viernes, 18 de febrero de 2022

LA SEMILLA (II) o GATTACA

Paciencia , más adelante le encontraran la lógica.

Gattaca es una película de ciencia ficción, y es una de las que más me gustan. Se desarrolla en un futuro cercano, en la frontera del tiempo de la ciencia cuando ya se comenzaba a poder tener hijos modificados genéticamente, es decir, los padres podían decidir el color de los ojos, la estatura, tipo y color de cabellos. Pero era todavía la frontera del tiempo, es decir, era un procedimiento caro, y solo los muy ricos podían hacerlo.

El personaje principal nace unos años antes de que este procedimiento fuera el habitual. A los pocos meses se le detecta una enfermedad del corazón. Pasó toda su infancia en hospitales o de cuidado. Al ir creciendo se volvió una obsesión el espacio, las estrellas, el viajar en una nave espacial y servir a la humanidad. Han pasado los años y muchos ahorros y sus padres deciden tener otro hijo. Esta vez van al seguro y recurren a la eugenesia. Querían un hijo sano, sin defectos genéticos y tuvieron otro chico, este perfecto.

Esta película es la historia de la perseverancia. Es la historia de la no aceptación de un destino escrito por otros, de que los sueños hay que perseguirlos y se tiene el talante necesario hasta morir arriesgar la vida por ellos.

Andrés fue mi alumno por tres años del preuniversitario. En esos tres años no perdió una sola décima en mis asignaturas. Su caligrafía perfecta, sin faltas de ortografía. Sus análisis libres de prejuicios me deleitaban como maestro. Y Andrés  llegó con un sueño : quería ser diplomático de carrera.

Sus padres, ingenieros los dos, daban mucho énfasis en las asignaturas de ciencia. Cálculo, física, química e incluso biología. Lo distraían de su hábito de lectura de libros más allá de la ciencia. Y eso me extrañaba mucho. En cada reunión con los padres, cada último viernes de cada mes, era una delicia verlos orgullosos de las calificaciones de su hijo, saber que era el primer expediente de la escuela y posiblemente del municipio, pero había una sombra de preocupación en sus ojos. Hasta un día que me senté a conversar con ellos. Y tenia que ver con el futuro de Andrés.

El Instituto de Relaciones Internacionales es donde se forman los diplomáticos de carrera en Cuba. La matrícula es de solo veinte estudiantes de toda Cuba cada año. Los exámenes de ingreso no solo son escritos, sino también incluyen entrevistas, conocimientos de la realidad política del mundo, hay que saberse los nombres completos de los gobernantes del país y sus trayectorias y de al menos 30 países más. Literatura, música, pintura, y entonces exámenes escritos de lengua española, idiomas extranjeros (mínimamente inglés fluido), física, matemática, computación.

Y además de todo eso hay que tener una salud perfecta. Los estudios incluyen preparación militar, y el primer año de la carrera es en Guantánamo, haciendo rondas con los guardafronteras  frente a la base militar de Estados Unidos. Un lugar lleno de minas terrestres de ambos lados y desde donde se intercambian disparos “perdidos” cada cierto tiempo. Es un lugar inhóspito donde no te puede dar asma, no puedes ser diabético o hipertenso, donde tendrás que mojarte durante días, donde tendrás que resistir inclemencias y durezas. No importa si eres chico o chica, debes ser un roble.

Pero esa es solo la razón primaria. Cuba, al considerarse hace mucho un país sitiado por más de sesenta años traslada eso a sus embajadas. No importan las guerras, los desastres naturales, las hostilidades en terreno enemigo (léase ataques de cubanos en otras partes del mundo) las embajadas cubanas nunca cierran, sus diplomáticos nunca abandonarán su embajada. Cada una de ellas, en sus sótanos, están preparadas para resistir por meses con avituallamiento de agua y comida, equipos de comunicación y demás. Así ha pasado siempre desde casi el comienzo de la revolución. Una embajada es la línea del frente. Sucedió así en Iraq, cuando el golpe de estado en Chile, cuando la invasión americana en Granada y muchas otras veces. ¡Y ay del que ose penetrar en una de las embajada!, se encontrará a personas dispuestas a todo, e insisto, a todo. El que abandone es considerado traidor a la patria, como un militar, y debe asumir las consecuencias. Y ciertamente personas enfermas son un problema en situaciones de crisis.

Y esa era la sombra en los ojos de los padres de Andrés. El sueño de su hijo era imposible: Andrés es diabético. Y de los que se inyectan insulina en los muslos. Desde pequeño aprendió a manejarse solo y nunca la consideró una limitación. Pero lo es.

Entonces en algún momento sus padres, algunos amigos y quien escribe esto nos sentamos a elaborar un plan para que el sueño de Andrés se hiciera realidad. Teníamos que ser muy cuidadosos, sobre todo en el último año de la preparación, en doce grado. Nadie, ni sus compañeros de clase, ni sus amigos nuevos podían saber de su enfermedad porque no se podría saber con antelación quien sería un competidor en esa carrera y pudiera usar la información. Mi trabajo sería por tres años. Prepararlo en las asignaturas de letras, en los idiomas (me encargaría del inglés y el alemán, y otro profesor particular del francés). Yo debía ser justo, estar en “perfil bajo” sin la tentación de ser demasiado benevolente, en realidad me volví un látigo ante cualquier error. Andrés  se convirtió en una semilla que debía germinar en ocho años si todo iba bien. Tres años de preuniversitario y cinco de carrera. Como esas flores del desierto que esperan la lluvia quinquenal.

Sin embargo lo más difícil estaba por venir. Mantener el entusiasmo, dinero para poder pagar a profesores particulares de francés, cursos de introducción a la música y la pintura, mejorar la dicción, y lo más delicado comprar la salud. Aprender a comer y cocinar alimentos que no le perjudicaran en la diabetes. Cada detalle debía ser cubierto. Se necesitaban dos documentos: un certificado médico del comité militar que confirmara que se consideraba apto para ser miembro del ejército en el  que se  dijera que Andrés era completamente libre de enfermedades que pudieran comprometer su integridad física en situación de peligro o de condiciones ambientales peligrosas. Y finalmente el consentimiento de los padres ante notario confirmando todo lo anterior.

Fue caro y difícil. Pero lo logramos. Andrés  terminó como el primer expediente de la provincia La Habana empatado con otros diez estudiantes. Era el único de los diez que quería esa carrera. La competencia nacional estaba por comenzar. Las entrevistas y exámenes se hacen dos meses antes de que cierre el curso porque se presentan muchos estudiantes y solo veinte en toda Cuba son escogidos cada curso , así los eliminados pueden presentarse en los exámenes para otras carreras.

Eso al menos para los hijos de Liborio (personaje de caricatura que se identificaba en los años cincuenta como el cubano pobre, de a pie).

Y Andrés entró en la universidad en pos de su sueño. Pasó todos los exámenes, estuvo en la frontera, y se graduó como expediente de Oro. No fui a la discusión de su tesis que fue durante la COVID. No lo permiten, pero en los agradecimientos de la tesis, al final, en la última línea dice: Gracias a Humberto.

Fue una semilla que germinó.

Y recuerden, la película se llama Gattaca.


LA SEMILLA (I)

https://habana-havana.blogspot.com/2022/01/la-semilla-i.html


LA SEMILLA III

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