Hoy parecía que sería un dia fácil. Me levanté temprano, digamos que a las 6 am. Café, dos tazas, desayuno (el mío presidiario: pan y agua).
Esperaba a la muchacha que limpia mi casa los sábados. Menos
mal que llegó temprano y salí de cacería. A las 7 am ya mucha gente en las
calles. ¡Claro, Sábado!, la gente que trabaja toda la semana sale el sábado y
el domingo a ver qué pueden comprar. Fijate en la sutileza : no es la mismo
salir a comprar a salir a ver qué se puede comprar. Es decir , lo que se pueda
y lo que se encuentre.
En fin, lo dejé para otro día.
Lo importante es que debía ir a la Habana Vieja, a una tienda en dólares, La
Casa del Electricista. Pero nada, las calles llenas, los tiendas llenas, los
autobuses llenos, las máquinas de alquiler llenos. Y todo antes de las 9 am.
¿La COVID? Bien gracias.
Así que me fui a casa de mi tía, 7 kms de caminata en
las dos direcciones. Por el camino la compra de plátanos y alguna que otra
cosilla. A la vuelta dos pizzas para no tener que meterme en la cocina cansado
y sudoroso.
Con la tía a tomar helados y esperar que me avisaran
que podía regresar a casa. Ya ayer abrieron el aeropuerto de la Habana y era la
comidilla por donde quiera que pasábamos. Algunos lo ven positivo pues podrán ver
a la familia otra vez, ya sea de visita o de regreso después de meses sin posibilidad
de retorno. Para otros es un horror considerando que todos los países tienen
una situación bien difícil. Dicen que los turistas rusos están “cundidos” con
el virus y los están llevando a un centro de aislamiento y se quejan de que es
una prisión. Mira que decir eso los creadores del archipiélago GULAG. Además
dicen que lo sabían cuando decidieron venir, lo que pensaban que estos indiecitos
y negritos del Caribe, atrasaditos, bailadores de conga y con necesidad de
dinero no podrían detectar el virus, y en caso de que lo detectaran se harían
de la vista gorda.
Finalmente llega la tarde, preparar la comida y como
cada sábado esperar al comisario Montalvano, la serie italiana del comisario de
policía en el sur de Italia. Es maravilloso la paz que me da ver el Mediterráneo,
y particularmente ver esos pueblos casi de la época romana, vacíos y blancos,
donde hasta los crímenes parecen hacerse con calma.
Hace mucho calor todavía, los balcones con gente hasta
tarde, comentando las cosas y sobre todo preparándonos para el cambio de
moneda, “se dice” que será este primero de diciembre. Se dice que la vida nos
cambiará, que el dinero alcanzará todavía menos y de una manera tan radical que
Cuba no tendrá vagos en menos de seis meses pues se morirían de hambre. Eso es
una garra de miedo que se nos mete en el vientre.
Algunos nos preparamos para una nueva batalla de
inteligencia, otros de fuerza, otros confían en su juventud y que el tiempo se
encargará de la competencia de los mayores, otros se ríen de una historia que
parece contada al revés. Primero fue el dólar igual que el peso cubano, después
de la revolución solo el peso cubano (¿recuerdan la época de que por tener aunque
sea una moneda de 10 centavos de dólar podías ir tres años a la cárcel por
tenencia ilegal de moneda extranjera y la casi extinción de los numismáticos? Después
nuevamente el dólar de regreso y la cara atontada e incrédula de los presos que
fueron amnistiados porque ya no era ilegal tener dólares, aunque algunos tenían
mucha ira por dentro después de pasar dos años y medio en la cárcel, y para
colmo se quedaron con los antecedentes penales en el registro. Después ya no
circuló más el dólar y apareció un nuevo Rey: el peso convertible que valía 25
veces más que el peso cubano y no se inclinaba en poderío ante el dólar, hasta
sacarlo de circulación. Tener dólares en Cuba por más de 30 años fue absurdo. Y
ahora nuevamente lo tenemos en forma de tarjeta magnética con remesas desde el extranjero,
lo tenemos de manera virtual, pero no podemos tocarlo, aunque si hay algún consuelo
tampoco podemos tocar a sus primos: el euro, el peso mejicano, etc.
Y finalmente el Peso Convertible se va. Se retira de la
escena. Se jubila. No es una derrota. Jugó su papel. Manipuló las finanzas,
jugó con ellas, levanto y destruyó la economía como un master del Juego de
Tronos. Le cede el paso al peso cubano. Pero su recuerdo en la memoria quedará
como lo tienen las antiguas monedas europeas en relación al euro mientras
queden hombres y mujeres que lo mantengan vivo en la memoria. Nos pasará como a
los españoles con la Peseta. ¿Cuánto cuesta esto? ¿Cuánto seriá en las antiguas
pesetas? Pues nada, para nosotros será igual, pero en peso convertibles.
¿quizás el bitcoin cubano sea el convertcoin? Físicamente
no existirá, pero al mismo tiempo lo llevaremos todos los precios a él. Al
final todo es una ilusión. ¡Ha muerto el Rey (CUC) , viva el REY!, ¿el CUP?,
no, el Dólar, ese billete con ese tono verde foresta encantador.