Hay libros que todos leemos. Unos por disciplina
cultural. Otros por la fascinación de la lectura. No todos dejan una huella
profunda, ni una enseñanza, a veces solo un recuerdo vago, lejano , que cuando
alguien lo menciona nos permite no pasar “la vergüenza” de parecer incultos.
Pero lo
importante es leer porque nos enseña a pensar, a que personas como yo que
vivimos en una isla, son pobres, y durante mucho tiempo el goce de viajar se
consideraba peligroso por el gobierno podamos transportarnos a otras realidades mas allá de
nuestros ambientes cerrados y tristes.
Hay libros
que no parecen importantes, que son anecdóticos y un dia adquieren un valor
diferente, porque nos recuerdan una verdad, una sensación que de niños nos
horrorizó, por ejemplo.
Aquí les
dejo unos fragmentos del último capítulo de uno de esos libros que hoy en día su
recuerdo me golpeó como un mazazo. Les dejo el suspense del título para el
final, aunque imagino que ya al leer las primeras líneas sabrán a cual me
refiero
“Había sucedido lo que yo y muchos otros podríamos haber previsto …. Los
gérmenes de las enfermedades han atacado a la humanidad desde el comienzo del
mundo, exterminaron a muchos de nuestros antecesores pre humanos desde que se
inició la vida en la Tierra. Pero en virtud de la selección natural de nuestra
especie, la raza humana desarrolló las defensas necesarias para resistirlos. No
sucumbimos sin lucha ante el ataque de los microbios, y por ejemplo muchas de
las bacterias -las que causan la putrefacción en la materia muerta, por
ejemplo- no logran arraigo alguno en nuestros cuerpos vivientes.
. . . Con un billón de muertes ha adquirido el hombre su derecho a vivir en la Tierra y nadie puede disputárselo; no lo habría perdido aunque hubieran sido diez veces más poderosos de lo que eran, pues no en vano viven y mueren los hombres.
. . .Y mientras contemplaba aquella vasta extensión de casas, fábricas e iglesias, silenciosas y abandonadas; mientras pensaba en las esperanzas y esfuerzos, en las vidas que contribuyeron a la construcción de aquel refugio humano y en la terrible amenaza que se cernió sobre todo ello; cuando comprendí que la sombra habíase disipado, que los hombres recorrerían sus calles y que esta vasta ciudad muerta volvería una vez más a la vida, experimenté una emoción que estuvo a punto de arrancar lágrimas de mis ojos.
Había pasado la tempestad. Ese mismo día comenzaría la cura. Los sobrevivientes diseminados por el país -sin líderes, sin ley, sin alimentos, como ovejas sin su pastor-, los miles que huyeran por el mar, emprenderían el regreso; la pulsación de la vida, cada vez más fuerte, volvería a latir en las calles desiertas y a verterse por las plazuelas abandonadas.
Fuera cual fuese la destrucción, habíase ya detenido la mano destructora. Todas las ruinas, los ennegrecidos esqueletos de los edificios, que parecían mirar con desesperación hacia el verdor de la colina, resonarían ahora con los martillazos de los constructores. Al pensar esto tendí las manos hacia el cielo y di las gracias a Dios. En un año, me dije; en un año.
Y luego, con fuerzas aplastadoras, volvió a mi mente la idea de mi situación, el recuerdo de la vida de esperanza y ternura que había cesado para siempre…
LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS
Entonces cuidémonos los unos a los otros, velemos los unos a los otros, juntos podemos, de manera individualista difícilmente.
Entonces cuidémonos los unos a los otros, velemos los unos a los otros, juntos podemos, de manera individualista difícilmente.