CONSTRUYENDO UNA ZONA POR DECADAS
INFANCIA
En mi infancia, la vida se tejía entre apagones
interminables y la incertidumbre de un futuro difuso. Recuerdo esos momentos en
que, al anochecer, el mundo se sumía en la oscuridad y la única opción era
comer adormilado, en una suerte de acostumbrada penumbra. La noche se llenaba
de una calma extraña y resignada, pero también de una sensación de seguridad,
un manto de inocencia que hacía que la falta de luz pareciera casi una
aventura.
Durante estos apagones, la vida familiar adquiría un ritmo
diferente. Las conversaciones se volvían más íntimas, las voces más suaves.
Recuerdo a mi padre contando historias de su juventud, sus palabras cobrando
vida en la penumbra. A veces, sacábamos juegos de mesa y, a la tenue luz de las
velas, pasábamos horas jugando parchís o dominó, riendo y olvidando por un
momento las dificultades que nos rodeaban. . Estudiar se convertía en un
desafío, con los ojos esforzándose por distinguir las letras en los libros. Pero
incluso en esos momentos de frustración, había una extraña sensación de unidad,
como si toda la familia, todo el barrio, estuviéramos juntos en esto,
compartiendo la misma experiencia de oscuridad y esperanza por el regreso de la
luz.
El confort estaba en los detalles más humildes. Mi mamá
trabajaba en un hotel que, debido a la falta de turismo, apenas recibía visitantes.
Sin embargo, esa exclusividad nos permitió disfrutar de un suministro generoso
de rosquillas, merluza y chícharos que sobraba cada dia. Estos manjares se
convertían en pequeños festines, y la idea de que estos productos eran casi un
secreto bien guardado de una Cuba cerrada al mundo, solo acentuaba nuestra
felicidad.
Mis zapatos ortopédicos se convirtieron en un símbolo de mi
infancia, una marca permanente de un tiempo lleno de dificultades. Pero, a
pesar de las miradas curiosas y las dificultades que estos zapatos conllevaban,
al menos tenía un par para proteger mis pasos, un pequeño consuelo en un
entorno a menudo adverso. En ese entonces, no entendía por qué no podía tener
esos tenis coloridos que veía en las pocas revistas extranjeras que llegaban a
mis manos. Pero ahora, con la perspectiva que da el tiempo, reconozco el
privilegio que era tener cualquier tipo de calzado. Esos zapatos, que tanto me
avergonzaban, eran en realidad un símbolo de la preocupación y el cuidado de
mis padres.
Los juguetes eran una de las pocas alegrías garantizadas en
el año. Cada julio, las tiendas se llenaban de juguetes durante cinco días, y
mediante un sorteo, cada niño recibía tres: uno grande, uno mediano y uno
pequeño. Era como un festival de expectativas y sueños infantiles, un
recordatorio de que, a pesar de todo, el espíritu de la infancia podía brillar
con fuerza, incluso en los rincones más oscuros de una Cuba en tiempos
difíciles.
Durante cinco días, gracias a un sistema de sorteo que hoy veo como un intento de igualdad en la escasez. Esa breve abundancia anual era como un oasis en el desierto de la cotidianidad, un momento en que todos los niños cubanos, sin importar nuestras diferencias, compartíamos la misma ilusión y alegría.
Adolescencia: Entre Sueños y Realidades Cubanas
Después de una pausa de diez años, los apagones regresaron a nuestras vidas, pero de repente, un día, ¡magia! Un auto apareció en nuestra familia. Para nosotros, eso era como tener un pasaporte a la aventura. Podíamos ir a la playa, sentir el viento en el rostro y escapar del día a día por un rato. Esos viajes se convirtieron en recuerdos inolvidables, donde la arena y el mar nos ofrecían un respiro de la rutina.
La Escuela al Campo: Aprendiendo Más que en los Libros
Y luego estaba la Escuela al Campo. Al principio, muchos
pensábamos que era una injusticia tener que separarnos de nuestras familias
durante 45 días. Pero con el tiempo, nos dimos cuenta de que era una
experiencia increíble. Para algunos, era una oportunidad para escapar de
hogares difíciles; para otros, era el primer contacto con el campo y una forma
de aprender a trabajar duro. Mirando hacia atrás, creo que fue una de las
mejores lecciones de vida que pudimos tener.En resumen, esos años adolescentes
fueron un torbellino de emociones y aprendizajes. Aunque enfrentamos retos y
limitaciones, también encontramos maneras de disfrutar y valorar cada momento.
Esos recuerdos son parte esencial de quienes somos hoy, llenos de resiliencia y
creatividad.
ADULTO
Realidades: Mi Vida Adulta en Cuba
Y así, casi sin darme cuenta, me encontré en el umbral de la
vida adulta. El niño que una vez fui, con sus zapatos ortopédicos y sus tres
juguetes anuales, dio paso a un hombre con sueños y responsabilidades. La
transición no fue fácil, pero ¿cuándo lo es?, me encontré con una paradoja
curiosa: tenía una casa, pero no era realmente mía. Era el hogar de mis padres,
ahora heredado. Un techo seguro, sí, pero también un recordatorio constante de
las raíces que me ataban y las responsabilidades que heredaba junto con las
llaves.
