miércoles, 23 de noviembre de 2022

EL VIAJE.

Si hay algo que queda claro cuando se visita Cuba es que hay pocas cosas más importantes que hacer un viaje para un cubano de hoy en día. Y algunos solo necesitan una oportunidad. El viaje de ida.

Si hay algo que por otro lado no nos queda claro a todos los cubanos es que las personas que vienen a Cuba pocas veces se les ha regalado su dinero, usualmente lo han luchado, los han trabajado fuerte o al menos lo han pensado muy bien. Desde aquí todo parece fácil.

La motivación principal del viaje de los cubanos hoy en día es la compra y el paseo por el capitalismo. No importa el país, casi todo el tiempo se pasa entre tiendas, restaurantes, hoteles y si hay algún viaje entre ciudad y ciudad entonces se conoce algo del país. Casi nadie va a museos o recorre la ciudad admirando la arquitectura. No es extrañar que muy pronto comiencen a merodear los pensamientos de quedarse a vivir allí “donde todo funciona y hay de todo”. Y además se puede pedir ayuda para establecerse y a los cubanos generalmente se las otorgan.

Debido a mi trabajo haciendo recorridos de ciudad y con el turismo, he conocido algunas personas maravillosas y de corazón enorme que se han convertido en amigos. Y ellos siempre han insistido mucho en invitarme a sus casas y prometido un viaje de ensueño.

Pero tengo razones, propias, para quedar en espera y no correr detrás de esas propuestas:

. los costos. Todo es cada vez más caro, y yo no puedo aportar un centavo, literalmente. ¿Creen que es una posición cómoda para mí y justa para la otra persona?

Todo: comida, alojamiento, paseos, posibles compras si las hubiera, todo sería a costa de la otra persona. Esa dependencia del dinero ajeno es difícil de llevar. Al menos para mí. 

Pero todo el proceso comenzaría mucho tiempo antes. El proceso de viajar para un cubano es engorroso y muchas veces humillante. El costo de un pasaporte es de 100 dólares o euros que no tengo, e incluso si me lo enviaran seria casi doloroso porque nunca hay garantía de que se obtendría la visa.

En otro blog usé la frase que a los cubanos se les quiere, pero lejos. Los requisitos son casi insalvables de manera honesta (por lo tanto nos obligan a mentir para lograr el sueño), hay que tener cuentas bancarias en miles de euros o dólares, o ahora su equivalente en pesos cubanos, que para un ciudadano honesto es casi imposible de obtener. Recuerden que soy maestro. 

Y al final, aun cumpliendo los requisitos perfectamente, te pueden rechazar. No hay garantías porque todos somos posibles emigrantes en la lógica primer mundista. 

Pero imaginemos que logre viajar a Europa, o a Estados Unidos, o a Méjico. Paso unos días maravillosos, disfruto lo que para mí serían manjares, recibo regalos, conozco personas interesantes y todas muy amables, me sumerjo en paisajes nevados o de montañas, visito museos que nunca imaginé que visitaría, mi mente estaría relajada sin pensar en el sustento o el miedo a tantas cosas.

Y llega el día del regreso, el regreso a lo que ustedes saben que es mi mundo de escases y problemas tan sencillos y complejos como numerosos. Regreso con toda esa belleza en los ojos, con toda esa paz en el corazón, y diciéndome una y otra vez que todo va a estar bien.

Eso lo he visto muchas veces, y sé que no funciona. Es como un virus que infesta el espíritu y no te deja vivir. No importa si tienes familia o no, la suerte está echada, las locuras se cometerán: se venderán las casas para poder pagar a coyotes o a funcionarios de embajadas o para tener las cuentas bancarias. Se renunciará a amigos y familia, lo importante es irnos detrás de ese sueño maravilloso que vivimos por un mes o dos. Nos presentaremos en las oficinas de esos países y denigraremos a nuestra patria, a nuestras ideas, a todo lo que pueda ser ensuciado con tal de tener ese sueño convertido en realidad permanente.

