A pesar de que en la mayoría de los países ser maestro está mal pagado, querer enseñar es el sueño de muchos. Saber hacerlo es una virtud, es un don. Y no hablo solamente de la pedagogía. Hablo de la pasión, hablo de la organización mental natural que tienen algunas personas para entregar el conocimiento. Hablo de dejar casi la piel en un aula que no necesariamente sean cuatro paredes y una pizarra. Un aula puede ser un parque, un portal en una noche de apagón, una cama de hospital, la mesa de un bar o la terraza del hotel Nacional en La Habana.
Y todos saben también que hay lugares en el mundo donde
enseñar algo que no está en el guión oficial, aunque sea apartándose una sola
línea, puede ser riesgoso. Y ciertamente ese mismo lugar puede mejorar y poco a
poco ser perfectible, pero la secuela de aquello que se hizo en una época queda
en las mentes de muchos. Quedan las lagunas de conocimiento, quedan las
deformaciones y los errores en las mentes que continuarán transmitiéndose de
generación en generación hasta que cada uno de esos antiguos alumnos puedan
descubrir por sí mismos la información real.
Enseñar matemáticas, o idiomas, no es lo mismo que enseñar
asignaturas vinculadas a la política. Geografía e incluso Literatura de una
lengua como la española tiene sus complejidades, pero la enseñanza de la
Historia es algo especial. Cuando enseñas Historia te quedan usualmente dos
opciones: seguir el guion oficial y que en su mayoría contiene lagunas, esos
espacios en blanco, sumamente peligrosos porque comúnmente nos llevan al
dogmatismo. O arriesgarte, mucho o poco, a dar otras versiones, a recomendar
libros y autores, a poner un poco de sal y pimienta en las mentes jóvenes.
Y no hablo de interpretaciones erradas o no. Y creo que en
todos los países en algún momento ha pasado y pasan cosas como esas. Yo hablo
de los silencios, de los esquemas, también de exceso de
condescendencia con los héroes propios.
Ejemplos en la Cuba de hoy todavía hay muchos. Poco ha
cambiado la forma de enseñar la Historia
, de los libros y su enfoque. Los niños y jóvenes deben decir ciertas palabras,
ciertas frases acuñadas por generaciones
para poder aprobar los exámenes. Es, según el ministerio de educación, la única
manera de saber si el alumno realmente aprendió correctamente.
Los jóvenes cubanos usualmente no saben de religión, a los
presidentes antes del 1959 hay que llamarlos de cierta manera para poder
aprobar el examen: dictador o sanguinario Fulgencio Batista, Gerardo Machado el
asno con garras, José Miguel Gómez era el tiburón que se mojaba y
salpicaba, y así. Que es cierto que se
merecían esos epítetos, pero cuando se dice miles de veces deja de tener
credibilidad y se van esquematizando las mentes.
A veces se tienen problemas por tocar temas o tocarlos de manera diferente a lo establecido. Y no es que se diga lo contrario. Por hablar de la historia de las religiones, por recomendar la lectura de Solzhenitsin o Milan Kundera (tan alejados de nuestra cultura y tiempo que no importa ya si fueron disidentes o solo buenos escritores y créanme que es mejor caer en sus páginas que en la de cualquier youtuber), pero esos ojos de algunos pocos estudiantes ávidos es una tentación difícil de evadir.
En fin, solo mencionaré una cosa más. Todos saben la
importancia de José Martí en la historia de Cuba (y no solo aquí). Todo lo que
gira alrededor de su muerte en el primer combate del segundo periodo de la
guerra por la independencia de Cuba se enseña de manera muy cuidadosa porque
era una época de grandes contradicciones.
Sin embargo otra cosa son los epítetos hacia los soldados españoles y sus oficiales,
sus tácticas de guerra, los combates siempre victoriosos de los “insurgentes”,
pero me gustan las sutilezas en la Historia, y una de ellas es la forma de
tratar a un enemigo valiente o que con el tiempo demostró integridad y
caballerosidad.
