La vida en una zona de confort puede parecer una
burbuja de estabilidad, pero las interpretaciones pueden variar drásticamente
dependiendo de si uno vive en un país rico o en uno pobre. Mientras que en el
primer caso, la zona de confort puede parecer una prisión dorada construida por
el confort económico y social, en el segundo, puede parecer un refugio frágil
en medio de una tormenta implacable.
En los países
pobres, la zona de confort es a menudo una construcción precaria, sostenida por
un equilibrio frágil entre la supervivencia y la estabilidad. La lucha diaria
contra la adversidad, desde la inseguridad económica hasta los conflictos
sociales, convierte cualquier logro, por pequeño que sea, en una victoria
monumental. La falta de recursos y la constante batalla por la supervivencia
crean un entorno donde el cambio puede ser una amenaza más que una oportunidad.
La zona de confort en estas regiones está marcada por la necesidad de adaptarse
a condiciones adversas, donde los esfuerzos por salir de la rutina pueden ser
peligrosos o incluso imposibles sin riesgos significativos. En este contexto,
el miedo al cambio no es solo una cuestión de desinterés, sino una estrategia
de supervivencia.
Las críticas que llegan desde el mundo rico hacia los
habitantes de países en desarrollo, a menudo, parecen ignorar la feroz batalla
que se libra día a día por la mera existencia. La inmovilidad en estos contextos
no es un signo de pereza o falta de ambición, sino una respuesta a un entorno
donde el riesgo de desafiar el statu quo puede ser desastroso. Enfrentarse a
una realidad dura no siempre deja espacio para el lujo de la autoexploración o
el emprendimiento audaz; cada paso en falso puede tener consecuencias graves.
El contraste entre estas realidades muestra que la zona
de confort no es un fenómeno uniforme. Mientras que en los países ricos, la
comodidad puede llevar a una complacencia peligrosa, en los países en
desarrollo, la comodidad puede ser un logro extraordinario en sí mismo. La
inmovilidad no siempre es una elección; a menudo es una estrategia de
adaptación en un entorno donde la supervivencia misma ya exige una lucha
constante.
En el corazón de La Habana, alguien sonríe mientras
muestra con orgullo su nueva nevera. Para muchos en el mundo desarrollado, esto
podría parecer un acontecimiento trivial. Sin embargo, para esa persona,
representa el culminar de años de ahorro y sacrificio.
Este es solo un ejemplo de lo que significa la
"zona de confort" para millones de personas en el mundo en
desarrollo. Un concepto que, visto desde afuera, a menudo se malinterpreta como
conformismo o falta de ambición.
Redefiniendo el éxito
En países como Cuba, cada pequeño paso adelante es una
victoria contra adversidades que muchos en el primer mundo ni siquiera pueden
imaginar. Lo que para algunos es rutina, para nosotros puede ser el resultado
de una lucha de años".
Esta perspectiva desafía la noción occidental de
"salir de la zona de confort". Para muchos en el tercer mundo,
alcanzar cierto nivel de estabilidad y seguridad es en sí mismo un logro
extraordinario.
Es
crucial reconocer que el progreso y el éxito tienen diferentes significados en
diferentes contextos. Para muchos en el tercer mundo, mantener un techo sobre
sus cabezas, proporcionar educación básica a sus hijos o tener acceso a
atención médica son logros monumentales.
No
se trata de conformismo. Se trata de resiliencia, de la capacidad de encontrar
dignidad y satisfacción en circunstancias que muchos considerarían
insoportables.
La próxima vez que se hable de "salir de la zona
de confort", vale la pena reflexionar: para millones de personas en el
mundo, llegar a esa zona es ya un viaje heroico.
Humberto. Maestro y guia local en la Habana.
instagram: humberto_habana
whatssap +53 52646921
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