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jueves, 9 de diciembre de 2021

Leyendo a El País

 Con asombro y cierta tristeza

 Hace algún tiempo, conversando por whatssap con un amigo español intercambiábamos sobre paginas webs interesantes. Yo me quejaba un poco de lo cara que era internet en Cuba , pero asi y todo el amigo no salía de su asombro de que tuviera acceso a ciertos sitios. Le explicaba que todas las mañanas me levantaba sobre las 6 am para tener tiempo de leer las noticias del día. Ya en la mitad del mundo gran parte del día había transcurrido, así  que siempre hay mucho que leer. Estoy suscrito  a las versiones digitales de periódicos de varios países. De Estados Unidos leo el New York times, Washington Post y Miami Herald, de España El Pais y de las agencias de noticias casi todas accediendo desde Twitter (BBC, CNN, Reuters, AFP, etc). por no hablar de sitios tan interesante como TED TALKS.

El asombro venia porque se suponía que todo acceso a información de la llamada prensa libre estaría bloqueada en Cuba. Y realmente no es asi, solo hay algunos sitios bloqueados y son los que consuetudinariamente lanzan noticias falsas o rumores de la realidad cubana.

Y realmente a veces hay que hacer acopio de paciencia. Pero siempre me asalta la duda , sobre todo en los últimos tiempos, sobre la profesionalidad y veracidad de esas fuentes de noticias , pues considerando las falsedades y calumnias que dicen de Cuba , ¿no será igual de otros países, personajes o realidades?

Pongamos un ejemplo recién.

Mientras en La Habana se desarrollan coloquios y se entrelazaban voces de académicos cubanos y españoles para ponderar una aventura literaria que enaltece una relación de identidad  esencial, el diario El País emitía un editorial bajo el título “La cerrazón cubana” y decia: “El acoso represivo de La Habana contra la disidencia pública ancla al país en el inmovilismo retrógrado y antidemocrático”.

Mientras comienza el festival de cine latinoamericano, mientras en los mismos días el Ballet Español de Cuba, bajo la dirección de Eduardo Veitía, se afanaba para ultimar detalles de la temporada de estreno del espectáculo Ascendencia hispana, en el Teatro Nacional, el editorialista del citado medio echaba a rodar una especie de  “bunkerización del régimen” cubano  y de “su antediluviano inmovilismo”.

Todo porque se les había echado a perder el espectáculo que tenían montado para festejar la marcha que nunca existió el 15 de noviembre, es decir, el frustrado estallido social que debía, si no derrocar, al menos poner en crisis al gobierno cubano y abrir las compuertas de la restauración capitalista.

El País se preparó para reportar el caos. Siguió paso a paso la convocatoria de la marcha, focalizó y elevó a primer plano el protagonismo del “agente de cambio”, y montó una cobertura por horas y minutos de lo que sucedería entre el 14 y el 15 de noviembre a lo largo y ancho de la Isla.

Que lo hagan ABC o El Mundo, no sorprendería tratándose de medios conservadores, pero El País, que presume de representar una equilibrada posición centrista  debía ser consecuente con su equidistancia, aunque sabemos que esto último no pasa de ser un eufemismo. Basta con recorrer todos los artículos sobre Cuba de la publicación para que salten a la vista la regularidad de informaciones y valoraciones que tienden a apuntalar la opinión de que el cambio de Cuba hacia el capitalismo es lo que corresponde. Apertura en ese discurso equivale a rendición, reformas; a renuncia, libertad; a sujeción. Pero además, ¿Para quién escriben? ¿Para los que se fueron “por razones personales” y viven  como parásitos recibiendo beneficios de sociedades sin enemigos económicos o políticos? ¿Los españoles pueden cambiar la realidad de Cuba? Es muy confuso todo

En fin, El Pais ha dado tribuna a los llamados disidentes y opositores, y hasta alguno de ellos han sido acogidos como columnistas. Después de tal acogida a lo más reaccionario no es de extrañar que el centrismo de El País haya derivado a una posición beligerante, que en el caso de la convocatoria de la marcha animó expectativas que se fueron de manera humillante por el tragante. De la frustración del equipo editorial dio cuenta el titular que calzó la cobertura especial del 15 de noviembre: “La Habana amaneció este lunes tomada por agentes de policía y de la Seguridad del Estado ante la convocatoria de las protestas. El Gobierno ha declarado la manifestación ilegal y mantiene a opositores y periodistas sitiados en sus casas. Continúan las detenciones de críticos”.

