viernes, 25 de octubre de 2019

UNA NARANJA


Hace algunos años trabajé con un médico checo que visitaba La Habana para un congreso. Fueron unos días muy interesantes, su curiosidad parecía infinita, y las preguntas surgían de manera natural.
Hay que tener en cuenta que hacía muy poco que su país se había fragmentado en dos, que su infancia y juventud había sido bajo una sociedad socialista y tenía valores y consideraciones muy parecidos a los de Cuba y los cubanos en cuanto a la forma de ver la realidad geopolítica.
En ese momento era el rector de la facultad de medicina de uno de los Emiratos Árabes. Sí, de uno de esos países riquísimos con grandes torres de cristal, petróleo en cantidades exorbitantes y riquezas incontables. Vivía en uno de los Emiratos (donde se podía beber alcohol en los hoteles) y trabajaba en otro.
Pero de todas sus historias sobre esa nueva realidad que le permitía vivir como un rey hubo una que me quedó en la memoria.
Todos los días llega a la facultad bien temprano y conversa un poco con el personal. Uno de ellos, jefe de seguridad,  recordaba los días en que el Emirato era bien pobre. La distancia que el profesor hacía en menos de una hora en una autopista en su flamante Mercedes Benz a su padre le costaba casi una semana en caravana de camellos. Comían escasamente y la vida era muy difícil en cuanto a enfermedades, el calor del desierto y el olvido del mundo.
El guardia de seguridad le contó que su familia era tan pobre que el regalo de bodas de su padre a su madre fue una naranja. Era algo exótico y caro, o al menos hasta donde su bolsillo podía llegar como regalo especial.
Ahora todo es diferente y abundante gracias al petróleo.
Y esa historia me causó una rara sensación en mi espíritu porque me llamó la atención sobre algo que hacía mucho tiempo no pensaba: hace al menos 4 años que no tengo una bella naranja entre mis manos. Ni una mandarina. Ni una toronja.
Tenemos otras frutas, pero no cítricos, cuando era lo más común de esta vida en una Cuba con suelo fértil. Quizás sea solo yo, así que me lancé a una rápida y corta ronda de preguntas entre los cubanos de a pie que me rodeaban.
De los 15 adultos, 12 estaban en mi misma situación. Otros tres la habían podido pagar, pero de una calidad más bien baja a muy baja. No mencionar la mandarina.
De mis alumnos (promedio de 16 años) 12 la habían comido dos veces en sus vidas, la mayoría la consideran exótica por lo cara.
Hasta el año 1990 eran posiblemente las frutas más consumidas en Cuba. Según me cuentan una empresa de Israel se encargó de los cultivos de cítricos y su exportación. Solo ellos son capaces de producirlos ante los costos de insecticidas y abonos.
Hay un sentimiento contra el que le lucho todos los días de mi vida. Es el sentimiento de abandono, de estar luchando contra un mundo hostil sin posibilidad de ganar. Para mí, ganar significa sentirme libre y confiado, sin presión, la alegría de ser útil y si algo me sucediera tener una sociedad que me proteja y me cuide no importa si no tengo dinero o no tenga salud.
Desde hace unos años el sentimiento de abandono crece, avanza como un cáncer para el alma. Lo que no sé por qué pienso que al igual que para los Emiratos el petróleo, para nosotros el poder volver a tener algo tan sencillo como las naranjas sería un signo de que todo está de vuelta al mundo del triunfo de la razón en este mundo sin sentido, y en Cuba.
Significaría que no hay bloqueo, significaría que hay eficiencia y por lo tanto prosperidad, significaría que ganamos y los errores serian propios y tendríamos a quien reclamar. Y sobre todo sería la vida que retomaría el cause normal.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Cuba, Onda corta - Internet

