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lunes, 29 de marzo de 2021

MI DIA A DIA. MARZO 26, 2021. QUEDATE EN CASA.

 QUEDATE EN CASA.

Un año de pandemia. Un año sin turismo. Cuatro años de Trump. Un 2020 terrible con 280 medidas económicas contra el pueblo de Cuba (¿contra el gobierno?, no me hagan reír). Cuatro meses sin Western Union.

Me levanto a las 4 de la mañana. Necesito al menos dos tazas de café. Hay silencio en las calles, pero ya se sienten ruidos en los apartamentos contiguos. Nos estamos preparando para comenzar el día. Para conseguir alimentos. He podido comprar unos dólares un poco más baratos de lo que cotizan en el mercado negro y espero que me venga a buscar mi prima y su marido que tienen auto para ir a una tienda que recién ha abierto y que como tiene un departamento separado para que puedan comprar los diplomáticos, tiene un mejor surtido.

Osmosis comercial.

El silencio durará hasta las 5 am que es cuando se levanta el toque de queda. En los cruces de las avenidas están los patrulleros, que como zombis de pandemia esperan a las victimas despistadas que osan poner un pie fuera de casa antes de las 5 am.

No obstante algunos se desplazan en la oscuridad, se encaraman en los árboles y duermen parte de la noche allí. Otros alquilan escaleras de edificios que están cerca de tiendas. El factor tiempo es importantísimo: estar cerca de una tienda, no importa la moneda en que se despache, representa la posibilidad de marcar incluso hasta para 10 personas y después vender los turnos a 5 usd a los que viven lejos o los que sencillamente tienen la plata para poder dormir hasta más tarde. Un modus vivendi desarrollado en tiempos de pandemia y que parecía extinguido. Es decir, tanto los policías como la gente común han desarrollado técnicas en este año de pandemia. Una técnica que solo ha añadido elementos nuevos pues lleva casi sesenta años perfeccionándose.

Mi madre se despierta mientras me siente hacer café. Como dije, necesito al menos dos tazas de café pues normalmente preparo clases o leo hasta tarde. Cada vez duermo menos, o en realidad no duermo bien. Muchas cosas de las que estar pendiente. En fin, se levanta, nos tomamos el primer café, calientito y poderoso que se agradece y da esperanzas de un día bueno de cacería. Así es como veo yo al acto de ir de compras. Depende de la suerte, del tiempo, del “enemigo” (la policía) y de los competidores. Dependes de tus reflejos, del arte de negociar, de tus habilidades de poder interceptar a los empleados de las tiendas y averiguar qué sacaran hoy e ir haciendo tus cálculos. De cualquier modo no importa lo que venderán, lo necesitamos.

Casi las 5 am. Ya estoy casi listo. Reviso las provisiones: agua, un poco más de café, algunas galletas por si hay hipoglicemia, algunas servilletas por si acaso alguna emergencia. Gafas de sol para más tarde pues casi todas las colas son bajo el sol. Todos los preparativos son pocos pues serán cuatro a cinco horas de cola hasta que las tiendas abran, y después el tiempo que se demoren en despachar.

5 am. Mi prima me llama y me dice que ya salieron. Debo estar en 4 minutos a más tardar a dos cuadras de casa, en una avenida para recogerme y salir disparados hacia la tienda Palco. Cada minuto cuenta, cada minuto representan al menos 10 turnos de gente que llega antes. Recuerden que muchos reservan turnos para familiares, amigos. . .y clientes.

Se sienten a mis espaldas la gente saliendo de las casas, dando portazos, con pasos rápidos hacia las panaderías, los mercados de viandas, y las tiendas. Los que trabajan salen más tarde. Los primeros en llegar son los que estaban en árboles y escondidos en portales. Sobre todo los que van a las tiendas en pocos minutos ya han vendido sus turnos. En un buen día son cincuenta dólares o su equivalente en pesos.

