domingo, 22 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE CUBANOS: LA OSTENTACION

 Estas líneas para algunos puede ser solo anecdótico. Para otros son tonos de gris, entre el color blanco absoluto inexistente y el color  negro maldito

En las calles de La Habana, un Mercedes Benz con placa que comienza con "W" o "P" es hoy el símbolo más visible del nuevo poder. Mientras miles de habaneros esperan durante horas en las paradas de guaguas bajo el intenso sol del Caribe, estos vehículos de lujo circulan con sus ventanillas cerradas y el aire acondicionado funcionando, como testimonio silencioso de una nueva casta emergente. Pero la historia de los símbolos de poder en Cuba es mucho más compleja y ha experimentado profundas transformaciones a lo largo de las décadas.

Antes de 1959, la riqueza se manifestaba de manera tradicional del capitalismo: la posesión de centrales azucareros, extensas cabezas de ganado, y cadenas de tiendas marcaban claramente quiénes eran los poderosos. La Revolución transformó radicalmente este panorama. Con la nacionalización de propiedades y la salida de las familias adineradas, los indicadores de estatus cambiaron drásticamente.

Durante la segunda mitad de los años sesenta, al comienzo del bloqueo estadounidense y antes de consolidarse los vínculos con la Unión Soviética, los símbolos de distinción se volvieron sorprendentemente modestos: poder estrenar zapatos nuevos o tener varios pares para diferentes ocasiones se convirtió en un privilegio notable. Realizar una fiesta de cumpleaños con todos los elementos tradicionales, sin necesidad de "inventos", era ya un signo de posición privilegiada.

La década de los setenta trajo nuevos marcadores de estatus. El poder viajar fuera de Cuba se convirtió en el privilegio máximo, reservado casi exclusivamente para funcionarios gubernamentales y sus familias. Sus hijos se distinguían por pequeños detalles: un maletín escolar de calidad, plumas de colores, juguetes importados con características especiales como "autitos" con puertas que se abrían. Mientras tanto, la mayoría de los cubanos vestían ropas desgastadas y descoloridas, situación que llevó a la importación de telas -mayormente chinas- que, aunque de colores llamativos y diseños repetitivos, transformaron las calles habaneras en un desfile de vestuarios idénticos. Incluso esa “forma de vestir” , no vamos a llamarla moda, se le decía “24 x segundo” parafraseado la cantidad de cuadros por segundo de una película.

Los años ochenta marcaron un punto de inflexión. Tras el éxodo del Mariel, y con el fortalecimiento de las relaciones con el campo socialista, aparecieron nuevas formas de distinción social. Las tiendas comenzaron a ofrecer muebles, electrodomésticos e incluso algunas prendas de marcas internacionales. Una nueva generación de profesionales accedió a ciertos privilegios: créditos para automóviles, acceso a bienes de consumo especiales y, sobre todo, la posibilidad de viajar.

La década de los noventa, tras la caída de la URSS, vio emerger una nueva élite. Los hijos de la clase dirigente, criados con privilegios y contactos internacionales, heredaron propiedades estratégicamente ubicadas que transformaron en negocios lucrativos: casas de renta, restaurantes privados (paladares) y conexiones con el turismo emergente. Esta generación, conocida popularmente como "los hijos de los dirigentes", desarrolló una visión híbrida: ni contrarrevolucionaria ni ideológicamente comprometida, sino pragmática y orientada a los negocios.

Llega la década de los dos mil. Obama por unos meses levanta la prohibición de viajes a Cuba y hasta el mas pinto de las palomas hizo dinero, siempre y cuando tuviera propiedades o cierto capital. Lo que era privilegio se convirtió en algo común para mas personas: viajar, conocer extranjeros poderosos, residir en el extranjero. Los privilegios se transformaron. Ya habían grandes privilegio, medianos privilegios, pequeños privilegios y . . .nosotros, los que no tenemos ninguno.

