lunes, 28 de junio de 2021

BELLA CUBANA: CATALINA DE LASA



 CATALINA, una y otra época 

Catalina de Lasa fue considerada una de las mujeres cubanas más hermosa de todos los tiempos. Ganadora de los concursos de belleza de la aristocracia cubana en los años 1902 y 1904. Desde su mausoleo Art Déco hecho por René Lalique en el cementerio de Colón de la Habana con cristales de Murano y esmeraldas nos incita a recordar una Cuba que ya no existe, su vida glamorosa y sus viajes que aun hoy serían considerados extraordinarios. Ella y su segundo esposo, catorce años mayor, fueron el centro de atención de un escándalo a principios del siglo XX, antes de que existiera el divorcio en Cuba y que conmovió a toda la alta sociedad. 

Esa mujer, de la aristocracia cubana, Matancera, que abandonó a su esposo por irse con otro que era el rey de la crónica amarilla en la Habana, Juan Pedro Baró. A la que le quitaron sus hijos y a donde quiera que se presentaban todos abandonaban el lugar, como aquella vez que con el Teatro Nacional lleno toda la platea abandonó la sala y entonces ella se quitó sus joyas y las lanzó al escenario para que cantaran y tocaran solo para ellos. De familia noble y con muchos miembros que participaron en la lucha por la independencia de Cuba se unió a un hombre cuya familia se hizo rica con la trata de esclavos. Con el tiempo hubo cierta admiración por la mujer que rompió las convenciones sociales, quizás  la belleza ayude a perdonar, o al menos comprender.

Eran tan ricos que su casa de la Avenida Paseo en la Habana fue considerada en su momento la más hermosa de toda América Latina. Y aunque hubiera sido solamente la más bella de Cuba ya era un gran mérito, considerando la gran cantidad de casas de esa época que aun hoy, cien años después, conservan esplendor y sueños por vivir. Nada fue dejado al azar. Nada de alfombras que ocultaran aquellos gloriosos pisos con dibujos en mármoles importados de colores diferentes. Casi sin cuadros para que apreciara el trabajo perfecto del estucado de tradición veneciana, ocre, rosa y azul, los muebles, las lámparas, lucetas y apliques de Lalique en vidrio malva de Murano, especialmente diseñados para cada lugar preciso de la casa. La casa de tono rojizo por sus mármoles y la arena roja de cierta parte del desierto del Zahara (todavía están en el sótano sacos para futuras reparaciones). Nada al azar salvo ellos dos. 

Hasta el 1962 perteneció a la familia y entonces se convirtió en una de esas incongruencias que marca el socialismo tropical , la Casa de la Amistad Cuba-URSS. Con el tiempo, la evolución típica de la teoría de la ventana rota (de ella hablare’ pronto en otro blog): las habitaciones se convirtieron en cafetería, restaurante, los jardines alquilados para fiestas de pioneros, nada muy diferente a la historia de otras mansiones abandonadas por sus dueños, poniendo tierra por medio “hasta que los americanos paren en seco a esos barbudos comunistas” y las cosas volvieran a ser como antes.

Ella y su familia fueron representantes de una mezcla de aristocracia mezclada con burguesía rica y con prestigio patriótico. Como ella misma decía , sus apellidos fueron la mejor dote que llevó a sus matrimonios , aunque los contemporáneos decían que  más valiosa era esa especial belleza que varias mujeres de esa familia heredaron.

Por supuesto que tenían que conocerse en Paris, una ciudad que conocían mejor que La Habana, que por otro lado ya casi no vivían los herederos de fortuna, pero a la que siempre se regresa por razones inexplicables y siempre muy propias. Por supuesto que compraron una de las mejores casas del París de la época, y que después fue la casa de los Onassis.

¿Qué hubieran dicho o cómo habrían actuado si hubieran vivido solo unas décadas más cuando el triunfo de Fidel Castro? Esa burguesía que formó parte de la alta jerarquía del ejército que luchó por la independencia de Cuba, eran en definitiva burgueses nacionalistas. Como muchos que sí coincidieron con los comienzos de la revolución al principio les resultaban simpáticos esos jóvenes rebeldes, pero pronto hubo un cambio, se sentía la frialdad, y se podía entender, ellos perdían sus posesiones y un mundo conocido y amable donde ya eran triunfadores o candidatos seguros, donde iban perdiendo amigos y parientes muy cercanos y todos perdían, muy conscientemente, un futuro que antes parecía moverse  por caminos prefijados. El mundo volaba en pedazos y parecía que no iba a parar. Era una revolución, que se asfixia y muere cuando deja de moverse, como pasa con los tiburones, que aunque a veces estén muertos parecen que se mueven porque la corriente los arrastra y siguen asustando a los bañistas que solo ven la aleta dorsal fuera del agua. Esto se ha cumplido siempre hasta ahora, y ya lo sabemos, es quizás solo una cuestión de tiempo.

