QUEDATE EN CASA.
Un año de pandemia. Un año sin turismo. Cuatro años de Trump.
Un 2020 terrible con 280 medidas económicas contra el pueblo de Cuba (¿contra
el gobierno?, no me hagan reír). Cuatro meses sin Western Union.
Me levanto a las 4 de la mañana. Necesito al menos dos tazas
de café. Hay silencio en las calles, pero ya se sienten ruidos en los
apartamentos contiguos. Nos estamos preparando para comenzar el día. Para conseguir
alimentos. He podido comprar unos dólares un poco más baratos de lo que cotizan
en el mercado negro y espero que me venga a buscar mi prima y su marido que
tienen auto para ir a una tienda que recién ha abierto y que como tiene un
departamento separado para que puedan comprar los diplomáticos, tiene un mejor
surtido.
Osmosis comercial.
El silencio durará hasta las 5 am que es cuando se levanta el
toque de queda. En los cruces de las avenidas están los patrulleros, que como zombis
de pandemia esperan a las victimas despistadas que osan poner un pie fuera de
casa antes de las 5 am.
No obstante algunos se desplazan en la oscuridad, se
encaraman en los árboles y duermen parte de la noche allí. Otros alquilan
escaleras de edificios que están cerca de tiendas. El factor tiempo es importantísimo:
estar cerca de una tienda, no importa la moneda en que se despache, representa
la posibilidad de marcar incluso hasta para 10 personas y después vender los
turnos a 5 usd a los que viven lejos o los que sencillamente tienen la plata para
poder dormir hasta más tarde. Un modus vivendi desarrollado en tiempos de
pandemia y que parecía extinguido. Es decir, tanto los policías como la gente común
han desarrollado técnicas en este año de pandemia. Una técnica que solo ha
añadido elementos nuevos pues lleva casi sesenta años perfeccionándose.
Mi madre se despierta mientras me siente hacer café. Como dije,
necesito al menos dos tazas de café pues normalmente preparo clases o leo hasta
tarde. Cada vez duermo menos, o en realidad no duermo bien. Muchas cosas de las
que estar pendiente. En fin, se levanta, nos tomamos el primer café, calientito
y poderoso que se agradece y da esperanzas de un día bueno de cacería. Así es como
veo yo al acto de ir de compras. Depende de la suerte, del tiempo, del “enemigo”
(la policía) y de los competidores. Dependes de tus reflejos, del arte de
negociar, de tus habilidades de poder interceptar a los empleados de las
tiendas y averiguar qué sacaran hoy e ir haciendo tus cálculos. De cualquier
modo no importa lo que venderán, lo necesitamos.
Casi las 5 am. Ya estoy casi listo. Reviso las provisiones:
agua, un poco más de café, algunas galletas por si hay hipoglicemia, algunas
servilletas por si acaso alguna emergencia. Gafas de sol para más tarde pues
casi todas las colas son bajo el sol. Todos los preparativos son pocos pues serán
cuatro a cinco horas de cola hasta que las tiendas abran, y después el tiempo
que se demoren en despachar.
5 am. Mi prima me llama y me dice que ya salieron. Debo estar
en 4 minutos a más tardar a dos cuadras de casa, en una avenida para recogerme
y salir disparados hacia la tienda Palco. Cada minuto cuenta, cada minuto
representan al menos 10 turnos de gente que llega antes. Recuerden que muchos
reservan turnos para familiares, amigos. . .y clientes.
Se sienten a mis espaldas la gente saliendo de las casas,
dando portazos, con pasos rápidos hacia las panaderías, los mercados de
viandas, y las tiendas. Los que trabajan salen más tarde. Los primeros en llegar
son los que estaban en árboles y escondidos en portales. Sobre todo los que van
a las tiendas en pocos minutos ya han vendido sus turnos. En un buen día son
cincuenta dólares o su equivalente en pesos.
Multipliquemos: 5
turnos por 5 dólares igual a 25 por 24 pesos cubanos (cambio oficial, aunque en
realidad está a 45) hacen 600 pesos por al menos 3 veces por semana son 1800
por 4 semanas 7200 pesos, el salario de un neurocirujano o doctor en ciencias.
Tomamos la Quinta Avenida a velocidad prohibida. En esos
momentos siempre pienso en mi vida, en lo que he hecho y en lo que no, las
oportunidades que aún quedan si el mundo se arregla, en la gente maravillosa y
perversa que he conocido, ¡en tantas cosas que se pueden ir a la m. . . si
salimos por el aire o nos estrellamos contra un poste!
Llegamos a las 5:10 am. Oscuridad total, muchos autos con sus
luces encendidas. Solo gente en autos y motos pues es área apartada y apartada.
. .de la “plebe”. Calculo que haremos un cincuenta o sesenta. Todo depende de
la cantidad de coleros y los turnos que han marcado (aún lejos y en zona
exclusiva los hay). Hay cierto alboroto. Resulta que a las cinco en punto la policía
llegó y multó al menos a 12 personas que ya estaban allí pues era imposible que
hubieran llegado a las cinco sin irrespetar el toque de queda. Al principio de
la pandemia las multas eran irrisorias, unos 100 pesos, hasta hace un mes eran
de 2000 pesos, hoy en día son de 15 000 pesos.