Concentrémonos en los grandes. Hoy en día se han ampliado las posibilidades de negocios, sobre todo con la importación de alimentos. Y para colmo, hasta este momento en que escribo estas líneas, casi sin pagar impuestos.

¿Quiénes son los nuevos privilegiados?

Fácilmente los detectas con los nuevos signos del poder: autos lujosos, grandes, fuertes que se pasean por el país ostentando, sí, ostentando su posición económica. Al principio se les autorizó solamente vehículos de carga, después, como siempre alguien gana con el rio revuelto, en un país donde falta la gasolina, las energías, la electricidad, proliferan todos esos autos con placas que comienzan con W y P. Es la cara notable de la nueva casta.

 Pero, ¿Quiénes son esos?

Comencemos por lo más difícil de tragar y digerir: los cubanos pobres de hoy son los hijos de los honestos de ayer.

 Los pobres de hoy no es que no tengamos inteligencia, talento o ganas, es que no tenemos capital, y por lo tanto no somos esos que podamos aspirar a tener esos permisos que da el Estado para tener negocios y como consecuencia esos autos de lujos, que como dije es lo visible, la punta del iceberg, y que como una bofetada la sentimos en el rostro. Segundo, la respuesta: ellos son por un lado los hijos y nietos de los corruptos de ayer, de los hijos de los que fueron gerentes o trabajaron en empresas extranjeras, de los que fueron funcionarios del gobierno y que incluso traicionando sus obligaciones y siendo depuestos de sus cargos conservaron sus casas que pudieron rentar y sus contactos en el extranjero. También los hijos de aquello oficiales del gobierno que hicieron buenos trabajos y que por el ambiente en que crecieron, estudiaron y mantuvieron las relaciones con gente importante en otros países y viviendo en el extranjero hacen negocios en Cuba y disfrutan en el capitalismo luminoso dinero que extraen en la Cuba pobre.

Los otros, y aun más delicado desde el punto de vista político: quienes tienen familia en Estados Unidos. Los hay quienes se fueron de Cuba al principio de la revolución, pero ya son muy mayores, la mayoría son emigrados en la década del 1980 que han hecho algo de dinero, no suficiente  para Miami, pero mucho para La Habana y han visto la oportunidad de oro de aprovecharse de casi 10 millones de cubanos con grandes necesidades, sobre todo de alimentos. Usualmente traen mercancías desde Méjico o Panamá, hasta ahora los impuestos muy bajos, abren negocios mayoristas y minoristas, llenan las calles con sus productos de tres a diez veces su valor original, lo venden en la moneda cubana con la que después compran dólares que regresan a Estados Unidos. El noventa por ciento están en contra del gobierno y la revolución misma, y ni tan siquiera lo esconden, solo hay que quedarse un rato en sus negocios y oírlos hablar, pues en su ostentación se creen intocables.

Todo esto hace que al menos algunos del pueblo puedan resolver alimentos y demás. Ha sido por otro lado un salvavidas para el gobierno que cada día más va renunciando a sus funciones como Estado en situación de emergencia alimentaria para que nos vayamos acostumbrando a la selva financiera.

¿Negativo?

Uno, es obvio que se lava dinero, y por otro lado el enorme coste ideológico que genera todo esto. Porque el mensaje es bien claro: los hijos o nietos de personas que se fueron del país, no porque andaban buscando mejores oportunidades para vivir, sino porque eran abiertamente contrarrevolucionarios, llegaron a Estados Unidos y lo que decían que no era posible se hizo posible aunque fuera un poquito y son los que están manteniendo hace rato con remesas a sus familias, y ahora con estas posibilidades. Y los trabajadores, las personas que han estado en las menos malas y las malas, que han echado pie en tierra por la revolución,o sencillamente están atrapados en la Historia y son las que están dando su dinero para que ellos se enriquezcan y vivan en condiciones que un obrero no puede soñar.

