego de la inteligencia y los principios
políticos.
cubangel@gmail.com
maestro y guia local en la Habana.