Mostrando entradas con la etiqueta casta. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta casta. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE CUBANOS: LA OSTENTACION

 Estas líneas para algunos puede ser solo anecdótico. Para otros son tonos de gris, entre el color blanco absoluto inexistente y el color  negro maldito

En las calles de La Habana, un Mercedes Benz con placa que comienza con "W" o "P" es hoy el símbolo más visible del nuevo poder. Mientras miles de habaneros esperan durante horas en las paradas de guaguas bajo el intenso sol del Caribe, estos vehículos de lujo circulan con sus ventanillas cerradas y el aire acondicionado funcionando, como testimonio silencioso de una nueva casta emergente. Pero la historia de los símbolos de poder en Cuba es mucho más compleja y ha experimentado profundas transformaciones a lo largo de las décadas.

Antes de 1959, la riqueza se manifestaba de manera tradicional del capitalismo: la posesión de centrales azucareros, extensas cabezas de ganado, y cadenas de tiendas marcaban claramente quiénes eran los poderosos. La Revolución transformó radicalmente este panorama. Con la nacionalización de propiedades y la salida de las familias adineradas, los indicadores de estatus cambiaron drásticamente.

Durante la segunda mitad de los años sesenta, al comienzo del bloqueo estadounidense y antes de consolidarse los vínculos con la Unión Soviética, los símbolos de distinción se volvieron sorprendentemente modestos: poder estrenar zapatos nuevos o tener varios pares para diferentes ocasiones se convirtió en un privilegio notable. Realizar una fiesta de cumpleaños con todos los elementos tradicionales, sin necesidad de "inventos", era ya un signo de posición privilegiada.

La década de los setenta trajo nuevos marcadores de estatus. El poder viajar fuera de Cuba se convirtió en el privilegio máximo, reservado casi exclusivamente para funcionarios gubernamentales y sus familias. Sus hijos se distinguían por pequeños detalles: un maletín escolar de calidad, plumas de colores, juguetes importados con características especiales como "autitos" con puertas que se abrían. Mientras tanto, la mayoría de los cubanos vestían ropas desgastadas y descoloridas, situación que llevó a la importación de telas -mayormente chinas- que, aunque de colores llamativos y diseños repetitivos, transformaron las calles habaneras en un desfile de vestuarios idénticos. Incluso esa “forma de vestir” , no vamos a llamarla moda, se le decía “24 x segundo” parafraseado la cantidad de cuadros por segundo de una película.

Los años ochenta marcaron un punto de inflexión. Tras el éxodo del Mariel, y con el fortalecimiento de las relaciones con el campo socialista, aparecieron nuevas formas de distinción social. Las tiendas comenzaron a ofrecer muebles, electrodomésticos e incluso algunas prendas de marcas internacionales. Una nueva generación de profesionales accedió a ciertos privilegios: créditos para automóviles, acceso a bienes de consumo especiales y, sobre todo, la posibilidad de viajar.

La década de los noventa, tras la caída de la URSS, vio emerger una nueva élite. Los hijos de la clase dirigente, criados con privilegios y contactos internacionales, heredaron propiedades estratégicamente ubicadas que transformaron en negocios lucrativos: casas de renta, restaurantes privados (paladares) y conexiones con el turismo emergente. Esta generación, conocida popularmente como "los hijos de los dirigentes", desarrolló una visión híbrida: ni contrarrevolucionaria ni ideológicamente comprometida, sino pragmática y orientada a los negocios.

Llega la década de los dos mil. Obama por unos meses levanta la prohibición de viajes a Cuba y hasta el mas pinto de las palomas hizo dinero, siempre y cuando tuviera propiedades o cierto capital. Lo que era privilegio se convirtió en algo común para mas personas: viajar, conocer extranjeros poderosos, residir en el extranjero. Los privilegios se transformaron. Ya habían grandes privilegio, medianos privilegios, pequeños privilegios y . . .nosotros, los que no tenemos ninguno.

Concentrémonos en los grandes. Hoy en día se han ampliado las posibilidades de negocios, sobre todo con la importación de alimentos. Y para colmo, hasta este momento en que escribo estas líneas, casi sin pagar impuestos.

¿Quiénes son los nuevos privilegiados?