La Habana en el verano es un horno, sobre todo en las tardes. Estar dos o tres horas esperando una guagua (autobús) para llegar a casa extenuado y enfrentarse a una despensa vacía, o casi, es duro. Pero mas duro es ver pasar por esa parada de guagua un auto del año con aire acondicionado con placa W, y ni tan siquiera ofrecer un alivio a esos que posiblemente enseñen a sus hijos o sanen a sus padres en los hospitales.

La ironía histórica no escapa a nadie: muchos de los que hoy ostentan el poder económico son descendientes de quienes abandonaron Cuba por oponerse a la Revolución. Mientras tanto, los hijos de quienes permanecieron leales al proyecto revolucionario o fueron victimas pasivas de la voragine historica frecuentemente se encuentran entre los sectores más vulnerables de la sociedad.


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miércoles, 18 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE CUBANOS: Lele´

 

 HISTORIAS DE CUBANOS: Lele´

Nos encontramos en su apartamento de La Habana, donde el ventilador del techo gira perezosamente y las cortinas bailan con la brisa . Lele´ conserva ese aire inconfundible de Audrey Hepburn que la caracterizó en los noventa, cuando yo daba clases de inglés a su hijo y a ella le refrescaba frases

Solía traducir tus cartas durante el Período Especial. ¿Cómo recuerdas aquella época?

 "Fueron tiempos de reinvención. Mientras yo traducía mis sentimientos al inglés contigo, mi hijo aprendía ese mismo idioma en tu clase. La vida tiene estas ironías maravillosas, ¿no? Recuerdo que me decías que mis cartas eran pequeñas obras de literatura... algunas de amor, otras de chantaje [ríe]. Cada traducción era un nuevo personaje que interpretaba."

Siempre me intrigó cómo lograbas estar en casa cuando tu hijo despertaba...

"La maternidad te da superpoderes [sonríe]. Recuerdo que tú pasabas camino a la escuela,  temprano,  para las clases y me veías preparando el desayuno como si hubiera dormido ocho horas. Mi hijo nunca supo que mientras él soñaba, su madre vivía otra vida. Aunque ahora, ya adulto, hemos hablado de todo. Los secretos entre nosotros se han convertido en historias para compartir."

Háblame de las otras chicas, de cómo se transformaban en estrellas de cine...

"Éramos un espectáculo ambulante [busca una fotografía en su joyero]. Mira, cada una había elegido cuidadosamente su personaje. No era solo el maquillaje o la ropa; estudiábamos los gestos, la forma de caminar, de fumar, de mirar. Los extranjeros venían buscando fantasías tropicales y encontraban a Marilyn Monroe citando a José Martí. Realmente todo fue creación de Alex, un director artístico de cabarets que se transformo en proxeneta"

¿Y tus 'polluelos'? Recuerdo que tu hijo solía preguntarme por los jóvenes que a veces veía en casa..

[Ríe con picardía] "Ah, mis polluelos... Le decíamos a tu alumno que eran primos del campo que venían a buscar trabajo en La Habana. En realidad, eran mis pequeños proyectos de transformación. Les enseñaba todo: desde cómo usar los cubiertos hasta cómo soñar en grande. Varios de ellos ahora son profesionales , realmente solo disfruto en la cama con chicos muy jóvenes o de apariencia , llamémosle, juvenil. Cuando regreso a La Habana, algunos me visitan con sus familias. "

¿Cómo fue la decisión de irte? Recuerdo que dejaste de traer a tu hijo a clases bastante abruptamente...

"Fue como en las películas: había que escoger el momento preciso. Mi hijo estaba por cumplir la edad del servicio militar, y yo había encontrado a mi 'sueco de Barcelona'. Te pagué varios meses de clases por adelantado, ¿recuerdas? Era mi forma de asegurarme que mi hijo no perdiera su inglés mientras yo preparaba todo. Mientras iba y venia, mientras preparaba el papeleo. Total, que al final se hizo mercenario, es decir, primero militar y ahora vende sus servicios, menos que ha salido vivo de todo"

Y ahora, después de tanto tiempo, ¿cómo ves aquella época?