Catalina representa una época que siempre está presente en La Habana. Sus calles, sus edificaciones, su espíritu es lo que da el carácter principal de La Habana hoy en dia. Es lo que atrae al turismo, es lo que hace suspirar de nostalgia a muchos cubanos por una época perdida en décadas atrás y que parecía mágica, llena de igualdad y abundancia, llena de detalles que el socialismo rechaza o sencillamente elimina a golpe de mandarria o porrazo. Los palacetes y casas de esa época, las historias de sus vidas sumerge a la desigualdad, el expolio y la explotación en tipos de leyendas urbanas que las nuevas generaciones ya no están dispuestas a creer. Ellos y gente como ellos son el sueño de muchos hoy en Cuba, que aun viniendo de familias muy humildes o francamente pobres de aquellos años  también, los que trabajan y daban las riquezas a Catalina y los suyos, creen que ese mundo debería regresar, aunque sea para mirarlo desde las aceras como hacían sus abuelos u hoy en dia desde Facebook e Instagram.

Humberto

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EL PERFUME.

 Agradecimiento a mi amigo Ismael. Cuando nos conocimos me abrió un océano de fragancias nuevas y por lo tanto de mundos que no conocía. El olor del chocolate de primera calidad, las especias que conocía solamente por libros, pero nunca había probado u olido. Las fragancias de perfumes o colonias que parecían ser del paraíso, de un mundo vetado. El olor del cuero noble, de vinos , de las cosas nuevas y sus envolturas que me sorprendían desde antes de descubrir los tesoros que me había traído como regalos. El olor de comidas que nunca antes había probado y que con su paciencia budista en cada viaje de miles de kilómetros disfrutaba regalarme de restaurante en restaurante, de paladar en paladar  cada noche, literalmente cada noche, y con conversaciones que parecen no tener fin. Y todo esto sin pedir nada a cambio, solo por el placer de hacer despertar los sentidos dormidos de alguien en una isla lejana y con mala fama a la que nunca pensó regresar, de hacer un nuevo amigo que se merece lo mejor, aunque viva en el otro lado de la Historia y del mundo.



ANTES DE 1990

Al poco tiempo del 1959 ya teníamos en Cuba problemas con los artículos de aseo y limpieza. Toda la materia prima provenía de Estados Unidos y la historia ya la conocen.

Una década más tarde teníamos un solo tipo de jabón de lavar, dos tipos de jabón de baño y más tarde solo uno, dos tipos de champú (uno para cabello riso y otro para cabello lacio). Dos tipos de colonias que fueron después cuatro y dos perfumes en la década del 1980s. Dos tipos de desodorantes, uno en crema para los negros y otro en barras sólidas para los blancos. Olores intensos al estilo ruso, nada de sutilezas. Talco sin olor para después del baño, y creo que eso fue todo. No nos enteramos que en otras partes se habían creado y  usaban champús para cabellos grasos, secos, dañados, teñidos, igualmente que habían entrado en el mercado acondicionadores, mascarillas capilares, suavizadores, detergentes para ropa de color, detergentes con bacterias que devoraban la suciedad, desodorantes para todo tipos de pieles y con decenas de fragancias nuevas cada año.

La vida era simple para nosotros, los olores eran naturales, la ropa de cama olía a sol y a almidón . No había mascaras ni cremas en rostros ni fragancias artificiales en la piel. Pero tampoco había magia. Nadie entraba ni salía de Cuba y por lo tanto no sabíamos.

Mi mamá guardaba un pequeño frasco vacío, con una delgada capa parda sólida de esencia seca en el fondo de un frasco de Chanel número 5 que de alguna manera llegó a sus manos, y alguna que otra vez la veía en la ventana destapar cuidadosamente el frasquito y oler por unos segundos aquel aroma que durante unos minutos la transportaba a otra época cuando era joven y unas gotitas detrás de las orejas y en las muñecas era como llevar un arma mortal para conquistar el mundo.

Todo hasta el 1990 cuando cae el muro de Berlín y el campo socialista de Europa del Este. Y entre las cosas que cambiaron fue la llegada de los turistas, con un mundo moderno, oloroso y atrevido en fragancias en sus equipajes.

 

EL ANCIANO DE “EL ENCANTO”

A Ricardo lo conocí durante el periodo especial cuando todos los cubanos hacíamos colas de varias horas para conseguir algo de alimentos. Nunca lo había visto antes, pero nos llevamos bien inmediatamente. Fueron esos días donde todos nos volvimos un poquito contrarrevolucionarios y culpábamos al gobierno por todo lo que nos estaba pasando y entonces Ricardo me contaba de su época de juventud. Fue jefe de piso en la tienda mas elegante de la Habana, y por lo tanto de America Latina: El Encanto.

