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domingo, 7 de febrero de 2016

Navidad

Navidad.
Eran los años en que aún no sabía. No sabía de política, no sabía de marxismo ni de dios. La vida era mas sencilla, alimentada por la amable ignorancia de la infancia. Días en la escuela y semanas de vacaciones en un hotel enorme casi vacío donde trabajaba mi mamá. 
No había manera de saber. 
Entre otras cosas mi mamá tenía mucho miedo de contarme. Podía ser peligroso saber de dios, en cualquiera de sus nombres y formas, y cuando se tomaba la decisión de seguir el camino de la religión se sabía de las consecuencias.
Ese diciembre tendría yo escasamente 8 años. Hacía frío, y para mí era todo un tormento levantarme tan temprano. Vivíamos lejos de la escuela y salíamos de casa aún antes del amanecer. Era un camino de varias cuadras antes de llegar a la avenida Línea. Las  casas estaban cerradas y el Vedado, donde vivíamos, conservaba aún el encanto de la década de los 1950’s, es decir, aún entre las sombras de la noche que terminaba y los estragos de tantos años de socialismo pobre había un aire de nostalgia feliz. . .por la Navidad.
Pero cuidado, bajito , sin que se enteren.  
La noche anterior una familia debió reunirse, debieron beber juntos y celebrar el nacimiento del hijo de un dios que hace algunos años parecía desterrado de estas tierras. Esa noche sacaron del baúl un árbol que ya tenía más de 30 años. Milagrosamente algunas luces aún servían .  Sería solamente por una noche. No podía ser más.
Camino a la escuela, muy temprano, aún de noche y con frío. 
Pero las luces se notaban desde metros de distancia. El apartamento estaba en planta baja y no tenía balcón. En su lugar había un ventanal grande que daba a la calle. En una esquina de la habitación habían colocado el árbol.  Se veían extrañas esas luces desde la calle con ventanas nubladas por medio. Me pareció lindo y casi me detuve a mirar a pesar del frío, pero mi mamá tiró de mi brazo y apresuró el paso. No quería saber.
Sencillamente se habían dormido y  olvidado apagar las luces del árbol.
En una hora ya habría amanecido y las luz del sol aplacaría el desfile de escasas luces sobrevivientes en un árbol viejo guardado seguramente por una abuela.

Margarita .
No la describiré . Casi no la recuerdo. La cuestión era que ella vivía dos cuadras más arriba de donde vivíamos nosotros. Ella era la secretaria general del partido comunista en el hotel donde trabajaba mi mamá. Ella era la jefa real del hotel aún cuando solo era una simple carpetera. Y lamentablemente pasó por la calle de la casa con luces de colores en la ventana pocos minutos después de nosotros.
Cuando llegó al hotel su rostro enjuto estaba plagado de manchas rojas en las mejillas, alrededor de la nariz, en la frente y en el cuello. Sus ojos eran fieros. Y la primera persona que encontró fue a mi madre. Ella sabía el camino que tomábamos cada mañana, y así  directamente le lanzó la pregunta : ‘¿no notaste nada cuando venias para acá?’ ‘ No, ¿por qué?’ ‘ Estoy segura que en un apartamento había un árbol de Navidad y solo me hará falta averiguar si hay algún militante en esa casas que lo permitió , yo sé a dónde llamar’

Muchos años después supe de esta historia. Pero ,lo que sí recuerdo es que cada vez que pasaba frente a esa casa miraba con la esperanza de encontrar algo diferente al gris de los viejos edificios, cada año más grises. Nunca más sucedió algo colorido, pero sin embargo algunas cosas cambiaron. Los cristales se rompieron con el tiempo y fueron sustituidos por cartones, la señora que a veces se asomaba al ventanal a los pocos días ya no la vimos más, las plantas de un cantero al borde del ventanal se secaron y un día vimos a unas personas llorando que  se abrazaban despidiéndose. Quizás no tuvo nada que ver todo lo sucedido con lo que pudo haber o no hecho Margarita . Esa historia fue solo una lagrima que cayó en un torrente de un río crecido, solo tuvo importancia para pocas personas .
En mi valiente y tonta adolescencia creí que era una cobardía el marcharse del país por miedo o disgusto y dejarle el terreno a las miles de Margaritas que eran terribles en su fanatismo. Después comprendí muchos hechos , pero debió pasar mucho tiempo.