"Como una película que dirigí y protagonicé. Mi hijo es un ciudadano del mundo, yo tengo mi pequeño apartamento en el Vedado al que regreso cada año, y conservo suficientes historias para escribir diez novelas. ¿Sabes qué es lo mejor? Que ya no necesito traductor para mis cartas [guiña un ojo]."

¿Qué significa La Habana para ti ahora?

"Es mi ancla y mi faro. Cada vez que regreso a mi apartamento del Vedado, siento que cierro un círculo perfecto. A veces mi hijo y yo coincidimos allí, y nos sentamos en el balcón a ver el atardecer. Él me cuenta sus aventuras por el mundo, y yo le cuento las mías, ahora sí, sin censura. La Habana nos recibe como si nunca nos hubiéramos ido. Con arrugas como las mías"

¿Algún arrepentimiento?

[Pausa mientras mira por la ventana] "¿Arrepentimientos? No. Cada decisión que tomé fue por amor: amor a mi hijo, amor a la vida, amor a mi libertad. Y mírame ahora: tengo un hijo que recorre el mundo, un apartamento en Barcelona, otro en La Habana, y la satisfacción de haber escrito mi propia historia. No está mal para una jinetera que se creía Audrey Hepburn, ¿verdad?"

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ENTREVISTA 1 (A LOS OTROS CUBANOS) : RAFAEL

 RAFAEL

Siempre me gusta estar bien temprano en la oficina. Me acostumbré desde que comencé a trabajar con firmas europeas. Las reuniones eran más o menos a las cuatro de la mañana en La Habana. Después de un buen café me siento a mirar el mar, o la piscina del hotel de al lado del edificio. Ese resplandor del amanecer en el agua me calma y me da energías. Ver a la gente corriendo para alcanzar el transporte al trabajo para comenzar el día cuando el mío ya lleva casi cinco horas. Me gusta descalzarme y dejar que el calor del café me recorriera el cuerpo. Por eso siempre llevo mocasines, me encantaba descalzarme y estirar las piernas, disfrutando de ambientes relajados.

“¿Qué me preguntabas? “ Ah , sí, soy de Cienfuegos. Estudié en la universidad de Santa Clara. Ingeniería. Fueron años muy felices. Pero estudié mucho. Lo tenía claro desde el comienzo, sobre todo cuando regrese a casa después de graduarme. De alguna manera mi madre se enteró de que soy gay. A la mañana siguiente me botó de casa y tomé un autobús para La Habana. Ella era muy católica.

Tenía un conocido aquí en La Habana y tenía poco tiempo. En una fiesta esa semana conocí a Gabriel. Me llevaba más de 30 años, pero era agradable y profesional, había viajado por Europa y me sentí cómodo con él . Tenía casa. Y me consiguió trabajo. Cinco años después mi vida había cambiado totalmente. Siempre me habían gustado los idiomas y sentarme por las madrugadas a leer, pero si era a estudiar mejor. Aprender algo útil es más práctico. Ganar dinero con conocimientos que otros no tienen me hace sentir bien. En esos cinco años entré en todos los cursos del Ministerio de Comercio Exterior, pulí mi francés y mi alemán. El inglés era ya pan comido hacia mucho. Soy de esos que tuvo que aprender desde el Windows 95 hasta un Doctorado en Economía.

¿Qué si me gusta el dinero? Muchísimo. Me he esforzado mucho para tenerlo. Y no, no veo la contradicción entre vivir en Cuba y tener dinero. Sé que hay gente que se va a los dos extremos. Pero yo estoy en el centro. He tenido y tengo un buen trabajo, tengo dos apartamentos, uno de ellos alquilado a un diplomático que una vez fue mi amante. Tengo auto, una casa en la playa, visa para Estados Unidos por diez años y con ella obtuve la de Méjico por el mismo tiempo. Mis abuelos españoles que no conocí me dejaron la posibilidad de su ciudadanía y pasaporte. Y al mismo tiempo me encanta trabajar para mi país y su gente. Sé que la realidad para muchos es difícil, pero yo he creado la mía, y si yo pude ellos pudieran. Además, quizás tengamos las mismas metas solo que vamos por carriles diferentes. No veo la contradicción entre gustarme las cosas buenas de la vida, las sutiles, el rechazar el ruido y los carnavales y al mismo tiempo trabajar lo mejor posible y defendiendo los intereses de mi país. Realmente hace mucho que no le dedico tiempo a pensar en esas cosas.