Otro día escribo sobre ella, pero lo importante ahora es mencionar que este hombrecito diminuto fue el jefe de piso donde se encontraba la perfumería. La Habana era el lugar donde se probaban los perfumes franceses que venían a América, si gustaban seguían para las grandes urbes del continente:  New York, Ciudad Méjico, Buenos Aires.

Ricardo aun en los años 1990s se vestía como si estuviera activo, aun cuando la tienda fue victima de un sabotaje en 1961 y él se jubiló en los años 1980s. Camisas de mangas largas, pantalones de pliegues en la cintura y hasta de vez en cuando zapatos de dos tonos. Colores claros en el verano y oscuros en el invierno.

Pero con el periodo especial desaparecieron los artículos de limpieza. Lavábamos la ropa con agua y sal; y la cabeza con flores de mar pacifico, y mientras pasaba esto Ricardo se iba apartando en las colas, se mantenía distante y ya no conversábamos. Hasta que un día coincidimos y casi que lo acorralé en una esquina del portal de la bodega donde comprábamos. . .lo que podíamos. Y ante mis preguntas me hizo a su vez otra: ¿no las ves? ¿no lo sientes?, me dijo mientras me hizo notar pequeñas moscas que llamamos en Cuba guasasas que revoloteaban sobre su cabeza, “ a donde quiera que voy vienen hacia mí. Ya no puedo más con este olor, esta falta de higiene, se me cae la cara de vergüenza”

A Ricardo lo dejé de ver por un tiempo. Murió por una sobredosis de Valium que no sé de donde lo sacó porque escaseaba tanto como el jabón. Decían que estaba muy deprimido por todo lo que pasábamos, pero yo creo que lo hizo por vergüenza de tan solo pensar que era rechazado por el mal olor característico que tienen  los ancianos desprotegidos.

 

 

CLASES PRIVADAS

Me he puesto unos audífonos para escribir esta parte. Escucho música Caribeña, alegre y colorida, para espantar los sentimientos negativos. Es curioso, en aquel entonces me sentía muy feliz de llegar a casa con el resultado del trabajo de todo un mes y por “el sabor del peligro” en los labios.

Pero el tiempo cambia las cosas, la visión de las cosas. Ahora siento un poco de desánimo y vergüenza. Y no sé bien porqué, en definitiva hice lo mejor que pude y con las herramientas que tenía: mi mente y mi conocimiento.

La historia comienza así. En la esquina de mi casa hay un hospital. En aquel entonces era un hospital ginecobstétrico, es decir, atendía mujeres y sus dolencias propias, y embarazadas. Toca a mi puerta una mujer de unos 35 años, elegante y perfumada, con sortijas de oro y perfume un poco fuerte. Me pregunta si soy Humberto. Ella, Elsa,  la jefa del departamento de microbiología del hospital. La cuestión era que ella y unas amigas querían dar clases de Inglés.

Hasta ese momento yo no había dado clases privadas. Y realmente ni había pensado en ello, pero ya mi padre comenzaba con el cáncer en su garganta y era el año1998 y no había manera de conseguir alimentos baratos. Acepté. No sería lejos de casa, a solo 20 minutos. Las clases en su casa o, en caso de que la clases coincidieran con su horario de trabajo en algún momento se podían dar en la casa de una de las chicas, justo al lado de la de ella. Perfecto.

Seré breve. Casas preciosas, pero algo me llamó la atención inmediatamente. Elsa de 35 años con esposo (director del hospital) de 70. Las muchachas mucho más jóvenes, escasamente 18 años. En total 5. El pago pudiera ser de dos maneras: en efectivo o en especie. En pocas palabras: Elsa era una madame, las chicas sus prostitutas, jineteras, y como estaban con extranjeros podían comprar en las tiendas de los hoteles y por lo tanto podían pagarme con lo que ellas comprarían. Una de ellas era la hija de un teniente coronel que vivía en la casa de al lado, y todo debía ser muy en secreto, incluidas las clases de ingles.

Cada mes ellas me preguntaban sobre si efectivo o mercancía. Siempre fue mercancía. Cada fin de mes yo regresaba feliz con mi botella de champú, dos jabones, algo de detergente, pasta dentífrica, un desodorante y un poco más porque me pagaban 3 dólares por 3 clases de una hora a la semana. Fueron casi dos años hasta que mi padre empeoró y durante un tiempo no pude dar clases de ningún tipo.

Pero durante ese tiempo fue la época que la gente lavaba con sal, el señor Ricardo murió quizás de vergüenza, y la gente se lanzaba al mar en búsqueda de una mejor vida, y yo , al menos durante un tiempo no tuve esa preocupación. Tampoco eran productos buenos, lo importante era la cantidad, y tampoco remedié lo de los alimentos, pero al menos estábamos limpios.