Fácilmente los detectas con los nuevos signos del poder: autos lujosos, grandes, fuertes que se pasean por el país ostentando, sí, ostentando su posición económica. Al principio se les autorizó solamente vehículos de carga, después, como siempre alguien gana con el rio revuelto, en un país donde falta la gasolina, las energías, la electricidad, proliferan todos esos autos con placas que comienzan con W y P. Es la cara notable de la nueva casta.

 Pero, ¿Quiénes son esos?

Comencemos por lo más difícil de tragar y digerir: los cubanos pobres de hoy son los hijos de los honestos de ayer.

 Los pobres de hoy no es que no tengamos inteligencia, talento o ganas, es que no tenemos capital, y por lo tanto no somos esos que podamos aspirar a tener esos permisos que da el Estado para tener negocios y como consecuencia esos autos de lujos, que como dije es lo visible, la punta del iceberg, y que como una bofetada la sentimos en el rostro. Segundo, la respuesta: ellos son por un lado los hijos y nietos de los corruptos de ayer, de los hijos de los que fueron gerentes o trabajaron en empresas extranjeras, de los que fueron funcionarios del gobierno y que incluso traicionando sus obligaciones y siendo depuestos de sus cargos conservaron sus casas que pudieron rentar y sus contactos en el extranjero. También los hijos de aquello oficiales del gobierno que hicieron buenos trabajos y que por el ambiente en que crecieron, estudiaron y mantuvieron las relaciones con gente importante en otros países y viviendo en el extranjero hacen negocios en Cuba y disfrutan en el capitalismo luminoso dinero que extraen en la Cuba pobre.

Los otros, y aun más delicado desde el punto de vista político: quienes tienen familia en Estados Unidos. Los hay quienes se fueron de Cuba al principio de la revolución, pero ya son muy mayores, la mayoría son emigrados en la década del 1980 que han hecho algo de dinero, no suficiente  para Miami, pero mucho para La Habana y han visto la oportunidad de oro de aprovecharse de casi 10 millones de cubanos con grandes necesidades, sobre todo de alimentos. Usualmente traen mercancías desde Méjico o Panamá, hasta ahora los impuestos muy bajos, abren negocios mayoristas y minoristas, llenan las calles con sus productos de tres a diez veces su valor original, lo venden en la moneda cubana con la que después compran dólares que regresan a Estados Unidos. El noventa por ciento están en contra del gobierno y la revolución misma, y ni tan siquiera lo esconden, solo hay que quedarse un rato en sus negocios y oírlos hablar, pues en su ostentación se creen intocables.

Todo esto hace que al menos algunos del pueblo puedan resolver alimentos y demás. Ha sido por otro lado un salvavidas para el gobierno que cada día más va renunciando a sus funciones como Estado en situación de emergencia alimentaria para que nos vayamos acostumbrando a la selva financiera.

¿Negativo?

Uno, es obvio que se lava dinero, y por otro lado el enorme coste ideológico que genera todo esto. Porque el mensaje es bien claro: los hijos o nietos de personas que se fueron del país, no porque andaban buscando mejores oportunidades para vivir, sino porque eran abiertamente contrarrevolucionarios, llegaron a Estados Unidos y lo que decían que no era posible se hizo posible aunque fuera un poquito y son los que están manteniendo hace rato con remesas a sus familias, y ahora con estas posibilidades. Y los trabajadores, las personas que han estado en las menos malas y las malas, que han echado pie en tierra por la revolución,o sencillamente están atrapados en la Historia y son las que están dando su dinero para que ellos se enriquezcan y vivan en condiciones que un obrero no puede soñar.

La Habana en el verano es un horno, sobre todo en las tardes. Estar dos o tres horas esperando una guagua (autobús) para llegar a casa extenuado y enfrentarse a una despensa vacía, o casi, es duro. Pero mas duro es ver pasar por esa parada de guagua un auto del año con aire acondicionado con placa W, y ni tan siquiera ofrecer un alivio a esos que posiblemente enseñen a sus hijos o sanen a sus padres en los hospitales.

La ironía histórica no escapa a nadie: muchos de los que hoy ostentan el poder económico son descendientes de quienes abandonaron Cuba por oponerse a la Revolución. Mientras tanto, los hijos de quienes permanecieron leales al proyecto revolucionario o fueron victimas pasivas de la voragine historica frecuentemente se encuentran entre los sectores más vulnerables de la sociedad.


Humberto Guia & Maestro en la Habana Whatsapp +5352646921