¿mi mejor experiencia? Mi viaje a Paris, exactamente mi primer viaje a Paris. Y dentro de ese viaje la visita al museo de L’Orangerie o la llamada Capilla Sixtina del Impresionismo. Allí están los grandes murales de los Nenúfares, pintados por Monet al final de su vida. Desde la primera vez que entré  allí se me saltaron las lágrimas .Es una habitación oval  con varios murales de un lago con nenúfares en diferentes momentos del día. Desde el diseño de la habitación hasta los asientos en el centro, las paredes blancas y contrastantes los murales con azules intensos, reflejos de un agua hechos con grandes trazos de pincel que más que reflejar sugieren un mundo de belleza, un mundo mejor. Ese es el espíritu del mundo que le deseo a Cuba.

Es bueno estar acá mirando los reflejos del sol en la piscina del hotel de al lado. Pronto se inaugura uno nuevo en malecón y creo que pediré alquilar una suite para oficina allí, frente al mar, sin vista a la ciudad, solo el mar. Pararme en el centro de la habitación y ver solo el horizonte.

Sí , con esto del COVID todo se hace más difícil. . .para ellos. Me apena y espero que pronto termine, ya es demasiado tiempo para la gente pobre del mundo, incluido los cubanos. Extraño las tardes en los jardines del hotel Nacional. Tomarme algo con algunos amigos o solo, esperar a mi pareja antes de irnos a casa o a comer en cualquier lugar.

No, no tengo muchos amigos o conocidos en el gobierno más allá de lo estrictamente laboral. Ellos necesitan a gente como nosotros, trabajo duro y muchas horas pero la política y sus empleados mientras más lejos mejor. No tenemos mucho en común, ya te dije que me gustan los silencios.

Lo que más disfruto: mis paseos en Kayak. Llevo mi mochila y en ella un mantel de cuadros rojos y blancos, varios sándwiches y una botella helada de vino blanco. Llegamos a la ensenada cerca de la casa de la playa y allí lejos del mundo compartimos momentos y la caída del sol en este mar maravilloso que nos rodea y que cada vez son menos los que se detienen a mirarlo.

Sí, lo sé , llevo una vida mejor, pero no me lo han regalado.

¿preocupado? Para nada, los que vienen detrás están drogados en dopamina dada por internet y Disney. Hay oportunidades, y las que están por venir son mejores aun.

Claro, puedes perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos, pero, ¿Dónde no?

ENTREVISTA 2: SONYA



martes, 17 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE FIN DE AÑO. Un momento en la noche en el malecón

 Unos minutos en el Malecón

Alguien una vez me dijo que el mundo me arrollaría. Que no era lo suficientemente listo. Pues nada, los años pasaron y como había que vivir de todos modos, pues me he tratado de divertirme por el camino, he tratado de no hacer el mal y cosas como algo de dinero no me han faltado. ¡Hay tanto que ver, tanto que hacer! Y ciertamente no hay nada de malo en recorrer la vida lejos de las avenidas principales, y hacerlo por las calles laterales, de vez en cuando creer que somos estrellas de Rock. En definitiva, todo lo que brilla no es oro. El mundo ya es bastante agresivo, y posiblemente se volverá peor. Es como patinar sobre una capa delgada de hielo. Pero hay que seguir adelante. En fin, que no soy brillante, ni guapo, pero estoy aquí. Lo importante es resistir lo más posible y no deprimirse.