Y eso si se logra.

Pero imaginen que no y entonces la pesadilla y el sueño conviviendo juntos, luchando día a día. Es como la bipolaridad. Pasaran los días y a medida que desaparecen los sabores del paladar, los perfumes del olfato, las imágenes y paisajes de la vista, todo aumenta en la mente, se agiganta y te va aplastando. Y la paz se convertirá en una palabra hueca.

GRACIAS de todo corazón a los que quieren regalarme algo tan especial, por la bondad y la amistad. Es un regalo especial y ya me tienen ganado por siempre. Quizás este' complicando algo demasiado simple.


lunes, 14 de noviembre de 2022

EL VEDADO, UN BARRIO DE LA HABANA

 La venta de terrenos fue lenta en El Vedado, una zona que comenzó a urbanizarse a partir de 1858. Hacia 1870 existían solo unas veinte viviendas, casi todas en las calles Línea y Calzada. Se dice que los primeros vecinos de la localidad fueron el Conde de Pozos Dulces y su familia, propietarios por otra parte de la finca El Vedado. Habitaron los Pozos Dulces una típica casona criolla que se localizaba entre las calles 11, 13, C y D para trasladarse después para Línea esquina a D, en el mismo espacio que ocupa el edificio Montes.


El doctor Antonio González Curquejo fue otro de los pioneros de la barriada. En 1880 construyó en la esquina de Línea y B la residencia que ocuparía junto con los suyos -y que se conserva, muy maltratada y venida a menos- y por B edificaría otras dos casas destinadas al alquiler.


Fue el propio González Curquejo quien dejó constancia de cómo era El Vedado en 1879 y esbozó la lista de sus fundadores. Menciona, entre ellos, a los hermanos José y Cirilo Yarini, médico muy famoso el primero, establecido en Línea y C, en tanto que el otro, con domicilio en Línea y 6, sería uno de los introductores de la estomatología moderna en la isla; tíos ambos del célebre chulo Alberto Yarini.


¿Comercios? En Calzada entre Paseo y 2 estuvo la botica del doctor Bueno, quizás más antigua de El Vedado, y en Línea y D estaba el kiosco de Don Salvador, con su expendio de zambumbia, agua de Loja, horchata, agua de cebada… En 1883 se inauguró, en Calzada esquina a 2, el Salón Trotcha, complementado posteriormente por un cuerpo de madera que se destinó a hotel, y que no solo era muy apreciado como establecimiento hotelero, sino por sus bellísimos jardines.


Entre los cinematógrafos de la barriada estaba la sala Vedado, en Calzada y Paseo. Cine de categoría de a 20 centavos la papeleta, con sillas de tijera que el público movía a su antojo en la platea y con palcos que eran alquilados por las familias. El cine Gris, en E entre 17 y 19, de menor rango, disponía de una tertulia ruidosa y alegre. El cine-teatro Trianon fue, en la década de 1920, uno de lo principales de la capital, y el teatro Auditórium, hoy Amadeo Roldán, en Calzada y D, se inauguró el 28 de diciembre de 1928, con la asistencia del presidente Gerardo Machado que acudió en compañía de toda su familia. Era propiedad de la Sociedad Pro-Arte Musical y dispuso de 2 600 asientos y 24 palcos.


Hacia 1895 hubo un notable desarrollo en “el simpático caserío de El Vedado”, como le llama en una de sus crónicas el poeta Julián del Casal. La cercanía del mar hizo que el reparto cobrara relevancia. En la línea de la costa, desde G hasta 6, se establecieron hacia 1864 varios balnearios. La calle E fue conocida popularmente con el nombre de Baños porque llevaba a las pocetas del balneario El Progreso.

Otro de esos establecimientos, Las Playas, se situaba al final de la calle D, mientras los baños de Carneado se hallaban en lo que hoy sería Malecón y Paseo. La gente se bañaba entonces en lo que se llamaba pocetas de ahogado, que se aprovechaban de la disposición de las rocas o se cavaban artificialmente en ellas. Las había pequeñas, con locales reservados para la familia, y otras, muy amplias, en la que se bañaban, por separado, hombres y mujeres.

