viernes, 11 de noviembre de 2022

Habana, Noviembre 14, 2022

 Cuba da la impresión de que colapsa o casi ante el peso de la Historia. No hablaré desde el punto de vista político, sino de la realidad. Cada uno de nosotros tenemos nuestros argumentos y razones para defender un sistema o criticarlo, pero de eso no escribiré.

Describiré lo que ven mis ojos y siente mi alma. Seré breve.

Ya desde antes de la pandemia la mayor parte del país colapsaba. Las escuelas, los hospitales, las calles, casi todo excepto los hoteles y supongo que estos resistían por el capital extranjero.

Cada año un  huracán deja miles de casas sin techo y gente que lo pierde todo... por enésima vez. Edificios de cinco plantas que demoran veinte años en construirse y por lo tanto, ciudades que colapsan más rápido que lo que se construye genera miles de problemas humanos cada año.

Pero de alguna manera mi Habana, la que yo vivo, la del centro,  resistía. Jardines, avenidas, mansiones, edificios altos, agua y electricidad constante, el mar.

Llegó Trump, que los cubanos llamamos “la coyuntura” o “segundo periodo especial” y La Habana también comenzó a caer bajo su peso de dos millones de residentes, de los cuales casi un millón viviendo en condiciones muy malas.

Y después llegó la pandemia. Alguien dijo durante esos años que finalmente los gobiernos nos tenían donde siempre habían querido tenernos: encerrados en nuestras casas y en nuestros miedos. Fue un mazazo casi mortal en sí mismo, imaginen eso combinado con reforma monetaria e hiperinflación resultante.

Se fue la pandemia y ahora estoy sentado en una avenida preciosa y desierta. A las diez de la noche la ciudad se vacía, digamos que secuela de la pandemia y de la crisis económica. Pequeños negocios tratan de reabrir, pero no hay dinero para disfrutarlos. Por primera vez en décadas ir a un hotel a comer resulta más barato que a un pequeño restaurante. Estoy sentado en una avenida que termina en el mar, en picada va descendiendo y desde mediados ya se ve el mar con sus olas alborotadas por un huracán que golpea el norte de la Florida, en Estados Unidos. No hay nadie, abro mi mochila, saco una copa y una botella de vino a la que todavía le queda la mitad. Y yo que nunca he bebido comienzo a tomar sorbos mientras la tristeza, que ya llenaba mi corazón, me sale por los poros, por los ojos, por el aliento y los oídos, y cayendo sobre el pavimento, va corriendo avenida abajo hacia el malecón.

Estoy frente al edificio que siempre he querido vivir , rodeado de silencio, luces encendidas, pero al mismo tiempo sombrías. Nadie. Tenía la esperanza de que alguien al menos estuviera vagando en una ciudad ya abierta, pero no sucedió.

A medianoche regreso a casa. En unas cuatro horas comenzaran a salir las ratas humanas que han secuestrado el aliento del cubano. Traficantes de alimentos, profesionales que han preferido especular con medicamentos y comida que continuar ayudando con sus profesiones, revendedores de gasolina, los corruptos y los que corrompen. Casi en casa un grupo de personas en un portal se despiden, es obvio, maletas y muchas lágrimas. Posiblemente uno de esos tantos que se marchan de Cuba con un poco de esperanza en otra vida, otro mundo que también, por demás, ha sido secuestrado por otras ratas humanas que hablan con otros acentos, pero donde nos dicen que aún queda espacio para. . . en fin, para llenar ese espacio entre pecho y espalda.

Cada día nos levantamos con el pensamiento de que nos llegarán buenas noticias, pero como con las gotas de rocío, la luz del sol disipa los pensamientos y nos muestra la realidad.

No obstante, la esperanza siempre está viva.


GUIA DE CIUDAD Y MAESTRO. RECORRIDO DE CIUDAD. HISTORIA, ARTE, SOCIEDAD.

INFORMACION Y RESERVAS AL WHATSSAP: +5352646921


EL VIAJE









No hay comentarios:

Publicar un comentario