Y entonces recorrer las calles de La Habana puede resultar una prueba de fuego. Hay tanto espíritu vagando por ellas. Las personas pasaron hace un rato, pero los olores que dejan—la alegría, la esperanza, la tristeza, el ansia de revancha, los sueños de escapada, las frustraciones—permanecen por un rato flotando en el aire. Y algunos incluso por décadas, solo hay que sentarse un rato, cerrar los ojos y te llegan las lágrimas del pasado, los alientos de gente huyendo o persiguiendo a otros, y otros sentimientos que te arrastran si no tienes buenos cimientos.

El Malecón, otrora escenario de desenfreno y pasión, ahora respiraba una melancolía contenida. El mar, eterno confidente, acogía mis lágrimas como si fueran gotas de lluvia. Su rumor, profundo y ancestral, me envolvía en un manto de paz, disolviendo mis penas en la inmensidad del océano. A mis espaldas, la ciudad dormía, sumida en un apagón que acentuaba la oscuridad de la noche. Las luces de los faros, como ojos vigilantes, recorrían el horizonte, mientras los edificios, silueteados contra el cielo, parecían susurrar historias secretas.

El Malecón, con sus cicatrices de sal y viento, susurraba historias de amores y desamores, de triunfos y derrotas. Cada piedra, cada grieta, era un capítulo en la crónica de una ciudad que ha visto pasar siglos. Y yo, sentado en su borde, me sentía parte de esa historia, un grano de arena en la inmensidad del tiempo.

La brisa marina, salada y húmeda, me despeinaba el cabello y me llevaba consigo los restos de mis preocupaciones. La ciudad, con sus luces parpadeantes y sus sonidos amortiguados, parecía una criatura dormida, soñando con días mejores. Y yo, junto a ella, soñaba también.

Humberto

Guia Local y Maestro.

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jueves, 12 de diciembre de 2024

HISTORIA DE CUBANOS. GONZALO

 Historia de Cubanos. Gonzalo









En una tarde calurosa de La Habana, Gonzalo observa desde su balcón el mar que separa Cuba de Florida, el mismo mar que ahora divide a su familia. Como muchos profesionales cubanos de su generación, Gonzalo representa una paradoja viviente: un hijo de la revolución que ha prosperado en el delicado equilibrio entre los ideales socialistas y las realidades del mundo globalizado.

Trabajando para una firma canadiense en Cuba, Gonzalo logró lo que muchos considerarían el "sueño cubano moderno": un trabajo bien remunerado, la capacidad de viajar internacionalmente, y la posibilidad de ofrecer a su familia comodidades que la mayoría de los cubanos solo pueden imaginar. Sin embargo, esta prosperidad relativa sembró las semillas de su actual soledad.

Durante años, cada viaje familiar al extranjero se convertía inadvertidamente en una lección sobre las carencias de su patria. En París, señalaba la eficiencia del metro; en Toronto, la abundancia en los supermercados; en Madrid, la libertad de expresión en las calles. Sin darse cuenta, Gonzalo estaba escribiendo un guion en las mentes de sus hijas: la vida real, la vida que vale la pena vivir, estaba en otra parte.

La pandemia actuó como una olla a presión sobre estos deseos contenidos. Cuando las restricciones se levantaron, sus hijas, armadas con sus títulos universitarios cubanos y sueños americanos, emprendieron diferentes rutas hacia Estados Unidos. El "éxodo privilegiado", como algunos lo llaman, estaba en marcha.

Pero la realidad estadounidense resultó ser más compleja que las postales turísticas. Una de sus hijas, arquitecta en Cuba, limpia casas en Miami. Otra, que hablaba de abrir su propio negocio, lucha con la barrera del idioma y la complejidad del sistema bancario americano. La tercera, la más joven, descubre que su título en medicina requiere años de revalidación y exámenes costosos.

La ironía no escapa a Gonzalo: sus hijas, educadas en un sistema que prioriza la igualdad y la solidaridad, ahora navegan las aguas turbias del capitalismo sin la red de seguridad social que daban por sentada en Cuba. Las llamadas telefónicas se han vuelto ejercicios de omisión, donde las dificultades se minimizan y los logros se exageran. 

