Este año que recién terminó fue sorprendente por una razón especial. Algunos de mis alumnos de los últimos 10 años se graduaron en la universidad. ¿Imaginan que alguien a quien hemos dado clases hace cinco o seis años te recuerde el día de su graduación o que te dedique una línea de agradecimiento en la defensa de su tesis? Es algo muy sorprendente, a pesar de que me viene sucediendo más y más cada año.
Este año no
pude ir a sus defensas porque por la COVID no se permitían muchas personas en
los teatros o aulas donde se defendían las tesis de graduados. Solo sus profesores
y familiares.
Enseñar es
como sembrar en las épocas en que no había el desarrollo de hoy en día. Recibes
las semillas y cuidas de ellas, aunque no todas germinan. No todas las que
germinan alcanzan el mismo tamaño, y todas no darán frutos grandes y jugosos. Pero
lo importante es que germinen. Y siguiendo con estas imágenes, ¿Qué es lo más difícil
de lograr? Que la semilla que sembramos se convierta en una planta vigorosa ¡y
pueda caminar!
Hay dos
profesiones a las que considero las más importantes: el agricultor y el maestro
(cualquier nivel). Y sin embargo son de las peor pagadas en general.
No importa
la materia que se imparta, es necesario enseñar la importancia de la tierra y
la trascendencia de la vida que sale de ella. Los niños y jóvenes necesitan
quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos,
y motivarlos a ser generosos: porque por maravillosa compensación aquel que se
da, crece; y el que se repliega en sí, y teme compartirlos con los demás, y
sólo piensa avariciosamente en si mismo, lleva en el pecho todas las canas del
invierno, y llega a ser por dentro, y a parecer por fuera, un insecto.
Los maestros
notamos ,cuando damos clases y las semillas comienzan a germinar, que esos niños
y jóvenes crecen de una manera visible, crecen cuando aprenden algo, y cuando
han hecho algún bien.
Hoy que
parece que casi nadie es feliz, que las luces parecen distante para todos
porque eso que llaman felicidad está en una ciudad o un país lejano donde hay
abundancia material y todos ríen ante las cámaras, es bueno recordar que la
felicidad se la conquista con el ejercicio de la razón, el conocimiento del
universo, y la práctica de la generosidad. El que la busque en otra parte, no
la hallará. Eso lo saben aquellos que solo han encontrado el verdadero sabor de
la felicidad después de haber gustado todas las copas de la vida.
Pero, no debemos desestimar la
importancia de la prosperidad material porque se necesita ser próspero para ser
bueno. Y el único camino hacia la prosperidad constante es el conocimiento, y aquí
caemos nuevamente en la base que dan los maestros. El conocimiento en si mismo,
como la naturaleza, no tiene celos, no tiene odios ni miedos como los hombres.
No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Son los hombres los que se vuelven
celosos y egoístas a la hora de compartir.
Lamentablemente
la mayor parte de los hombres pasan su existencia dormida sobre la tierra.
Comen y beben, pero no saben de si mismos. Entonces los maestros nos
enfrentamos, consciente o inconscientemente, a una cruzada para revelar a los
hombres su propia naturaleza, y para darles la independencia que fortalece la
bondad y ser alguien viviente-consciente en el magno universo.
Recuerdo
cuando hice mi servicio social en las montañas ¡Qué alegría el de los niños cuando veían llegar al
maestro que les enseñaba lo que no sabían! , y así en vez de acerca de crías y
cosechas se hablaba de lo que el maestro enseñó, de las máquinas que existen
lejos, del océano y sus animales.
Pero en la
ciudad es diferente. Aquí a veces los
maestros debemos convertirnos de pedagogos en conversadores. En fin, ciencia y
ternura, maestros medio científicos y misioneros, porque cuando se falla en
esto se crean pueblos vacíos.
Porque ya lo
dijo un maestro, El Maestro de Cuba, hace mucho tiempo: Ser culto es el único
modo de ser libre.
Es decir, puedo
ser libre viviendo en condiciones adversas y lo opuesto viviendo en otras tierras a
las cuales se escapa o se viaja buscando lo que solo puede existir en el
interior, cuando se sabe quien eres y donde están tus raíces. Solo así se puede
uno dar, y aportar a donde quiera que vaya.
LA SEMILLA (II) GATTACA
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Humberto.
Maestro y Guia de Turismo
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