Multipliquemos:  5 turnos por 5 dólares igual a 25 por 24 pesos cubanos (cambio oficial, aunque en realidad está a 45) hacen 600 pesos por al menos 3 veces por semana son 1800 por 4 semanas 7200 pesos, el salario de un neurocirujano o doctor en ciencias.

Tomamos la Quinta Avenida a velocidad prohibida. En esos momentos siempre pienso en mi vida, en lo que he hecho y en lo que no, las oportunidades que aún quedan si el mundo se arregla, en la gente maravillosa y perversa que he conocido, ¡en tantas cosas que se pueden ir a la m. . . si salimos por el aire o nos estrellamos contra un poste!

Llegamos a las 5:10 am. Oscuridad total, muchos autos con sus luces encendidas. Solo gente en autos y motos pues es área apartada y apartada. . .de la “plebe”. Calculo que haremos un cincuenta o sesenta. Todo depende de la cantidad de coleros y los turnos que han marcado (aún lejos y en zona exclusiva los hay). Hay cierto alboroto. Resulta que a las cinco en punto la policía llegó y multó al menos a 12 personas que ya estaban allí pues era imposible que hubieran llegado a las cinco sin irrespetar el toque de queda. Al principio de la pandemia las multas eran irrisorias, unos 100 pesos, hasta hace un mes eran de 2000 pesos, hoy en día son de 15 000 pesos.

Cuando se llega a las colas hay que estar muy atentos. Se tiene que saber detrás de quien vas, fijarte en las ropas que usa, siempre preguntar exactamente para cuántas personas ha marcado o vienen con ella/él, y después preguntar por las personas que van delante al menos por tres turnos en caso de que la persona detrás de quien has marcado se vaya o se pierda (pasa mucho con las personas mayores). Ahora solo resta esperar hasta eso de las 7 am. Llega el momento de socializar, conocer a los compañeros de este día. Allí te enteras de muchas cosas, de los que han padecido la COVID, de los que están por ser abuelos o padres, de los negocios turbios del gobierno, de las noticias de la mañana, de que si el día anterior llegó un camión con queso o yogurt. Están los chistosos, los amargados, los que se la saben todas y los despistados, los que se conectan por datos por internet para preguntarle a sus familiares en Miami lo que están desayunando y de paso mostrarles la cola que están haciendo con “la pila de esclavos comunistas” que mantienen a este gobierno.

A las 7 am más o menos (varia de tienda en tienda), sale un policía (casi siempre con el grado de Mayor) y mediante una aplicación de su teléfono escanea los carnés de identidad. Ya ese día no puedes comprar en ningún otro lugar pues al menos por 24 horas apareces en una base de datos en toda Cuba (en teoría es para prevenir el acaparamiento). Repito: todavía no sabemos lo que hay o lo que no hay en la tienda. Ahora se acaban las posibilidades de los coleros pues ahora ya los turnos están dados. Solo resta esperar a que abran la tienda. Quedan de dos o tres horas. Hora de tomar el café que trajimos de casa, un poco de agua y alguna galleta. En esta tienda solo dan 200 turnos, y si todo fluye bien, entonces a las 3 pm darán otros 100 más.

Una vez dados los turnos hicimos el 79 y el 80. Ya todo organizado y sin posibilidad de que pierdas el orden de la cola ya todos nos relajamos. La tienda abre a las 9:30. Entran 30 turnos e increíblemente demoran cuarenta minutos. Entramos en la tercera ronda.

Esta vez muchas menos cosas que la vez anterior, pero algo es algo (consuelo del cubano). Los que vamos con presupuesto limitado con calculadora en mano. Gente conversando por whatssap con sus familiares y amigos, si algún amigo desea algo le hace una transferencia a su tarjeta y asunto resuelto.

Una hora mas tarde ya de salida.

Llegué a casa a las 3 pm. Cerebro licuado

¿recuperación? Posiblemente en dos días.