Con el tiempo ese recuerdo me oprime el corazón. Y no sé exactamente la razón. O sí la sé, y es que quizás las cosas no han cambiado mucho.

LA LIBERTAD DE OLER BIEN

Es quizás la más menospreciada de las libertades. Muchos la califican de superficial. Pero a los cubanos nos brinda mucha información. Las fragancias nos dicen si tu jefe, tu amigo, tu cliente o simplemente la persona que tienes delante han viajado recientemente, si se asea diariamente o solo cubre la mugre con perfumes. Nos dice si tiene dinero, si es coqueto o coqueta por el brillo del cabello. Los hombres y mujeres cubanos nos alteramos las hormonas con solo sentir que alguien pasa a nuestro lado recién bañado oliendo a jabón de calidad, a crema sobre la piel. Unos cabellos mojados oliendo a champú y suavizador nos transportan a unos minutos atrás a una ducha donde muchas cosas pudieran pasar.

Pero además, el poder comprar, escoger, disfrutar de productos de aseo es un signo de libertad para los cubanos. De que no solo quieres sino también puedes cuidar de ti, de que nadie te puede limitar y tenga poder sobre ti.

Puede parecer un razonamiento superficial, pero después de tantas décadas marca la diferencia. Y tanto es así que siempre me sonrío (soy de esos maestros que se vuelca sobre los alumnos para revisar sus ejercicios mientras lo hacen en clases) y ellos dicen que soy “el teacher que huele a yuma”


Humberto

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viernes, 11 de junio de 2021

ESCLAVO COME CROQUETAS

 Dos introducciones para comprender mejor. Y leer hasta el final, que siempre pueden ser sorprendentes. 

Hace algunas semanas un cubano, o una cubana, viviendo en Cuba, publicó en Facebook una foto con sus brazos con algunas quemaduras leves. En el texto de las fotos se decía que esas quemaduras fueron hechas porque estaba friendo unas croquetas que se venden muy baratas y que al ponerlas en el aceite caliente saltaron de la sartén. Allí venían una serie de insultos al gobierno que vendía esas croquetas que debían ser comida para animales y no para personas. Ciertamente las redes se hicieron eco de ese post (sí, nosotros nos quejamos del precio del helado y de las croquetas ya que nos faltan los secuestros, los narcotraficantes y los asesinatos en masa) y poco a poco se le añadieron más elementos y se compartió mucho entre cubanos emigrados y sus amigos extranjeros. Como información de primera mano quiero decir que yo también las he comprado, frito  y comido sin tener esa mala suerte, pero quizás me tocaron las menos saltarinas de todas. No obstante, malas son, pero en Cuba comemos los que haya a la mano no los que queremos.

La otra introducción es que en el transcurso de todos estos años trabajando como guia he conocido a muchos extranjeros , algunos de ellos personas interesantísimas y curiosas en los por qué de las cosas. Con ellos acostumbro a intercambiar por whatssap y telegram, y a su vez me añaden a sus grupos de debate que tienen entre amigos y colegas. Realmente no me gusta opinar sobre otra realidad ajena a la mía (cosa que no hacen con nosotros y con Cuba) porque hacen falta muchos elementos más allá de las agencias de noticias que tratan de llevarnos en direcciones muchas veces ajenas a la realidad. Nosotros los cubanos lo sabemos muy bien. Pero al vivir en Cuba me consideran marxista, comunista, intolerante y esperanzado en una realidad vana que según algunos de ellos “esta’ anclada en la miseria material”. En otras palabras, soy la fuente de contraste y el punto de vista de un proletario resentido de un país pobre.

A veces me pregunto si alguien realmente me conoce. Menos mal que la mayoría me considera buena persona (aunque sea una pena que sea comunista, según ellos).Que tontería. 

Así que frecuentemente , cuando las conversaciones se estancan sale a relucir el tema de las croquetas. Por ejemplo, ayer. Un colombiano me pregunta sobre cómo veía yo desde mi punto de vista la situación en Colombia. Con mucho tacto (ya saben que las conversaciones de Paz entre la guerrilla colombiana y el gobierno de ese país fueron en Cuba) le expreso mi opinión. ¿Respuesta? “Es que lo importante para nosotros es evitar el comunismo y no terminar comiendo todos solamente esas croquetas voladoras que comen todos ustedes todos los días”