 Agosto 24,2015

Onda Corta - Internet

Entre las muchas cosas que se comenzaron a debatir mas abiertamente después del comienzo del diálogo entre Cuba y los Estados Unidos es el servicio de internet y el acceso a internet. Según se dice Cuba es uno de los paises con menor cobertura y accesibilidad en todo el mundo . Nadie mejor que  nosotros para saber que esto es así.
Durante muchos años hemos visto llegar las computadoras de mesa, las laptops, los teléfonos celulares y más recientemente hasta televisores con los iconos de decenas de aplicaciones que funcionan o dan acceso a internet. Nosotros en Cuba nos limitábamos a usar el servicio básico de los teléfonos , es decir, llamar y textos por sms. Y soñábamos con algún día poder tener en casa el contacto con el mundo a la manera del siglo XXI.
Llegó a ser algo tan al parecer difícil o imposible de alcanzar que se asociaba al cambio de gobierno. Pero las cosas fueron cambiando poco a poco. Ya al menos el gobierno había interiorizado la idea de que se consideraba el acceso a internet un derecho humano , y que incluso para pertenecer a organizaciones de matiz revolucionario, de izquierda o progresista era indispensable garantizar el servicio.
Se planificó tender un cable conectando países del Caribe ante la imposibilidad por el embargo americano de poder acceder la red alrededor de Cuba. Pero incluso una vez instalado el cable de la esperanza parecía que para Cuba no era posible o deseable. Se sabia que ya los otros países del área suban el cable, pero Cuba no. Al menos no para internet.
Y entonces todas las noticias de diciembre 17 pasado que parece haber precipitado ala decisión del gobierno de dar acceso wifi en algunos puntos de la ciudad. Un servicio aun caro, pero ya saben , un vistazo al mundo de afuera por 2 cuc la hora vale la pena.
Sobre todo si en ese otro mundo fuera de la isla están fuera los seres mas queridos y emigrados. El ver a cientos de personas absortas, llorosas, expectantes en fila en un tramos de 300 metros o en un parque es argumento más que suficiente para hacer un ataque frontal y terminar de ponernos en el mundo real del siglo en que vivimos.
Hay razones mas pragmáticas , pero la dejamos para otro momento.
Pero la pregunta es: ¿por qué tanta demora para tomar la acción?
Y me vino a la mente una experiencia personal:
ONDA CORTA
Durante Los años de mi infancia siempre vivimos limitados a pequeños apartamentos o espacios. Pero un día eso cambió y coincidió con mi entrada en el preuniversitario. Ese curso las clases del primer año eran la tarde. Así que mis padres se levantaban temprano para ir al trabajo y me dejaban desayunando. Después de hacer las tareas no había mucho que hacer. Pero en ese comienzo habían muchas cosas nuevas. Una casa grande, no tanto en verdad, pero un palacio para mi entonces. Entre las cosas "nuevas" había un radio tocadiscos CROWN de príncipios de los 1970. Siempre estuvo guardado debajo de la cama matrimonial por la falta de espacio.
Entonces, en nuestra nueva casa, en mi cuarto, al lado de la cama estaba el radio. Al principio lo escuchaba por la onda media , pero un día descubrí unas letras en el botón: SW.
Short wave, Onda Corta.
¿Qué era? Un misterio.un mundo desconocido que sin duda me decidí a explorar.
Sentado en el borde de la cama le di vuelta al botón, y fui moviendo el dial. Una tras otra fueron escuchándose voces de un mundo que no sabia que existía.
La Voz de las Américas, la BBC, Deutchebelle, Radio Netherland, Radio Nacional de España, e  incluso Radio Moscú .
Sentado allí sin moverme aparecían nuevos mundos, con muchos problemas, pero también con muchos éxitos . Llantos y risas, triunfos en la economía, el surgimiento de nuevos tendencias, alegrías, viajes, debates políticos, verdades que se desocultaban .
Y allí, detrás de ese muro que nacía en Berlín y que volviéndose inmaterial llegaba hasta Cuba estaba yo, sentado al borde de mi cama, despertando a una nueva realidad. Y sin poder la compartir, sin poder preguntar mis dudas e interrogantes pues sería señalado y posiblemente no hubiera podido tener una carrera universitaria por 'diversionismo ideológico '
Pero lo que mas recuerdo fue ese primer día, cuando casi al mediodía apague el radio y no podía levantarme del borde de la cama. Un sentimiento nuevo crecía en mi pecho, una sensación de liberación, algo incomprensible para mis 16 años. De repente todo eso se volvieron palabras: ¡lo sabia¡ !lo sabia!
 y efectivamente, el mundo no podía ser tan gris, ni tan malo, tenían que haber hombres buenos en todas partes y las cosas y acontecimientos podían tener múltiples interpretaciones. De alguna manera intuía que me engañaban aunque fuera por omisión negándome la posibilidad de conocer no solo algunas verdades, sino también el poder pensar por mi mismo.
Al pasar el tiempo aprendí a hacerlo. Y saqué mis propias conclusiones. . .y me busqué unos problemas enormes.

Entonces para mi generación la onda corta fue el equivalente de internet para los de estos tiempos. Y por supuesto será un reto para los negados al desarrollo, para los dogmáticos, para los extremistas el poder mantener criterios de 60 años.
No todo ha estado mal, pero de seguro, el principal error es seguir considerando que no seremos capaces de pensar por nosotros mismos y negarnos a marchar a la par del mundo cuando tiene que ser y no años después de que todo haya acabado y sea demasiado tarde.

Humberto, Guide & Teacher in Havana Whatsapp direct 

domingo, 18 de agosto de 2019

Estereotipos

Para el visitante de la Habana de hoy en día es la capital de Cuba una verdadera sorpresa. Para los guajiros es siempre la ciudad soñada, la Meca de Cuba, con todo lo que esto pudiera significar. Para los extranjeros, sean estos turistas o no ,la Habana puede significar mucho o poco, pero ciertamente no deja indiferente a ninguno de ellos.

He escuchado todo tipo de expresiones de admiración, de desconsuelo, de decepción, y de los que la conocieron en otros tiempos, de indignación. Para mi la Habana ha sido siempre igual. Ya la conocí sin grandes anuncios lumínicos, incluso nací en medio de una temporada de apagones, que como las de huracanes , regresan irremediablemente. La conocí con las fachadas de cada casa y edificio despintadas, descascaradas. Las calles llenas de huecos,los grandes almacenes desabastecidos, y en fin, con todos los problemas que tan presente se manifiestan. Para nada la Habana de Eusebio Leal (¿Dónde estaría trabajando por aquel entonces?

Un poco pensaban los capitalinos de entonces que ya estaba todo perdido y un aire de resignación mezclado con la certeza de que en todo el mundo las cosas estaban mas o menos igual reinaba en el ambiente. Pero también la Habana, en realidad toda Cuba, no tan solo era muy diferente a la Habana capitalista de principios del siglo XX sino también, y se puede decir que principalmente, de la Habana de hoy.

Si tuviera que resumir con alguna expresión, la impresión de la Habana de mi infancia sería la tranquilidad, la despreocupación. Eso para mi en aquel entonces. Porque desde el presente puedo ampliar la perspectiva: la tranquilidad que brindaba la ignorancia.

Ya hoy La Habana se lanza en una carrera contra reloj para sobrevivir. Luchamos contra todos los elementos posibles: la decidia, el tiempo, los huracanes, el mar, el mal gusto . Estamos en esta carrera para salvarnos a nosotros mismos, pues sin ella y sus memorias no tendremos futuro.