A continuación voy a poner un fragmento de una carta que
escribió el general español José Ximénez de Sandoval y Ballange que es un ejemplo de lo que debería enseñarse en las aulas. Este general
fue el que recogió el cuerpo sin vida de José Martí en el campo de batalla de
Dos Ríos. El respeto por el rival ilustre, la admiración por el hombre que
luchaba contra España, pero al mismo tiempo lo elevaba entre los suyos, es un
ejemplo de cómo se debe ver la Historia, para no mencionar la cantidad de
información valiosa extracurricular. Por leer líneas como esta en voz alta se puede tener , como
se dice en Cuba, una mancha en el expediente laboral como maestro porque no solo se eleva la figura del héroe caído sino también del que escribe. Pero no
importa, lo que es relevante es estar en Cuba, enseñar y aprender en Cuba y
poner el granito de arena para que podamos ser mas cultos y mas libres, como
decía el mismo Martí.
“La acción de Dos Ríos es un hecho de mi historia militar, en
la que halló muerte gloriosa aquel genio dotado de hermosa elocuencia, tan
hermosa como los sentimientos de su bien templada alma. Su arrojo y valentía,
así como el entusiasmo por sus ideales, le colocó frente a mis soldados y más
cerca de las bayonetas de lo que a su elevada jerarquía correspondiera; pues no
debió nunca exponerse a perder la vida de aquel modo, por su representación en
la causa cubana, por los que de él dependían y por su significación y alto
puesto que ocupaba como primer magistrado de un pueblo que luchaba por su
independencia.
Cuando en el campo de la acción vi en el suelo su cadáver en
posición supina, sin sombrero, luciendo la ancha frente en cuyo seno tantas
brillantes ideas bulleron, entreabiertos sus ojos azules con la expresión del
que muere dulcemente por su patria —sentí pena profunda y mi pensamiento se
elevó a Dios para pedirle fuera su alma por Él acogida.— ¡Qué menos podía hacer
por el que si en vida fue mi enemigo, ya muerto merecía todo mi respeto y
consideración.
Mis soldados le dieron muerte gloriosa en noble combate y a
su cadáver en mi poder se le rodeó de cuantas consideraciones merecen los
muertos y en especial los que fueron en vida genios como José Martí.
Conducido por mí a Remanganaguas y llevado luego a Palma
Soriano y Santiago de Cuba, en este último punto fui comisionado para darle
sepultura y en tan severo acto, dejándome llevar de mis naturales impulsos y
por tratarse de figura tan relevante, pronuncié a modo de oración fúnebre un
pequeño discurso necrológico reflejo exacto de mi sentir, ya que fue
improvisado y el cual tuvo la suerte de agradar lo mismo a españoles que a
cubanos, siendo publicado por la prensa toda de la Isla y reproducido por la
española y extranjera.
No puedo ser
sospechoso para el pueblo cubano; muchos amigos del alma tengo ahí y todos
cuantos me han tratado y conocen mi modo de ser, han comprendido siempre que,
si el destino me hizo jefe de la columna que a Martí dio muerte, la pérdida de
su vida más que esperanza de medro personal, me produjo sentimiento noble y
sincero y me hizo también conocer algunas flaquezas humanas.
No soy yo, sin
embargo, el llamado a recordar en épicos cantos al pueblo cubano la nobleza y
valía de aquel Apóstol de su causa; ilustres hombres de probada inteligencia
tiene Cuba y ellos con mejores facultades pueden hacerlo y lo harán
seguramente, para honrar, honrándose, la memoria de un mártir de su patria y
para conocimiento y ejemplo de futuras generaciones.
Muchos años han transcurrido, las pasiones se han acabado, y
no sería yo fiel a mi conciencia si tratara de desfigurar hechos que pasarán a
la historia de una nación nueva, en los que debe resplandecer la verdad desnuda
de toda pasión y engaño….”
La historia está llena
de coincidencias. El general andaluz nacido en Málaga el 22 de julio de 1849,
falleció en Madrid, el 24 de febrero de 1921, fecha histórica, en la que los
cubanos festejaban el inicio de la guerra de Martí, como la sentenciara el
Generalísimo Máximo Gómez.
HUMBERTO. GUIA Y MAESTRO EN LA HABANA
Informacion en whatssap: +5352646921
Instagram: humberto_habana