El dueño de El Progreso hizo un negocio redondo. Construyó una gran nave para sus pocetas, y en el techo de esa nave habilitó catorce apartamentos dotados de sala-comedor, dos habitaciones y servicios, que alquilaba por cien pesos mensuales, y en Tercera entre B y C edificó varias casas de madera, pequeñas, destinadas también al alquiler durante la temporada veraniega. Sin contar que el derecho al baño de mar costaba 50 centavos. Esos baños -había otros como El Encanto, El Océano- desaparecieron con la ampliación del Malecón, desde la calle G y hasta el río Almendares, en los años 50. Fue demolido entonces el Palacio de Convenciones y Deportes, en Paseo y Mar, para ser sustituido por la Ciudad Deportiva.

Tras el fin de la Guerra de Independencia, en 1898, y la instauración de la República, en 1902, El Vedado adquirió un auge inusitado. Los ricos de abolengo abandonan la atestada y ruidosa Habana Vieja y compran terrenos y construyen en la barriada. Lo hacen también los nuevos ricos y no pocos altos oficiales del Ejército Libertador que cobran sus haberes. Residencias de todos los tamaños, lujos y estilos surgieron por doquier.


Se pobló no solo la parte baja, aledaña al mar, sino también la zona de la  loma, desde la calle Loma hacia el sur. Se pavimentaba la calle 17 y la Havana Electric acometía el tendido eléctrico para extender el tranvía hasta La Chorrera. El Paseo del Prado y la barriada del Cerro quedaban definitivamente desplazados por la gente de mayores recursos.

No tardarían en surgirle rivales a El Vedado con los repartos del oeste de La Habana, al otro lado del Almendares, donde terminarían avecindándose los más ricos. Ya en 1910 la propaganda afirmaba: “Cualquiera puede decir: Yo vivo en El Vedado. Pero no todos pueden decir: Yo vivo en el Country Club”. Muchas regias mansiones de antaño, abandonadas por sus dueños, se convirtieron en colegios, oficinas cuarterías, casas de salud… Quedaron entonces en El Vedado los más tradicionalistas, aunque también algunos ricos como los Gelats, en 17 y H, los Falla Bonet, en 17 e I, los González de Mendoza, en B y 13...

Aún así, El Vedado es uno de los grandes logros del urbanismo contemporáneo, con sus parques, áreas verdes y sus bodegas de esquina.

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EL VIAJE










viernes, 11 de noviembre de 2022

EL JARDIN Y LA JUNGLA I

 Josep Borrell, un alto funcionario de la UE (Unión Europea) ha dicho que Europa es como un maravilloso jardín francés y el resto del mundo es una jungla, habitadas por gente hostil y salvaje de la cual Europa debe protegerse sin escatimar en recursos.

Quizás lo haya dicho con otras palabras, pero esa es la esencia.

Inmediatamente se han levantado tantas voces que ha tenido que disculparse por sus palabras.

Analicemos.

En cuanto a que Europa es un jardín no cabe duda de que lo es en su mayoría. No solo figurativamente. En general es un continente con buena calidad de vida, una vida estructurada por leyes, comunidad científica poderosa, desarrollo de las artes y hacia donde muchos miran con deseos de vivir en ella. Entonces esa una gran verdad.

En cuanto a que el resto del mundo sea una jungla, también en su mayoría lo es. Continentes empobrecidos, guerras civiles, corrupción, narcotráfico a niveles inimaginables, grandes desastres ecológicos y un largo rosario de problemas que hacen que la población, muchas veces por cientos de miles , se encamine hacia el jardín.

Esa es otra verdad. En general el tercer mundo (y a veces el primero fuera de Europa) es violento e inseguro para sus habitantes.

Aquí las preguntas (intercambiables) son:

¿Cómo se construyó el jardín? ¿Quiénes lo construyeron? ¿Qué métodos usaron para construirlo y ahora mantenerlo?