Que conste que lo que cuento no es ánimo de crítica. Ya he sobrepasado hace tiempo esa línea y hacerle el juego a los que quieren hacer otra revolución, pero esta vez por control remoto, desde fuera y que los muertos los pongamos nosotros, los que estamos dentro. Es solo contar para recordar algún día, si aunque sea un décimo de felicidad o prosperidad llega a mi vida, lo que viví en determinado tiempo y así saber apreciar y amar lo que me tocará vivir. Las razones y las críticas se debaten en un eterno mar de política y egoísmo. No es que quiera creer o no, pero por mi integridad sicológica quiero creer que esas tiendas en dólares o euros son otra fuente de moneda dura que el gobierno necesita para ayudar a mantener la alimentación básica de 11 millones de personas que recibimos por una libreta de abastecimiento (otros le dicen racionamiento), que no queda de otra con un bloqueo brutal de una superpotencia y una pandemia de más de 1 año que nos ha dejado sin fuentes de ingreso. Hospitales, centros de investigación, trasporte; servicio eléctrico, de agua y gas se han mantenido. Quiero pensar que en algún momento regresaremos a lo que teníamos en el 2019 y que tanto nos quejábamos.

Un año sin turismo. Un año sin trabajo. un año sin ver a amigos queridos y familiares. Un año como todos en el mundo entero, o casi. Sin embargo, en otros países sobran las cosas, o quizás se repartan diferente. Pero también es importante que nos faltan los muertos, nos sobran los científicos, los ancianos en su mayoría protegidos y vivos, los niños siguen recibiendo sus medicamentos y vacunaciones y en fin, la vida se esfuerza y esfuerza. . .

Pero de todos modos es importante Humberto que recuerdes todo esto, lo cansado que estabas, las noches en silencio en la terraza teniendo los mismos pensamientos que hace 10 años en el malecón cuando mirabas al hotel Cohíba y esperando un milagro que sea en forma de un ángel, un visitante  o un alienígena, pero que te sacara de todo este predicamento. A veces somos como niños y solo nos dejamos llevar y deseamos que las cosas sean de la misma maneras. ¡Que tonterías! ¿Verdad?

Pero nada, a sonreír, que los seres queridos no lo noten, aunque como dice la canción de Silvio Rodríguez: con tanto motivo para no reírse como hay.


sábado, 10 de octubre de 2020

MI DIA A DIA. 10/10/20

 

Hoy comienzo unas especie de crónicas (casi) diarias. Muchas personas me preguntan cómo  es el dia a dia del cubano promedio. Y eso es lo que hare’, contar algunas cosas del hoy, con alguna que otra explicación para hacerlo “mas potable". Si no gustan las borraré del blog.

No sé si considerarme un cubano promedio. Para algunos el cubano promedio es el muy pobre. Para un europeo yo soy muy pobre. Para un cubano pobre soy de clase media. Y para el gobierno. . .soy un enigma (envuelto en misterio). Así que vamos allá. No siempre serán  sobre mi, sino de cosas que presencio o solamente me rozan. Y recuerden, estamos en tiempos de pandemia y todavía las escuelas cerradas.

Bien temprano fuera de la cama que el que se levanta temprano Dios le ayuda. 6 am. Tengo la suerte de tener café y preparo mis dos tasas. Necesito dos para comenzar el dia. Bien negro. Preparo el desayuno para mi madre y para mi, y a la calle a conseguir algo de vegetales y viandas, y además algún liquido de limpieza antes de que aparezcan los inspectores y los revendedores los desaparezcan. De vuelta a las 7:30 am.

La muchacha de la limpieza viene los sabados asi que parto a la calle a la segunda etapa de la caceria, es decir, conseguir mas alimentos. En mi celular llevo música, libros, y algo de datos para conectarme con los amigos. Todo perfecto para una cola de 3 horas, aunque yo casi nunca las hago. Como dice un guajiro que vino a vivir a mi cuadra: mientras haya huevos, pan, yuca, malanga, frijoles y aguacates no se me ha perdido nada en esas colas donde la gente se hacina.