Ahora, Gonzalo y su esposa contemplan unirse a sus hijas, no por el sueño americano, sino por la más básica de las motivaciones humanas: la reunificación familiar. La decisión implica abandonar no solo su posición privilegiada, sino también el fruto de décadas de trabajo en un sistema que, con todas sus limitaciones, les permitió construir una vida digna.

Esta historia refleja una realidad más amplia en la Cuba contemporánea. La generación post-1959, educada en los valores de la revolución pero expuesta a las tentaciones del mundo globalizado, enfrenta una crisis de identidad. Sus hijos, criados en esta dualidad, a menudo eligen el espejismo del consumismo sobre la seguridad modesta pero estable de su tierra natal.

La política migratoria estadounidense, que otorga beneficios especiales a los cubanos por motivos históricos, añade otra capa de complejidad. Crea una ilusión de facilidad que contrasta duramente con la realidad que encuentran al llegar: una sociedad que, más allá de las consideraciones políticas, no siempre tiene un lugar preparado para ellos.

Mientras Gonzalo contempla su próximo paso, su historia plantea preguntas incómodas sobre el verdadero costo de la emigración materialista. ¿Cuánto vale la comodidad material frente a la disgregación familiar? ¿Qué se pierde cuando se abandonan los valores sociales por promesas de prosperidad individual? En un mundo cada vez más polarizado entre el colectivismo y el individualismo, estas preguntas resuenan mucho más allá de las costas de Cuba.


HUMBERTO. Guia y Maestro

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lunes, 9 de diciembre de 2024

ENTREVISTA 2 (A LOS OTROS CUBANOS): SONYA

 








SONYA

Las madres cubanas, igual que todas las madres latinas, son muy posesivas con sus hijos. Nunca comprenden que son solo un vehículo por el cual llegamos los hijos. Recuerdo que cuando tenía más o menos nueve años y recién fallecido mi papá se lo dije a mi madre. Le peinaba sus rizos negros en los que ya asomaban unas canas, le dije que no me quedaría a verla envejecer. Que partiría tarde o temprano de la casa. Quería vivir sola, no quería tener hijos. Sus ojos, que ya estaban cansados, me miraron fijamente y decidieron no creerme. Al menos eso pensé en ese momento, después comprendí que realmente había decidido no dejarme partir, costase lo que costase.

Fue la primera persona que se equivocó de plano conmigo. No sé  por qué creen que mi aspecto de chica linda no contiene una voluntad de hierro. . . o quizás la falta de un corazón sensible. Quieren imponerme reglas, quieren seducirme y atraparme en relaciones. Aunque tengo que reconocer que mi madre me llevó por un camino expedito y sin obstáculos por el sistema de educación, tuve ropas y zapatos en una Cuba llena de escaseces, celebraba los cumpleaños en las piscinas de hoteles de la Habana, compró  a médicos que emitieron certificados para que no fuera a las escuela en el campo. Y así  llegué a la universidad.

Siempre quise estudiar derecho. Ya sé lo que estás pensando. Lo mío no era lo de juicios, presos, defender a ladrones o corruptos. Lo mío era lo de las relaciones internacionales, las corporaciones, el derecho internacional.

¿En Cuba?

Solo espera. Recuerda que fuiste mi maestro, que lo que serían clases por cinco años lo fueron por dos. Tenía planes de otros idiomas y que mientras esperaba para matricular en la Alianza Francesa me diste clases de alemán. Y así cuando entré en la universidad ya tenía un tramo andado.

