martes, 28 de julio de 2020

MIEDO AL HAMBRE (II) ¿CON UN POCO DE HUMOR?


Los españoles tienen entre sus talentos una forma de comunicarse, un sentido del humor, que a los cubanos nos encanta. Quizás porque los tenemos bien cerca en la sangre. Una de las frases que usan, y que nosotros no, es “marcar paquete”. Y aunque no parezca que tiene relación con el nombre de este post, esperen al final y verán.

Después de casi una década viviendo en debates infinitos de si abrir o no el país al turismo, y tras varios intentos fallidos, por fin todo fue saliendo del marasmo. Finalmente en 1998 llegó el primer crucero a Cuba. Pertenecía a la empresa “COSTA”. Italianos con el cuartel general en América nada más y nada menos que en Miami. 

 Los primeros viajes una parada de solo una noche en La Habana. Después una segunda noche en Santiago. Finalmente y por sugerencia de los cruceristas fueron 2-3 noches en la Habana, dos noches en Santiago de Cuba, paradas en diferentes cayos de Cuba y solo 1 noche en Méjico, Islas Caimán y Jamaica. Y lo mejor de todo, después de un año, pidieron llegar a un acuerdo con el gobierno cubano para contratar cubanos.

Hagamos aquí un alto. Hasta donde conozco, cuando la línea COSTA llegó a Cuba la mayoría de sus empleados de hotelería eran filipinos. Según nos enteramos había dos grandes bolsas de trabajo en relación con la marinería , una en Hamburgo y otra en Filipinas. La primera era la mejor en cuanto a contratos ventajosos y usualmente era para marinería, oficiales, ingenieros, etc. Por estar en esta bolsa había que pagar. La segunda bolsa de trabajo, la de Filipinas era de inscripción gratuita, así que mayormente era para servicios y casi toda de gente del tercer mundo. Hagamos entonces el segundo alto. Debido a las condiciones económicas en Filipinas muchos de sus habitantes dejan que sus hijos varones desde muy jóvenes, casi niños, trabajen en embarcaciones de pesca y después en todo tipo de buques. Al ser una mano de obra muy barata son entrenados para trabajar en líneas de cruceros y casi toda su vida laboral la pasan allí. Tanto es así que incluso sus primeras experiencias sexuales en su mayoría sean con personas de su mismo sexo y por lo tanto muchos de ellos se mantienen en esa línea de por vida como algo natural.

Entonces vayamos al grano. La razón por la que los italianos querían contratar a los cubanos era primero por el nivel educacional, segundo porque los tiempos habían cambiado y ya en occidente (incluida America) no les gustaba la actitud dócil y de casi servilismo de los filipinos. Así que nos contrataron poco a poco, fueron preparando personal y entre ellos estuve yo. Recuerdo que una de esas convocatorias nos presentamos 2100 a escoger 36. Serían 20 chicos y 16 chicas. Al final todos éramos profesionales, hablamos mínimamente 3 idiomas ademas del nativo, pero obligatorios inglés, alemán e italiano. Y todo para trabajar de camareros en restaurantes y mesa bufet.

Los mitos de cada cultura, país, etc existen. Llegan primero y se quedan en las mentes de las personas y allí crecen. Uno de estos es que los cubanos tienen genitales grandes. La primera noche de la primera contratación de cubanos terminó  en una riña épica porque los filipinos desaparecieron las cortinas de las duchas y pusieron sillas  para ver si era cierto o no lo que se decía. Aun hoy se recuerda.

Cuando yo llegué a trabajar al COSTA PLAYA ya aquello era anecdótico, el 80% de los empleados éramos cubanos, y quedaban muy pocos filipinos, mayormente en los bares del barco. Otro dia cuento mi ascenso. La cuestión es que un dia Rodolfo, el barman de la piscina se nos acercó a mi y a un compañero cubano mientras entrabamos al puerto de la Habana (nos gustaba mucho mirar a la Habana desde el mar, es una visión diferente y hermosa). Y como ya nos conocía y habíamos pasado una cuantas tormentas, nos dijo si “con mucho respeto”  nos podía hacer una pregunta. Queria saber si el mito cubano era cierto. Mi compañero y yo nos echamos a reir y le dijimos que en como todo el mundo, de todos los tamaños. No parecía muy convencido y nos dijo que el bajaba siempre en la Habana y veía que los cubanos que trabajaban en el barco caminaban con las piernas un poco separadas y se le notaban “grandes paquetes”.

Allí mismo por nada nos ahogamos de la risa. Y es que todo tenia una explicación. Los uniformes en el barco no eran muy ajustados y por eso en el barco no se notaba tanto, pero cuando bajábamos usualmente usábamos pantalones mas ajustados. Y había mucha necesidad en Cuba, nosotros comíamos bien, probamos frutos de otras partes del mundo (por ejemplo los únicos melocotones y kiwis que me he comido fueron en el barco y nunca mas) y queríamos que nuestros familiares al menos los probaran o comieran algo especial. 

Asi que nos íbamos robando frutos no muy grandes (¿hay otra palabra?) durante los días previos a la llegada, e incluso algún pedazo de carne de primera, las retractilábamos y antes de bajar nos la poníamos dentro del pantalón, realmente dentro del calzoncillo, y atravesábamos la aduana mezclados con los turistas y con las manos libres, pero caminando como cowboys acabados de bajarnos del caballo y “marcando paquetes”.

 El pobre filipino pensaba no solo eso, sino que la emoción de ver a las novias y las esposas se reflejaba allí. Se sintió muy decepcionado al saber la verdad. Pero claro, lo comprendió.  Al final solo hacíamos ese sacrificio por nuestras familias. Todos éramos profesionales y esperábamos trabajar en nuestras profesiones, y no en un barco lejos de casa a expensas de capos italianos insoportables y clientes muchas veces mal educados. Otro día escribo sobre esa experiencia, pero si tengo que resumirlo usaría la frase “infierno en la tierra”, o mejor, “infierno en el mar”. A mis alumnos siempre se los digo, no es lo mismo ser un crucerista que trabajar en un crucero.

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