Fui a casa de mi tia, esta vez no caminando. Usualmente hago 8 kms al día, pero ayer hice 12, y prefiero darle un poco de paz al cuerpo, tome’ una guagua (autobús) y en 5 minutos allí. Llegamos a tiempo para comprar algo de yogurt y de paso nos metimos en una cafetería que reabría después de 7 meses de cuarentena. Helados italianos y café’ expreso (ocurren milagros y cosas así. . .) Me da mucho placer invitar a mi tia cada semana a algo así. Mi prima tiene sus características y no considera esas cosas importantes, al menos para los mayores. Pero lo son.

En fin, regresé a casa a eso de las 1 pm y me entere’ que habían caído unos inspectores en la bodega de los bajos de mi edificio y le encontraron un gran déficit de mercancías al bodeguero. Haciéndolo corto llamaron a la policía y derechito al calabozo. La verdad que me sorprendió, el chico me caia bien, era muy reservado, no se le acumulaban los “amigos” en la bodega y no parecía que se metiera en asuntos turbios. Parece ser que lo más importante fue la leche en polvo para los que tienen dieta médica. En fin, la vida continúa. De cualquier modo hace tiempo deje de solicitarles “favores” a los bodegueros. Y ahora menos que aplican grandes multas a los receptadores.

Una siestecita, y después casi un privilegio, yogurt de merienda con galletas de dulce. Hoy es sábado, me encierro en mi cuarto y en un equipo de música viejo que tengo, pero que aun se escucha aceptablemente, disipo el estrés de la semana: me preparo un concierto de rock a todo volumen. Bailo, canto y termino exhausto. Nadie me imagina en esa faceta. Casi llegué a estudiar para bailarin profesional, pero entonces el asma me llevaba bastante mal y nada, me dejaron a un lado, pero había pasado  bien las pruebas. Aun hoy conservo el ritmo, la cadencia y soy muy bueno en la improvisación. Pues nada, mañana será otro dia. Usualmente los domingos nunca han hecho la diferencia en mi vida, al contrario, me provocan. . .tristeza.

lunes, 3 de agosto de 2020

LUMPEN PROLETARIADO O EL ENEMIGO DENTRO


(no solo para Cuba y los cubanos)

En estos días de pandemia, en una sociedad como la cubana con graves problemas económicos, por causas propias y por interferencias ajenas muy poderosas ha sucedido lo que otras veces. Unos comienzos caóticos ante cualquier factor que desestabilice un equilibrio precario de la economía. Precario cuando ha existido.

Y el elemento visible de este desequilibrio ha sido la escases en las tiendas que se ha agudizado aún más, sobre todo en las de alimentos, que por demás son las únicas que han permanecido abiertas. Y dentro de todo esto un elemento que ha logrado levantar olas de furor en la población cubana:  el colero (de colas) y acaparador de alimentos. 
Sin escrúpulos logra organizar un sistema para comprar cantidades de alimentos que luego venderá en el mercado negro a los que trabajan, a los ancianos y enfermos que no pueden hacer colas por horas, muchas veces desde la madrugada.  Y eso en momentos de pánico por una pandemia y una situación que todos estamos conscientes puede romper nuestras vidas, hacerla añicos

Lo curioso es que pocos, si alguien , los llama por su nombre verdadero. Les dicen acaparadores, coleros, delincuentes, e incluso anarquistas en otros paises, pero en realidad, y no importa la sociedad en que vivan, su nombre es: lumpen proletariado.

Ellos son  ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la sociedad, pueden a veces ser arrastrados a manifestaciones sociales; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida están más bien dispuestos a venderse. Su sueño es acceder a las riquezas de alguna manera y lograr lo que los delincuentes famosos y ricos, hacen; la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena.