Otro momento, un cubano que hace tres años que se fue de Cuba. Aquí lo conocí, inteligente, trabajaba en un banco y supongo que en el medio de una crisis existencial decidió  quedarse en Miami. Allí trabaja cuidando a una persona mayor, vive en una habitación de 5x4 sin cocina. Trabaja todos los días por 10 horas. No ha podido reunir todavía para un viaje, para una gran cena en un restaurante, para un fin de semana en un hotel. Pero es libre, me dice. En los primeros momentos de la pandemia usaba mascarilla con un pomo de agua mineral de 5 litros modificado donde metía la cabeza para no contagiarse. Ahora no usa nada, a la mascarilla le llama bozal, porque lo que quieren los poderes ocultos es que nos envenenemos con nuestro propio CO2 y no cogerá el virus porque según él no forma parte de su realidad. Y por supuesto no se vacunará porque no quiere que le implanten nanotecnología en su cuerpo. Y por cierto cuando conversamos por whatssap nunca dice “vacuna” sino “inyección” para que los algoritmos de Facebook y la CIA no lo detecten como negacionista y uno de esos seres que quedara’ libre una vez que todos seamos controlados por los microchips de Bill Gates. Y claro, de todos modos se siente muy bien viviendo en un país donde no existen esas terribles croquetas “matagente”


Y finalmente la guinda. Un amigo de Méjico me invita a su grupo a escuchar y expresar sus opiniones sobre las elecciones de medio término en su país. Todos de clase media, con negocios más o menos grandes. Todos contra el presidente. Yo escucho y escucho, hay cosas que no entiendo muy bien. Me piden mi opinión, pero antes debo hacer algunas preguntas. Parece ser que incómodas, de cualquier modo Méjico es una democracia burguesa bien establecida y al sur de Estados Unidos. Blindada. Pero mis preguntas generan cierta hostilidad. Poco a poco comienzan a hablar de Cuba, ¿Por qué? No los sé si era sobre Mejico, quizás para sentirse mejor en su abundancia material. Yo dejo de responder. Pero no olvidan y de repente salta una voz agresiva que pregunta: ¿Y quién invitó al esclavo come croquetas a este grupo?

Solo me dio por reír. Los sé, es denigrante ser llamado así, ser visto así. Pero muchas cosas hay que vivirlas para comprenderlas, y no obstante  muchos no lo hacen. Otras veces no hay nada que comprender, solo sobrevivir. Otros fueron hasta ayer come croquetas y hoy que tienen mejor suerte lo olvidan y desprecian a su gente y ponen un precio muy alto, incluida la traición y el crimen, por dejar de comer croqueta y comer faisán.  









Humberto

Guia Local Y Maestro.

Tour de Ciudad. Arte, Sociedad, Historia

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LEYENDO EL PERIODICO EL PAIS

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jueves, 6 de mayo de 2021

CARLOS ACOSTA, ASI SOMOS LOS CUBANOS

 Hace algún tiempo quería escribir algo sobre nosotros los cubanos. Quería escribir algo amable, que diera una mejor idea de quienes somos los cubanos que nos interesa Cuba como Patria, como el hogar de lo mas valioso que tenemos en nuestras vidas. Pero buscaba y buscaba las palabras y todas me parecían huecas, tomadas de rehenes por los políticos y demagogos desde hace mucho tiempo y por lo tanto me sonaban vacías, eran como telas desteñidas  que trataban de vestir mi alma, pero dejaban ver que fueron usadas muchas veces y no lograban cubrir el mas ligero de mis pensamientos.

Después buscaba entre  compatriotas ejemplos que mas que sentirnos orgullosos de ellos nos dejaran ver esa cualidad humana que tenemos todos, de todas partes del mundo, pero en este caso alguien que fuera  de Cuba que nos recordara que hay mas que revoluciones, partidos políticos, que nos dejara ver que en Cuba hay seres humanos extraordinarios en su diario vivir que un día tienen la suerte o no de ser ricos, o famosos, pero siguen siendo ante todo bellos cubanos.

En fin, ha sido una búsqueda de largo tiempo, y aunque he encontrado varios me he decidido comenzar por alguien muy especial.

Aunque sea ocioso recordarlo, valga: el cubano Carlos Acosta ha sido uno de las mas, sino el más grande bailarín del mundo, y en ese podio sólo lo acompañan dos mitos: Nijinsky y Nureyev.  Acosta acaba de publicar su autobiografía No way home. A Cuban dancer’s story

Fue Carlos quien demostró que un príncipe del ballet podía ser negro.

Carlos Acosta, ¡escritor! No hay que asombrarse. Acaso porque Acosta es también coreógrafo, experto en contar una historia. Su vida es la vida de muchos cubanos que han luchado contra las circunstancias de los imperios y el hambre de los años 1990’s

 pero hacía falta talento para convertirlo en leyenda: un nacimiento humilde en Los Pinos, la decisión del padre camionero de que fuese bailarín, su rechazo inicial a ello, el advenimiento de la vocación y el momento en que “Air Acosta” inició el vuelo.

