Ya sabemos quienes pueden pagar esos barrios. Los ricos claro esta'. !Y que bien que los haya!
En la Habana hay uno de esos barrios (en realidad hay dos o tres), pero la composición de los habitantes son un poco diferente a la de otros barrios similares en otros países.
Hablo de Miramar. Viven allí algunos descendientes de esas personas que eran ricas, o profesionales y que decidieron no marcharse de Cuba cuando todo se radicalizó. Pero también viven los “nuevos ricos”, los que el sistema ha beneficiado con buenas oportunidades en la vida, por hacer bien sus trabajos, cuales quiera que sean.
¿Qué tienen en común estas personas?
El orgullo por su mundo material. Por lo que poseyeron o poseen. Residencias, autos, lindas ropas y zapatos, tablas de surf, celulares, mp3, ipods, cuerpos de gimnasio. Y aun cuando Miramar no tiene playas, fluye a lo largo de una línea costera con espacio de piedras, pero los habitantes se las han arreglado para hacerla “bañable”, sobre todo los muy jóvenes que en gran parte del año están en las escuelas y les resulta muy distantes las playas del otro lado de la ciudad.
Pero claro, no es un espacio cerrado.
Y debido a que tengo amigos por allí de vez en vez me voy cerca del mar, un placer al que nunca renuncio.
Domingo pasado.
Bello espectáculo el mar, un sol no muy fuerte. Alguna gente ya.
Y apareció.
Venia en su bicicleta, despintada y vieja.
Mas o menos 30 años. Pelo recogido en una coleta. En unos jeans recortados. Sandalias. Un pulóver descolorido.
Quedo' un poco escondido por algunos arbustos y árboles y supuse que estaba guardando la bicicleta para que no diera tanto sol.
A través de las ramas entreví como se quitaba el pulóver y las sandalias y tomaba algo en sus brazos.
Salio de entre los arbustos. Un cuerpo de trabador rudo, Soberbio. Pero lo mas curioso era lo que llevaba entre sus brazos de hombre de trabajo, sin lugar a dudas.
Un bebé. Es decir , un pequeñito de acaso un año y medio.
Pasó entre todos. Haciendo que todos levantaran la vista.
Se encaminó hacia un rincón del lugar, y deposito al bebé en una pequeña poceta natural.
Entre sus piernas.
Lo impresionante fue la forma en que lo depositó. Muy delicadamente. Lo desvistió, le paso un aceite por su cuerpo. Le puso en su lugar el cabello desordenado. Le sacó su inflable, su patito de goma y sonrió.
¿han tenido la impresión alguna vez de que no importa lo que suceda el mundo está bien, es salvable a pesar de todo?
Esa fue mi impresión.
Era puro amor lo que transmitía ese hombre robusto y gigante al lado de su hijo.
No le importaba la gente, ni lo que pensaran de su viejo short o de su bicicleta oxidada.
Nada podía alcanzarlo, y todos los que estábamos cerca sentimos una onda expansiva de amor y bienestar.
Era realmente una mezcla increíble: fortaleza física, salud de hierro, la pureza de espíritu del pequeño, y la suya misma, el mar y el sol, las hormonas que corrían en ese cuerpo increíble y finalmente lo que mas me gusto: la falta absoluta de interés por los presentes habitantes de las residencias, por los autos, las lindas ropas y zapatos, las tablas de surf, los celulares, mp3 y ipods brillantes sobre las coloridas toallas, y cuerpos de gimnasio.
Y me recordó lo que el trovador cantaba:
Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa
Y escondido tras las cañas duerme mi primer amor
Llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vayas
Y amontonado en tu arena
Guardo amor, juegos, y penas.
Humberto. Local Guide in Havana, Guia local en la Habana,
Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa
Y escondido tras las cañas duerme mi primer amor
Llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vayas
Y amontonado en tu arena
Guardo amor, juegos, y penas.
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HISTORIA DE UNA FAMILIA CUBANA
Azul, Blanco y Rojo (parte II)
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