Políticamente y socialmente forman un grupo peligroso, en realidad no tienen conciencia de clase. Pongamos uno o dos ejemplos actuales. Son los que se unen a las manifestaciones en Estados Unidos en el movimiento BLACK LIVES MATTERS para hacer saqueos y asaltos a la propiedad. Son los que han logrado salir de la miseria traficando con drogas en Colombia y otros países (por ejemplo, un Pablo Escobar), son los que emigran a Europa Occidental para formar grupos criminales y controlar la trata de blancas y la droga misma. Y así muchos e infinitos ejemplos. Y en Cuba, pequeñita y frágil económicamente, trafican con alimentos en momentos de pandemia.

El lumpen proletariado es una escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales y concentrada principalmente en las grandes ciudades. Ese desecho es absolutamente venal y de lo más molesto. Cuando los obreros franceses escribían en los muros de las casas durante cada una de las revoluciones: «Mort aux voleurs!» ¡Muerte a los ladrones!, y en efecto fusilaban a más de uno, no lo hacían en un arrebato de entusiasmo por la propiedad, sino plenamente conscientes de que ante todo era preciso desembarazarse de esta banda.

Y pese a quien le pese (y debe haber muchos pesares) esos son los que cada día mas luchan desde Estados Unidos por cambiar las cosas en Cuba y apoyan a los que en Cuba “defienden la ley de la oferta y la demanda” con los alimentos que compran en las tiendas para después revenderlos hasta tres veces sus precios.
Suenan feos y repugnantes, y es inevitable que en el menor de los casos despierten sentimientos de rechazo, como un ente que apesta y al que hay que destruir. Y repito, en cualquier sociedad.

domingo, 26 de julio de 2020

MIEDO AL HAMBRE




La relación que tienen los cubanos de hoy en día con los alimentos es muy peculiar, por no decir dramática. Como todo en la vida de los cubanos que han nacido y vivido en la Cuba después del 1959, la comida también está teñida con tintes políticos. Cuando los dioses del planeta deciden que los alimentos se conviertan en un arma política, en una fuente de chantaje, el acto de comer y disfrutar pasa nuevamente a ser lo que fue en otros tiempos, cuando el hombre recorría kilómetros para encontrar algo que llevarse a la boca: supervivencia.

Yo por ejemplo cuando salgo a comprar algo de alimentos le llamo ‘salir de cacería’. Es un acto de fe, es un juego de azar, es una adivinanza maquiavélica, nunca se sabe.

Hay miles de historias, experiencias duras, que tenemos los cubanos y que nos han marcado y nos causan un miedo tremendo a no tener alimentos. Es normal, diría cualquiera, en el mundo hay mucha gente que pasa, pero no estoy hablando de un miedo lógico, es un terror a volver donde estuvimos cuando desapareció la Unión Soviética y nos quedamos sin socios comerciales.

Hoy les contaré cuatro o cinco historias personales. Las reduciré a un mínimo de palabras, evitare’ ser dramático lo más posible. Pero deseo que comprendan que todas han dejado secuelas en mí y en la mayoría de los cubanos. Los que se han ido a vivir fuera de Cuba se echan a llorar en los supermercados, los que vivimos en Cuba acaparamos lo más que podemos porque tenemos la certeza que más temprano que tarde habrá escases nuevamente. Es cíclico.

Hamburguesas
Después de casi un año sin comer proteínas por fin el gobierno encontró una solución. Ya había personas que enfermaban por falta de proteínas y vitaminas. Entonces una vez cada 15 días asignaban a cada cuadra un restaurante donde debíamos ir a buscar una hamburguesa. Pero atención, una acera una vez y la otra acera dos semanas después. Un ticket para una familia. El ticket decía la cantidad de personas que tenía la familia. Llegábamos, una cola (la más silenciosa y triste que nunca había y he visto), al principio se trató de disfrazar un poco las cosas para que no luciera patético. Un pan con ajonjolí, tomate y un pepinillo. Después solo un pan con la hamburguesa. Finalmente solo la hamburguesa. Y en unos meses nada.  ¿Sentimiento? Humillación.