 El libro nos ofrece esa historia detallada, precisa y catártica:. Era también su manera de exorcizar vicisitudes –entre ellas, varias tragedias familiares– y los entuertos que llegan con la fama. El fundamental entre éstos ha sido el color de su piel. Porque fue Carlos quien demostró que un príncipe del ballet podía ser negro.

Carlos ha otorgado a su historia una parte importante de sí mismo, para contar hechos pasmosos, en los que se siente la mano del destino. Como cuando siendo todavía estudiante de la Escuela Nacional de Ballet, Acosta tuvo que partir al Ballet del Teatro Nuovo de Turín, en Italia. Era su primera salida al extranjero, pero la visa no llegó a tiempo. El adolescente se desploma, derrotado, pero el padre  le recuerda, impertérrito: “Mijo, lo que sucede, por malo que sea, conviene”. De haber llegado la visa, Acosta hubiese tomado el avión de Cubana de Aviación que se dirigía a Roma… aquel que nunca despegó porque se incendió con sus pasajeros en la pista del aeropuerto de Rancho Boyeros.

De manera semejante podemos leer la historia de la invitación del Houston Ballet, justo cuando Acosta se sentía deprimido en el Ballet Nacional de Cuba, al que se había incorporado luego de haber sido principal en el English National Ballet. Fue en el English National Ballet donde Ben Stevenson lo vió. En la compañía cubana, Acosta, ya ganador de dos Grand Prix, el de Lausanne y el de París –los más prestigiosos–, no fue aceptado sino como “solista”, cuatro categorías por debajo de la que ostentaba en la agrupación inglesa. Reponen Edipo Rey, y Carlos ingenuamente espera que le adjudiquen el rol titular que había hecho célebre a Jorge Esquivel. Pero bailó –es un decir– el papel del viejo que debe matar a Edipo. Envejecido por el maquillaje y el vestuario, los demás bailarines lo chiquearon diciéndole que se parecía a Celia Cruz. Carlos se sintió humillado. Lo peor: sabía que pasarían muchos años hasta que pudiese bailar Giselle. Entonces, pensaba, ya sólo podré ser Albrecht con mi corazón y no con la plenitud de mis piernas. Tres semanas después –mientras tanto, había bailado un Espectro de la rosa en el que la malla rosada lo hacía lucir como the Pink Panther–, recibe la carta de Stevenson. Enseguida lo llamó, y una semana más tarde Stevenson aterrizaba en La Habana.


Ya en Houston, la crítica no demoró en reconocer al fenómeno: “el cubano volador”, “el paracaídas”, “el arma letal”… Carlos comenzó a entender que era una estrella, una celebridad. “El mundo será mío, el mundo será mío”, se repetía para hacer desaparecer el dolor físico producido por el sobre entrenamiento al que se sometía, que agravaba una lesión en el tobillo. 

Sus éxitos crecían, y Carlos hubiera querido llamar por teléfono a su familia para contárselo. “Pero eso habría significado mirar atrás, y yo le había prometido a mi padre no hacerlo”. Es la relación entre Carlos y sus parientes lo que lo ha definido. El temible “Papito” –lo amenazaba con el machete que guardaba debajo de la cama– no cesa de amonestar al hijo cada vez que flaquea –como cuando se hiere el tobillo en Londres, porque no podía concentrarse en un salto pensando en la familia o siempre que insiste en regresar a Cuba. “Tu lugar no está aquí, entre nosotros. Vete a hacer tu carrera afuera”, le espeta.

En uno de sus intempestivos regresos a la isla, la novia Estefanía –se había convertido en una aliada del padre. En el rencuentro, Carlos padece una erección incontenible, pero Estefanía es una ducha de agua fría: “¿Cuándo te vas de nuevo?, ¿y qué hay de tu carrera?”. Carlos insistía en que olvidase el asunto, pero Estefanía era implacable: “¿Qué vas a hacer aquí? ¿Por qué tú piensas que la gente se está lanzando al mar en balsas?”. La erección se fue, y Estefanía también.

Carlos había sido expulsado de la Escuela Provincial de Ballet en L y 19 por suspender los exámenes. Pero ese año muchos estudiantes no habían aprobado, y el Ministro de Educación permitió, como medida excepcional, que varios de ellos (entre los cuales estaba Carlos) continuasen sus estudios. Entonces los profesores, hartos de ese niño díscolo, lo enviaron en venganza a la escuela de Santa Clara. Fue “Papito” quien lo llevó: había sido un engaño de los maestros, pues el nivel de Carlos no existía en esa escuela. De vuelta a casa (luego de dormir en los bancos de la estacin de ómnibus), la madre fue presa de la indignación, pero esta vez fue el colérico Pedro Acosta quien calmadamente profirió: “Mañana será otro día”. Y al siguiente tomó de la mano a su hijo, rumbo a la escuela de Pinar del Río. Carlos cuenta que nunca volvió a ver a este hombre tan orgulloso comportarse de la forma en que lo hizo, rogando que su hijo fuese admitido. 