¿Fue la jungla siempre una jungla y como llegó a serla? ¿Qué o quienes contribuyeron a que continentes enteros se convirtieran en lugares inseguros y atrasados?

Supongo que sean las respuestas lo que hagan la diferencia.

La Habana. Noviembre 2022

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Habana, Noviembre 14, 2022

 Cuba da la impresión de que colapsa o casi ante el peso de la Historia. No hablaré desde el punto de vista político, sino de la realidad. Cada uno de nosotros tenemos nuestros argumentos y razones para defender un sistema o criticarlo, pero de eso no escribiré.

Describiré lo que ven mis ojos y siente mi alma. Seré breve.

Ya desde antes de la pandemia la mayor parte del país colapsaba. Las escuelas, los hospitales, las calles, casi todo excepto los hoteles y supongo que estos resistían por el capital extranjero.

Cada año un  huracán deja miles de casas sin techo y gente que lo pierde todo... por enésima vez. Edificios de cinco plantas que demoran veinte años en construirse y por lo tanto, ciudades que colapsan más rápido que lo que se construye genera miles de problemas humanos cada año.

Pero de alguna manera mi Habana, la que yo vivo, la del centro,  resistía. Jardines, avenidas, mansiones, edificios altos, agua y electricidad constante, el mar.

Llegó Trump, que los cubanos llamamos “la coyuntura” o “segundo periodo especial” y La Habana también comenzó a caer bajo su peso de dos millones de residentes, de los cuales casi un millón viviendo en condiciones muy malas.

Y después llegó la pandemia. Alguien dijo durante esos años que finalmente los gobiernos nos tenían donde siempre habían querido tenernos: encerrados en nuestras casas y en nuestros miedos. Fue un mazazo casi mortal en sí mismo, imaginen eso combinado con reforma monetaria e hiperinflación resultante.

Se fue la pandemia y ahora estoy sentado en una avenida preciosa y desierta. A las diez de la noche la ciudad se vacía, digamos que secuela de la pandemia y de la crisis económica. Pequeños negocios tratan de reabrir, pero no hay dinero para disfrutarlos. Por primera vez en décadas ir a un hotel a comer resulta más barato que a un pequeño restaurante. Estoy sentado en una avenida que termina en el mar, en picada va descendiendo y desde mediados ya se ve el mar con sus olas alborotadas por un huracán que golpea el norte de la Florida, en Estados Unidos. No hay nadie, abro mi mochila, saco una copa y una botella de vino a la que todavía le queda la mitad. Y yo que nunca he bebido comienzo a tomar sorbos mientras la tristeza, que ya llenaba mi corazón, me sale por los poros, por los ojos, por el aliento y los oídos, y cayendo sobre el pavimento, va corriendo avenida abajo hacia el malecón.

Estoy frente al edificio que siempre he querido vivir , rodeado de silencio, luces encendidas, pero al mismo tiempo sombrías. Nadie. Tenía la esperanza de que alguien al menos estuviera vagando en una ciudad ya abierta, pero no sucedió.

A medianoche regreso a casa. En unas cuatro horas comenzaran a salir las ratas humanas que han secuestrado el aliento del cubano. Traficantes de alimentos, profesionales que han preferido especular con medicamentos y comida que continuar ayudando con sus profesiones, revendedores de gasolina, los corruptos y los que corrompen. Casi en casa un grupo de personas en un portal se despiden, es obvio, maletas y muchas lágrimas. Posiblemente uno de esos tantos que se marchan de Cuba con un poco de esperanza en otra vida, otro mundo que también, por demás, ha sido secuestrado por otras ratas humanas que hablan con otros acentos, pero donde nos dicen que aún queda espacio para. . . en fin, para llenar ese espacio entre pecho y espalda.

Cada día nos levantamos con el pensamiento de que nos llegarán buenas noticias, pero como con las gotas de rocío, la luz del sol disipa los pensamientos y nos muestra la realidad.

No obstante, la esperanza siempre está viva.


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