No puede ser más lastimosa la falta de objetividad de un periódico que alardea de ser serio que se suma a un paisaje que solo existió en la imaginación de corresponsales y fuentes periodísticas reflejadas. Nunca, ni de lejos, La Habana fue una ciudad sitiada, ni hubo detenciones como las que notificaron siguiéndole la pista a un grupito de cubanos pagados por agencias federales de EE.UU., ni nada por el estilo. Parece que la redacción de El País confundió La Habana con alguna ciudad colombiana o sudanesa, o con las urbes europeas que ahora mismo viven jornadas de protestas masivas.

Lo único evidente es que El País  juega a ser un actor de peso en el diseño de la Cuba que quiere Washington, Miami y los predios neoliberales de España. Una Cuba que dejó de ser hace buen tiempo colonia y que seguirá queriendo a la otra España.

Lo realmente inadmisible es la intromisión en los asuntos cubanos de la dirección del diario. Ya no se trata de columnistas  dando una perspectiva  de una realidad ajena sino de una opinión editorial que se permite pontificar y dar recetas como estas:

Tras décadas de cerrazón, resulta evidente que los gestos de apertura no prosperarán sin el apoyo decidido de una comunidad internacional que permita al régimen que preside Miguel Díaz-Canel revisar su deriva, liberar a los presos y permitir la discrepancia. Es necesario el concurso de Washington, la gran potencia de la zona, para superar su anquilosamiento punitivo y, al igual que hiciera Barack Obama, buscar vías que permitan recuperar espacios de libertad. Desde el ángulo europeo, España dispone de un puñado de cartas que le permiten jugar a fondo en favor de dinámicas de apertura y flexibilidad. Más allá de los intereses geopolíticos de cada actor, el avance hacia la democracia en la isla habrá de hacerse con el criterio y la participación de una población que hoy vive en condiciones graves de penuria económica y desamparo político.

Las negritas son mias, son las palabras que huelen a colonialismo.

El mundo unipolar donde los gringos controlan el planeta se está acabando, vamos rumbo a una multipolaridad donde el poder global reside en distintos Estados y/o bloques y cuando el imperialismo dominante está en declive lo primero que tiene que asegurar es su “zona de influencia”. Quien promete felicidad para el mundo basado en los matices que tienen los políticos yanquis les miente abiertamente.

En el trascurso de estos años de pandemia, con la hostilidad de Estados Unidos en todos los frentes, sin poder comerciar e incluso poder comprar medicamentos por ambas razones nos preguntábamos dónde estaba el cariño de España hacia Cuba, y no solo, incluso hacia América latina. España no usó  la posibilidad de ser un puente entre nosotros y Europa, ni entre nosotros y nuestro enemigo histórico , no, ni tan una medicina, ni una jeringuilla, ni una defensa en foros internacionales para poder recibir vacunas, y sin embargo reacciona a cuanto delincuente asalta las tiendas en Cuba y los declara disidentes, cuando en realidad debería investigar y como consecuencia denunciar todos esos elementos externos que contribuyen a la miseria del pueblo cubano más que apoyarlas de manera directa e indirecta.

Menos mal que una cosa es la España de los políticos y otra la de su pueblo que sí tiene simpatía por el pueblo cubano. Lo que tememos es que periódicos de tanto prestigio e influencia vayan envenenando la mente del pueblo español y los que deberíamos ser aliados naturales en tantas cosas nos demos la espalda con desconfianza. Lo que se debe tener claro es cuál debe ser la posición de cualquier persona de bien, que entiende que no se puede naturalizar la imposición de un Estado por sobre el resto, simplemente por la cantidad portaviones que posee.









MEDITACION

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KABUL-HABANA

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CUBA Y OPTIMISMO

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