¿Cuál fue el día mas feliz de vida?. Fue uno del 2003 cuando pudo tener a su madre Maria y a su padre Pedro sentado en uno de los mejores restaurantes de Londres, en Soho. Estaba celebrando muchas cosas, la premier de su propia espectáculo que daba una visión  sentimental del ambiente de pobreza de los barrios marginales de la Habana donde nació. 

Su historia personal es la de muchos cubanos, solo que la suya termina en Victoria, al menos profesional a diferencia de la de muchos que quedaron en el camino o ahora solo respiran y comen por las calles. Él es un hombre en búsqueda de su propia alma. Por un lado expone sus problemas, pero por otro no busca excusas, o culpables y en el proceso se revelan las características que definen a un ser humano luchador de la honestidad y el esfuerzo y no a ese “luchador” de la delincuencia  de la Cuba de hoy que quiere escudarse en esa palabra para no ser llamado bandido, ladrón, corrupto.

Carlos nació en 1973 y en su familia vivir sin dinero era casi un modo de vida. Un día un raro aroma que salía del espacio de la cocina (vivían en 2 habitaciones) saludó al joven Carlos cuando regresaba de la escuela. Su madre había puesto en la mesa los restos asados de sus mascotas: dos conejitos. Nunca mas en su vida ha comido conejo.

Como muchos chicos de su edad estaba obsesionado por el fútbol, , pero cuando tenia nueve años su padre se enteró que los dos hijos de su vecino habían escapado de la pobreza asistiendo a una escuela de ballet local. Carlos se horrorizó. ¿Qué pensarían los amigos del barrio?  !Todos dirán que soy gay! Su padre lo tomó de la mano, lo llevo a un lugar apartado y le dijo: “escucha, eres el hijo de un tigre, y el hijo de un tigre hereda las franjas de su padre. Si alguien te dice que eres gay le partes la cara entonces.

Mucho tiempo después Carlos Acosta nos traería de regalo a la Habana: el Ballet Real de Londres como un regalo para su gente, su Cuba amada. No para que los funcionarios de siempre lo vieran en sus cómodas butacas , sino para los que estamos en los corazones de los que aun, estando lejos no dejan de ser cubanos.

Y en fin, historia seria demasiado larga. Pero me gusta, y mucho. Porque muchas veces fallan las fuerzas. Muchas veces, todos los días tenemos que enfrentarnos al mensaje de que no somos nada realmente, tenemos que enfrentarnos al hecho de pensar en partir de nuestro país para poder ayudar a nuestras familias, que nuestros sueños son disparates burgueses o sencillamente egoístas. Tenemos que enfrentarnos a la opción de delinquir para poder llevar algo decente de comer a nuestras casas. Y entonces, entre otras muchas cosas buenas que hay en el mundo, pensamos que quizás alguien algún día nos verá realmente como somos, o nuestra tenacidad será recompensada, o las calles volverán a ser nuestras, llenas de gente tranquila y decente aunque no tengan ropa de marca y que algún niño no pierda su mascota para salvar una cena una noche cualquiera. 






Humberto

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HOLA HERMANO CUBANO

 Hola hermano. Nunca creas que no he comprendido las notas que escribes con rabia unas veces, con desconsuelo otras. También comprendo tu interés en marcharte y comenzar una vida nueva, o más bien, como me dices, comenzar realmente a vivir. Sí, creo que ya es hora. Hay circunstancias y países que son difíciles de vivir. Solo quieres ser feliz lejos de los problemas.

Quería que a estas alturas fuera mayor la cantidad de dinero que hubiéramos tenido, pero ya sabes, siempre todo ha sido difícil. Créeme que he hecho el mayor de los esfuerzos.

Pero así y todo solo me ha alcanzado para comprarte lo necesario sin que tengas que humillarte, y parece ser que no lo suficiente para que logres tus sueños. Sé que quizás vayas a una batalla por la existencia, pero sin darte cuenta siempre te he preparado para un momento así, al menos te vas con una educación, aunque siempre tuve la esperanza de que no tuvieras que hacerlo. Ya eres fuerte y grande, y da lo mismo que tengas 17 que 50 no te quiero ver infeliz, pensativo por los rincones. Y aunque no llorarás porque no es de hombres el andar jimiqueando, según tus propias palabras, de seguro sí  tomarás cartas en el asunto y no quiero que te plantees las soluciones que le han costado la vida a tantos.

Serás feliz.