Cuando se llega a las colas hay que estar muy atentos. Se tiene
que saber detrás de quien vas, fijarte en las ropas que usa, siempre preguntar
exactamente para cuántas personas ha marcado o vienen con ella/él, y después preguntar
por las personas que van delante al menos por tres turnos en caso de que la
persona detrás de quien has marcado se vaya o se pierda (pasa mucho con las
personas mayores). Ahora solo resta esperar hasta eso de las 7 am. Llega el momento
de socializar, conocer a los compañeros de este día. Allí te enteras de muchas
cosas, de los que han padecido la COVID, de los que están por ser abuelos o
padres, de los negocios turbios del gobierno, de las noticias de la mañana, de
que si el día anterior llegó un camión con queso o yogurt. Están los chistosos,
los amargados, los que se la saben todas y los despistados, los que se conectan
por datos por internet para preguntarle a sus familiares en Miami lo que están desayunando
y de paso mostrarles la cola que están haciendo con “la pila de esclavos
comunistas” que mantienen a este gobierno.
A las 7 am más o menos (varia de tienda en tienda), sale un policía
(casi siempre con el grado de Mayor) y mediante una aplicación de su teléfono escanea
los carnés de identidad. Ya ese día no puedes comprar en ningún otro lugar pues
al menos por 24 horas apareces en una base de datos en toda Cuba (en teoría es
para prevenir el acaparamiento). Repito: todavía no sabemos lo que hay o lo que
no hay en la tienda. Ahora se acaban las posibilidades de los coleros pues
ahora ya los turnos están dados. Solo resta esperar a que abran la tienda. Quedan
de dos o tres horas. Hora de tomar el café que trajimos de casa, un poco de
agua y alguna galleta. En esta tienda solo dan 200 turnos, y si todo fluye
bien, entonces a las 3 pm darán otros 100 más.
Una vez dados los turnos hicimos el 79 y el 80. Ya todo
organizado y sin posibilidad de que pierdas el orden de la cola ya todos nos
relajamos. La tienda abre a las 9:30. Entran 30 turnos e increíblemente demoran
cuarenta minutos. Entramos en la tercera ronda.
Esta vez muchas menos cosas que la vez anterior, pero algo es
algo (consuelo del cubano). Los que vamos con presupuesto limitado con
calculadora en mano. Gente conversando por whatssap con sus familiares y amigos,
si algún amigo desea algo le hace una transferencia a su tarjeta y asunto
resuelto.
Una hora mas tarde ya de salida.
Llegué a casa a las 3 pm. Cerebro licuado
¿recuperación? Posiblemente en dos días.
Que conste que lo que cuento no es ánimo de crítica. Ya he
sobrepasado hace tiempo esa línea y hacerle el juego a los que quieren hacer
otra revolución, pero esta vez por control remoto, desde fuera y que los
muertos los pongamos nosotros, los que estamos dentro. Es solo contar para
recordar algún día, si aunque sea un décimo de felicidad o prosperidad llega a
mi vida, lo que viví en determinado tiempo y así saber apreciar y amar lo que
me tocará vivir. Las razones y las críticas se debaten en un eterno mar de política
y egoísmo. No es que quiera creer o no, pero por mi integridad sicológica quiero
creer que esas tiendas en dólares o euros son otra fuente de moneda dura que el
gobierno necesita para ayudar a mantener la alimentación básica de 11 millones
de personas que recibimos por una libreta de abastecimiento (otros le dicen
racionamiento), que no queda de otra con un bloqueo brutal de una superpotencia
y una pandemia de más de 1 año que nos ha dejado sin fuentes de ingreso. Hospitales,
centros de investigación, trasporte; servicio eléctrico, de agua y gas se han
mantenido. Quiero pensar que en algún momento regresaremos a lo que teníamos en
el 2019 y que tanto nos quejábamos.
Un año sin turismo. Un año sin trabajo. un año sin ver a amigos queridos y familiares. Un año como todos en el mundo entero, o casi. Sin embargo, en otros países sobran las cosas, o quizás se repartan diferente. Pero también es importante que nos faltan los muertos, nos sobran los científicos, los ancianos en su mayoría protegidos y vivos, los niños siguen recibiendo sus medicamentos y vacunaciones y en fin, la vida se esfuerza y esfuerza. . .
Pero de todos modos es importante Humberto que recuerdes todo
esto, lo cansado que estabas, las noches en silencio en la terraza teniendo los
mismos pensamientos que hace 10 años en el malecón cuando mirabas al hotel Cohíba
y esperando un milagro que sea en forma de un ángel, un visitante o un alienígena,
pero que te sacara de todo este predicamento. A veces somos como niños y solo
nos dejamos llevar y deseamos que las cosas sean de la misma maneras. ¡Que tonterías!
¿Verdad?
Pero nada, a sonreír, que los seres queridos no lo noten,
aunque como dice la canción de Silvio Rodríguez: con tanto motivo para no reírse
como hay.