Idiomas y Estudios:
Mi Pasaporte inmóvil al Mundo
Me sumergí en los estudios con la determinación de quien
sabe que el conocimiento es la única riqueza que nadie puede quitarte. Tres
idiomas se convirtieron en mi tesoro personal, una forma de viajar sin moverme
de la isla, de conectar con un mundo más allá de nuestras fronteras. Libros,
revistas y hoy en dia internet.
La Enfermedad de Papá: Un Giro Inesperado del Destino
Justo cuando pensaba que estaba listo para desplegar mis
alas y volar, la vida me recordó su imprevisibilidad. La enfermedad de mi
padre, que le robó la voz, también me cortó las alas metafóricas. Me vi
atrapado entre mis sueños de libertad y el deber filial, una batalla interna
entre el deseo de volar y la necesidad de permanecer firme en tierra.
Pero la vida, en su sabiduría irónica, siempre encuentra formas de sorprendernos. Un cambio de casa trajo consigo el fin de los apagones, una pequeña victoria contra las sombras del pasado. El encuentro fortuito con un funcionario de turismo abrió puertas que ni siquiera sabía que existían. De repente, me vi aprendiendo a crear páginas web, una habilidad que se convirtió en la semilla de una independencia relativa.
¿Pasos Firmes?
Y finalmente, como un símbolo de este nuevo capítulo,
llegaron los zapatos. Ya no eran un sueño lejano, sino una realidad ocasional.
Cada par era un recordatorio tangible de progreso, pequeño pero significativo.
Esta etapa de mi vida ha sido un viaje de contrastes. Entre
el peso de las responsabilidades familiares y la emoción de nuevas
oportunidades, he aprendido que el verdadero crecimiento no siempre significa
alejarse, sino a veces, encontrar nuevas formas de florecer donde estás
plantado.
Cada día es un equilibrio entre honrar el pasado y construir
el futuro. Y aunque el camino no siempre es fácil, cada paso, cada desafío
superado, cada pequeña victoria (incluso en forma de un par de zapatos nuevos),
me hace creer en el movimiento hacia adelante
Entre la Libertad y la Fidelidad: Las Encrucijadas de mi
Vida Adulta
Pero la vida, con su implacable sentido del timing, decidió
que era momento de una lección de humildad. La enfermedad de papá llegó como un
huracán, arrasando con nuestros planes y esperanzas. Le robó la voz,
arrancándole la laringe, y a mí me cortó las alas justo cuando empezaba a
estirarlas. Me vi atrapado en una encrucijada cruel: mi libertad o mi lealtad.
Elegí la familia, como tantos antes que yo, pero el sabor amargo de los sueños
postergados persistía.
Por un lado, tenía la oportunidad de participar en un
programa de intercambio en el extranjero. Era mi boleto dorado, la oportunidad
de experimentar el mundo más allá de Cuba, de sumergirme en nuevas culturas y,
quizás, forjar un futuro diferente. Sin embargo, aceptar significaba dejar a mi
padre cuando más me necesitaba. La libertad que tanto anhelaba estaba al
alcance de mi mano, pero el precio parecía demasiado alto.
Por otro lado, quedarme significaba posponer indefinidamente
mis sueños. Implicaba asumir el papel de cuidador principal, navegar el
complejo sistema de salud cubano, y convertirme en la voz de mi padre cuando él
ya no podía hablar por sí mismo
La Decisión
Decidí quedarme. Fue una decisión que me pesó durante mucho
tiempo. Veía a mis amigos partir, perseguir sus sueños, mientras yo me quedaba
atrás, atado por lazos invisibles .
Redefiniendo la Libertad.
Sin embargo, con el tiempo, esta decisión me enseñó a
redefinir lo que significaba la libertad para mí. Descubrí que la libertad no
siempre está en la capacidad de ir a donde queramos, sino en la fuerza para
elegir lo que creemos correcto, incluso cuando es difícil.
Esta decisión me llevó por caminos inesperados. Me obligó a
ser creativo, a buscar oportunidades donde parecía no haberlas. Fue lo que me
impulsó a aprender sobre diseño web, a conectar con personas que nunca hubiera
conocido de otra manera, y a descubrir fortalezas que no sabía que tenía.
Estas decisiones difíciles entre libertad y fidelidad no
fueron momentos aislados, sino un proceso continuo de crecimiento y
autodescubrimiento. Aunque a veces me pregunto "qué hubiera pasado
si...", sé que estas experiencias me han moldeado en la persona que soy
hoy, con una comprensión más profunda de lo que realmente importa en la vida. Mirando
atrás, veo un camino lleno de obstáculos, pero también de pequeñas victorias.
Cada desafío superado, cada habilidad adquirida, cada momento de duda vencido,
ha sido un ladrillo en la construcción de quien soy hoy. La vida adulta no ha
sido lo que esperaba cuando era niño, pero ¿cuándo lo es? Ha sido, en cambio,
una lección continua en adaptabilidad, resiliencia y, sobre todo, en encontrar
la belleza y el valor en lo que tenemos, no en lo que nos falta.
La vida adulta no ha sido un camino fácil, y más que disfrutar
de pequeños placeres, me encuentro resistiendo en mi pequeña zona de confort.
Cada día es una batalla por encontrar mi lugar en el mundo, pero sigo
avanzando, enfrentando los desafíos con determinación, y si, también con miedos