Se aproxima el fin del curso. Usualmente no hago recuento
al final de cada curso, siempre ha sido así, un comienzo, un final, un volver a
empezar.
en el mundo de hoy un articulo tan largo es un lujo, pero escribo mayormente para mi, para que no este' solo en mi computadora, para guardarlo en la nube.
es solo otra historia.
Quizás sea que me ha tocado vivir uno de los momentos más difíciles de la sociedad cubana, una época aún más aguda en escaseces y limitaciones de todo tipo, y entonces al finalizar el curso he tenido que continuar trabajando en lo que aparezca y que tenga que ver con lo que me gusta, los idiomas, por ejemplo. Quizás también tenga que ver que en el 1999 mi padre enfermó de cáncer y tampoco podía darme el lujo de disfrutar al menos de más horas de sueño por vacaciones, que era a lo máximo que se podía aspirar en aquellos años pues no había, ni hay todavía, mucho más para alguien que sea maestro.
en el mundo de hoy un articulo tan largo es un lujo, pero escribo mayormente para mi, para que no este' solo en mi computadora, para guardarlo en la nube.
es solo otra historia.
Quizás sea que me ha tocado vivir uno de los momentos más difíciles de la sociedad cubana, una época aún más aguda en escaseces y limitaciones de todo tipo, y entonces al finalizar el curso he tenido que continuar trabajando en lo que aparezca y que tenga que ver con lo que me gusta, los idiomas, por ejemplo. Quizás también tenga que ver que en el 1999 mi padre enfermó de cáncer y tampoco podía darme el lujo de disfrutar al menos de más horas de sueño por vacaciones, que era a lo máximo que se podía aspirar en aquellos años pues no había, ni hay todavía, mucho más para alguien que sea maestro.
En realidad no han sido muchos años de maestro. Antes
comencé el camino de médico. En la sociedad cubana hay una gran tradición de
médicos. Incluso hubo una época que se decía que en Cuba existían 3 clases
sociales: la burguesía, los trabajadores y los médicos.
Yo solo tenía claro que quería escoger una carrera con la
cual dejar una huella en la vida de los demás. Medicina sonaba romántica y
fascinante. Magisterio sonaba mal pagada y agotadora. Pero en todo caso eran
las dos que me llamaban. A medida que se aproximaba el momento de decidir la presión
para que no escogiera ser maestro aumentaba, según los que me rodeaban era la última
carta de la baraja. Cualquier carrera estaba bien excepto ser maestro.
Y así escogí medicina por las razones equivocadas. Y así “perdí”
casi 4 años.
He sido maestro en las montañas, en un aula pequeña,
luminosa y fresca de día y oscura por no tener electricidad en la noche. Aula
de día, dormitorio de noche. Con doce chicos y chicas de diferentes edades en
el día, y totalmente solo en las noches. Tan oscura y calurosa dentro que me
sentaba en un banco afuera a mirar las estrellas mientras comía en un plato plástico
rosa que estaba roto por un costado. Así que la sopa tenía que tomarla en un
jarro de metal. Cansado, pero feliz por el reto de darle clases a tres grupos
de edades diferentes en una sola aula en un mismo día. En aquellos tiempos me
pareció romántico y aventurero. Me dicen que ya hoy esa aula no existe pues los
campesinos se han ido mudando a la ciudad más cercana.
He sido maestro de lengua inglesa para funcionarios del
gobierno en oficinas que miraban al malecón. He sido maestro de lengua española
para alemanes en oficinas con aire acondicionado, pizarras blancas y en vez de
tizas que manchan los dedos de cal bolígrafos negros para escribir sobre ellas.
He sido maestro de niños de tercer grado, de secundaria
(7mo, 8vo, 9no grados) y de pre-universitario (10mo, 11no y 12mo).
He sido maestro desde el año 1998, y desde entonces no he
tenido un solo verano de vacaciones porque los maestros ganamos poco y la vida
es cada vez más cara , porque al contrario de lo que pensaba, la vida no se
hizo más fácil, la familia enferma y envejece y hay nuevos chicos, más gastos.
Entonces hay que trabajar el doble, es decir, también en las vacaciones. He
trabajado como guia de turismo, camarero en cruceros, rentando autos, dándole
clases de inglés a prostitutas en una época en que estaba prohibido tener
moneda extranjera y solo ellas podían, a través de sus clientes, entrar en las
tiendas, así que me pagaban en especie, es decir, he dado clases por jabones,
champú y pasta de dientes. He dado clases durante el día y llevado a turistas
al cabaret Tropicana en las noches, para al día siguiente volver a la escuela.
Y muchas veces me han preguntado si me debo quedar como
maestro en una época en que el tiempo parece correr más rápido y todo parece precipitarse,
quedando gente como yo en el camino del progreso y el consumo, es como esa
figura que se va volviendo más pequeña en el espejo retrovisor del coche cuando
le pasas por al lado en tu coche del año.
Pero entonces, y a veces, hay recompensas. Pequeñas en
magnitud si la contabilizamos, es decir, la ponemos en valor monetario, pero
con una alta carga de valor espiritual y humano.
Cada cierto tiempo me sucede que un ex alumno me visita,
y cada año pueden ser más, espero. Gente joven, adultos ya, que vienen a
agradecer algo que solo ha sido mi aporte a algo que todos llevamos dentro,
pero que en realidad cada vez se nota menos. El amor por los otros y no solo
hacer el trabajo por el que nos pagan.
Pero nada, como dije al principio, siempre ha sido así,
un comienzo, un final, un volver a empezar