SONYA
Las madres
cubanas, igual que todas las madres latinas, son muy posesivas con sus hijos.
Nunca comprenden que son solo un vehículo por el cual llegamos los hijos.
Recuerdo que cuando tenía más o menos nueve años y recién fallecido mi papá se
lo dije a mi madre. Le peinaba sus rizos negros en los que ya asomaban unas
canas, le dije que no me quedaría a verla envejecer. Que partiría tarde o
temprano de la casa. Quería vivir sola, no quería tener hijos. Sus ojos, que ya
estaban cansados, me miraron fijamente y decidieron no creerme. Al menos eso
pensé en ese momento, después comprendí que realmente había decidido no dejarme
partir, costase lo que costase.
Fue la
primera persona que se equivocó de plano conmigo. No sé por qué creen que mi aspecto de chica linda no
contiene una voluntad de hierro. . . o quizás la falta de un corazón sensible. Quieren
imponerme reglas, quieren seducirme y atraparme en relaciones. Aunque tengo que
reconocer que mi madre me llevó por un camino expedito y sin obstáculos por el
sistema de educación, tuve ropas y zapatos en una Cuba llena de escaseces,
celebraba los cumpleaños en las piscinas de hoteles de la Habana, compró a médicos que emitieron certificados para que
no fuera a las escuela en el campo. Y así llegué a la universidad.
Siempre
quise estudiar derecho. Ya sé lo que estás pensando. Lo mío no era lo de
juicios, presos, defender a ladrones o corruptos. Lo mío era lo de las
relaciones internacionales, las corporaciones, el derecho internacional.
¿En Cuba?
Solo espera.
Recuerda que fuiste mi maestro, que lo que serían clases por cinco años lo
fueron por dos. Tenía planes de otros idiomas y que mientras esperaba para
matricular en la Alianza Francesa me diste clases de alemán. Y así cuando entré
en la universidad ya tenía un tramo andado.
Así fue que
la chica de ojos azules intensos, cabello muy negro con cuerpo de sirena, que
tocaba el piano y la guitarra, que sabía tres idiomas además del suyo y que no
salía con nadie pasó por los tres primeros años de la carrera. Tenía
calificación perfecta, pero como no era participativa en la política sabía que
las posibilidades de un buen trabajo directo al graduarme estaba al borde del
precipicio. Solo una oportunidad de oro podía salvarme porque hay sacrificios
que no estaba dispuesto a hacer. Esas marchas, esos juegos deportivos
universitarios, esos sudores interminables solo eran una última opción y siempre
a ser evitados.
Y me puse a
esperar. En estos dos años que faltaban tenía que aparecer algo importante y
debía estar preparada. Y así fue.
Llegaron
unos abogados de un importante bufete de Canadá. Venían a dar un curso de
negociación. En aquellos años en la universidad había un plan piloto de idioma
francés y los abogados comenzaron su clase hablando en francés. Tímidamente se
levantó un brazo. Era la jefa de los jóvenes comunistas: ¿no pudiera hablar en
español?
El profesor
se bajó las gafas hasta la punta de la nariz, ¿Cómo? A mí me dijeron que
ustedes hablaban fluidamente el francés.
El silencio
y alguna que otra risa nerviosa fue la respuesta. OK, dijo el profesor, solo se
quedan los que puedan hablar fluidamente el francés y el inglés.
Nos quedamos
ocho. Y fue brillante. Ocho mentes muy parecidas a la mía, aunque con menos
ambición, en el sentido positivo de la palabra. Al final del curso nos dieron
una tarjeta de presentación para si quisiéramos contactarlos cuando
“visitaramos” Canadá. Todos rieron ante la imposibilidad de ese pensamiento.
Todos menos yo, pues hacia mucho que esa posibilidad estaba en el libro de
planes de mi vida.
Mi tesis de
graduación fue sobre Marcas y Patentes. Principalmente sobre la Coca-Cola en
Cuba. ¿Recuerdas que te puse en los agradecimientos? Si, uno de los tres , solo
tres. Y en menos de un año estaba en Canadá visitando a mis “amigos”. Realmente
aproveché la oportunidad de un evento internacional al que nos enviaron a un compañero de trabajo y a mí. Al día
siguiente me le perdí y fui al bufete. El canadiense a duras penas me reconoció,
pero finalmente lo hizo y me ofreció trabajo. Fueron tres años gloriosos, de
aprendizajes y de economía. El mundo anglosajón gira alrededor del dinero. Pero
yo no gastaba mucho porque había algo que no me dejaba quieta. Era tan ridículo
y lo probé todo para quitarme la nostalgia, pero me faltaba Cuba.
¿mi madre?
No resistió mi partida. Es decir, ella pensaba que habría retorno de aquel
viaje y cuando la llamé para decírselo me amenazó con matarse. No pensé que lo
haría, pensé que sería solo uno de esos chantajes, pero lo hizo. Agradezco
mucho a los vecinos que la enterraron. Lo que no pudo lograr mi madre lo hizo
la nostalgia por cosas que aun hoy no entiendo.
Regresé como
representante de compañías canadienses en Cuba. No pude recuperar mi
apartamento, pero tengo otro, y otras cosas que la gente llama prosperidad. Lo
importante para mí es el reto y estar libre de ataduras, sobre todo
sentimentales. ¿Cuba? Está en un punto crítico , no se le perdona ciertas
cosas. Y miro a los cubanos caminar hacia la luz y otros hacia el precipicio. Sobre
todo ese coqueteo que tienen los artistas e intelectuales con ese enemigo histórico
de Cuba. Si yo, que me encanta la sociedad de mercado y sus ventajas me doy
cuenta, ¿Cómo ellos no?.Los tontos del cuento que después estarán llorando por
los rincones, pero si hay que vivirlo, hay que vivirlo.
Me gusta de Cuba el clima, sus playas, su energía intrínseca, pero los cubanos en su mayoría no. Pero hay algunos que pueden hacer la diferencia, es una pena que hayas decidido mantenerte al margen de tantas cosas, pudieras hacer la diferencia, pero quizás en ese aspecto pienses como yo, o como diría un amigo: pensar que sus votos valen igual que el mío. Ese es el gran error en mi opinión.
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