Así fue que la chica de ojos azules intensos, cabello muy negro con cuerpo de sirena, que tocaba el piano y la guitarra, que sabía tres idiomas además del suyo y que no salía con nadie pasó por los tres primeros años de la carrera. Tenía calificación perfecta, pero como no era participativa en la política sabía que las posibilidades de un buen trabajo directo al graduarme estaba al borde del precipicio. Solo una oportunidad de oro podía salvarme porque hay sacrificios que no estaba dispuesto a hacer. Esas marchas, esos juegos deportivos universitarios, esos sudores interminables solo eran una última opción y siempre a ser evitados.

Y me puse a esperar. En estos dos años que faltaban tenía que aparecer algo importante y debía estar preparada. Y así  fue.

Llegaron unos abogados de un importante bufete de Canadá. Venían a dar un curso de negociación. En aquellos años en la universidad había un plan piloto de idioma francés y los abogados comenzaron su clase hablando en francés. Tímidamente se levantó un brazo. Era la jefa de los jóvenes comunistas: ¿no pudiera hablar en español?

El profesor se bajó las gafas hasta la punta de la nariz, ¿Cómo? A mí me dijeron que ustedes hablaban fluidamente el francés.

El silencio y alguna que otra risa nerviosa fue la respuesta. OK, dijo el profesor, solo se quedan los que puedan hablar fluidamente el francés y el inglés.

Nos quedamos ocho. Y fue brillante. Ocho mentes muy parecidas a la mía, aunque con menos ambición, en el sentido positivo de la palabra. Al final del curso nos dieron una tarjeta de presentación para si quisiéramos contactarlos cuando “visitaramos” Canadá. Todos rieron ante la imposibilidad de ese pensamiento. Todos menos yo, pues hacia mucho que esa posibilidad estaba en el libro de planes de mi vida.

Mi tesis de graduación fue sobre Marcas y Patentes. Principalmente sobre la Coca-Cola en Cuba. ¿Recuerdas que te puse en los agradecimientos? Si, uno de los tres , solo tres. Y en menos de un año estaba en Canadá visitando a mis “amigos”. Realmente aproveché la oportunidad de un evento internacional al que nos enviaron a  un compañero de trabajo y a mí. Al día siguiente me le perdí y fui al bufete. El canadiense a duras penas me reconoció, pero finalmente lo hizo y me ofreció trabajo. Fueron tres años gloriosos, de aprendizajes y de economía. El mundo anglosajón gira alrededor del dinero. Pero yo no gastaba mucho porque había algo que no me dejaba quieta. Era tan ridículo y lo probé todo para quitarme la nostalgia, pero me faltaba Cuba.

¿mi madre? No resistió mi partida. Es decir, ella pensaba que habría retorno de aquel viaje y cuando la llamé para decírselo me amenazó con matarse. No pensé que lo haría, pensé que sería solo uno de esos chantajes, pero lo hizo. Agradezco mucho a los vecinos que la enterraron. Lo que no pudo lograr mi madre lo hizo la nostalgia por cosas que aun hoy no entiendo.

Regresé como representante de compañías canadienses en Cuba. No pude recuperar mi apartamento, pero tengo otro, y otras cosas que la gente llama prosperidad. Lo importante para mí es el reto y estar libre de ataduras, sobre todo sentimentales. ¿Cuba? Está en un punto crítico , no se le perdona ciertas cosas. Y miro a los cubanos caminar hacia la luz y otros hacia el precipicio. Sobre todo ese coqueteo que tienen los artistas e intelectuales con ese enemigo histórico de Cuba. Si yo, que me encanta la sociedad de mercado y sus ventajas me doy cuenta, ¿Cómo ellos no?.Los tontos del cuento que después estarán llorando por los rincones, pero si hay que vivirlo, hay que vivirlo.

Me gusta de Cuba  el clima, sus playas, su energía intrínseca, pero los cubanos en su mayoría no. Pero hay algunos que pueden hacer la diferencia, es una pena que hayas decidido mantenerte al margen de tantas cosas, pudieras hacer la diferencia, pero quizás en ese aspecto pienses como yo, o como diría un amigo: pensar que sus votos valen igual que el mío. Ese es el gran error en mi opinión.

ENTREVISTA 1: RAFAEL