COL
La llamábamos “colada”. Fue la temporada de la col y un poco de tomate. Hacíamos como un estofado, pero con col en vez de carne. En el almuerzo, en la cena. Así por tres meses fue casi lo único que comimos. ¿Sentimiento? Desesperación, sensación que no resistiría.

PIERNA DE CERDO
Un amigo de mi papa’ reapareció después de casi dos años sin visitarnos. Porque necesitaba algo de nosotros. Nos trajo de ‘regalo’ una pierna de cerdo. Hacía ya 5 años que no comíamos no solo cerdo sino carne roja de ningún tipo. Mi mama’ preparo’ un bisté para cada uno. Creo que con solo el olor que despedía en el sartén yo me llené. Lo comimos lentamente, había también arroz y frijol negro. Todo un banquete.  Aquella noche hubo hasta sobremesa.
Al día siguiente parecía que me habían puesto una inyección de vida. Mis músculos se sentían diferentes, podía hasta ver con más claridad y sonreíamos por cualquier cosa. Y recordé las palabras de un profesor que tuve cuando estudiaba medicina: el ser humano es omnívoro, pero solamente pudo desarrollar su cerebro cuando pudo comer la carne cocinada. ¿Sentimiento? Al principio esperanza, después miedo de regresar.

EL HUESO DE LA PIERNA DE CERDO
Llegó a su fin la pierna de cerdo. Quedaba el hueso y la piel. Nosotros vivíamos en una zona donde siempre teníamos agua y electricidad, pero nos faltaba el gas para cocinar. Tenía una amiga que en su zona no faltaba el gas, pero faltaba mucho el agua y la electricidad. Así que ella venía a lavar la ropa mi casa y yo cocinaba en la suya.
Un día partí con los frijoles para su casa, y con el hueso de la pierna para darle más sabor y sustancia al potaje. Antes de partir mi mama’ me dijo que cuando terminara de cocinar, y con mucho tacto, les preguntara a mi amiga y su esposo si querían quedarse con el hueso para que hicieran unos frijoles “diferentes” también. Así lo hice, y claro, aceptaron. Me despedí y quedamos que al día siguiente regresaría para hacer arroz.
Al día siguiente mientras hacia el arroz, mi amiga me pregunto’ si le podía pasar el hueso a la vecina de los altos porque ella creía que todavía se le podía sacar más sabor. ¿Sentimiento? Atrapado en un hueco sin salida.

Producto de todos aquellos años muchos cubanos desarrollamos algún tipo de neuritis. Yo debute’ con migrañas y calambre en las manos que aun hoy me duran. Eso por mencionar solo algunas cosas. Nuestras historias personales son diversas y la mía trato de no olvidar. No porque me guste recrear lo malo, es para valorar cada bocado de alimento que viene a mí, agradecer a las personas que los cultivan y lo hacen llegar de alguna manera. Cada alimento es una bendición y lo valoro como tal.

Las personas que me conocen saben que muy pocas veces dejo algo en el plato. Es más, cuando vamos a algún restaurante (aun hoy un lujo para la mayoría de los cubanos) mis amigos separan la parte que no comerán y después me la dan. Tengo un hambre infinita, soy como un limpia-pecera, no me gusta dejar en el plato lo que considero una bendición, y no comprendo a esos cubanos que dicen que no comen esto o aquello por simplemente un detalle. Disfruto cada sabor, cada aroma de la comida y lo que trae añadido: las bebidas, las especias, las conversaciones. Me lleno tanto que a veces me siento mal, pero nada comparado a tener el estómago pegado a la espalda.

Son otros tiempos. Hay algunas salidas decorosas para el gobierno actual, pero para nosotros el fantasma está ahí. ¿Cuál es el sentimiento que predomina en mi cuando miro al pasado reciente? El miedo a pasar hambre otra vez. El día en que los padres deben de dejar de comer para garantizarle el alimento a los hijos, y cuando los hijos sonreimos mientras le decinos a nuestro ancianos que coman que ya nosotros comimos algo en la calle.