Estoy seguro, porque te lo mereces. Todos lo merecemos

Pero mientras llegas a esos países lejanos y que posiblemente no te comprendan, mientras no tenga noticias, y aun después, no tendré vida. Es que tenía en mente luchar nuestras batallas juntos, superar los obstáculos y construir nuestra propia abundancia. 

Y cuando vivas en las afuera de la ciudad que has soñado, sobre esa colina donde el silencio y la noche se mezclarán para darte la paz  que te guiará hacia la prosperidad es entonces que llorarás. Estoy seguro que así será, pero es el precio que hay que pagar hermanito. Y claro, existe el riesgo de que nos comiences a querer menos. Y si las cosas siguen como van demorarás mucho en conocer a los nuevos miembros de tu familia pequeña, la propia, y la grande, la de tu patria, en persona, y ellos no transitarán por ese maravilloso puente hacia tu alma que es tu sonrisa y calor.

Todos nos amamos tremendamente, y si es verdad lo que dicen, nada puede salir mal.

Un abrazo

Tu hermano .






Humberto

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miércoles, 5 de mayo de 2021

HISTORIA DE MUJERES Y CHICAS CUBANAS

 

En el trascurso de todos estos años, sobre todo desde el 1990 hasta la actualidad, hay algunos intelectuales, principalmente escritores, que al marcharse de Cuba, se han dedicado a escarbar en la Historia y en la vida de personajes de ésta buscando los momentos y facetas más oscuras.

Los que estamos en la isla , y repito, sobre  todo en la década de los 1990s, devorábamos  esos libros que llegaban a escondidas, con caratulas de otros libros. Me recordaban a esos cubanos que viajaban en los 1970s y traían los discos (long plays) de los Beatles, Rolling Stones y Deep Purple dentro de las fundas de discos de música cubana para evitar el decomiso en la aduana.

Incluso yo mismo traduje uno para mis amigos (lo siento, no puedo decir el titulo) que había sido publicado solamente en inglés. Lo hice en una pequeña máquina de escribir marca Remigton. Algunos capítulos y solo algunas partes que parecían interesantes. Fue como una censura bien intencionada. Algo mejor que nada.

Pero al tiempo comenzamos a notar que las historias eran cada vez más oscuras y sórdidas. Como si para poder quedarse en los países donde pedían asilo político tuvieran que escribir un manifiesto político, publicar las historias más sórdidas, denigrar a sus compatriotas sin pudor y casi indecentemente. El vocabulario soez y vulgar dominaba y los personajes de un mundo subterráneo y desconocido por la mayoría en Cuba se convirtieron en los reyes y reinas de una Cuba desconocida, ajena, marginal.

Uno de estos libros que me alarmó tremendamente, me entristeció hasta el tuétano de los huesos, y me dejo sin aliento fresco durante meses fue uno titulado: “Habana Babilonia”, la historia de la prostitución en Cuba.

Narraba ,¿o era un estudio?  Desde la época de la colonia hasta la actualidad pasando por la llamada pseudo república, es decir, la época de la presencia americana en Cuba. Y claro, el renacer de ese mundo cuando Cuba se abrió al turismo. ¿lo que más me llamó la atención? Que un libro de casi 400 páginas, menos de la mitad fuera la historia de 500 años, y más de la mitad de una década, del 1990-2000. Historias oscuras, terribles, escritas al detalle, con morbo y para ensuciar todo lo que se pudiera, para manchar la reputación de personas e instituciones de esta época. ¿El error?, que nos hizo sentir sucios, depravados y permisivos con cosas como la pedofilia aun a personas que no teníamos nada que ver son ese mundo. Libros que se escribían como manifiestos y vías de escape, libros que cerraban las puertas de un país pobre y acorralado,  y así poder tener argumentos para quedarse en otros, coincidentemente ricos y prósperos.

Nunca he sabido si esas historias pueden ser verdad o no. Si fueron generalizadas o solo algunos casos aislados magnificados por los medios e incluso convertidos en películas, por supuesto de poca monta.

La cuestión es la siguiente: como mis amigos saben, además de mi trabajo como maestro, llevo algunos años, desde el 2002, dedicado a trabajar con turistas en lo de las casas de renta y como guia de ciudad haciendo recorridos de ciudad (city tours para los puristas). Puedo contar muchas historias o anécdotas con chicas que buscaban a extranjeros o eran usadas por proxenetas. Puedo hablar de mujeres, ya mas centradas, muchas profesionales, que se cruzaron en la vida de turistas, personas de otros países que trabajaban en Cuba y se vincularon sentimentalmente o interesadamente con ellos. Pero siempre las vi y las traté como siempre lo he hecho con las mujeres, con respeto y plan de igualdad. La vida dispone, no yo.

Puedo hablar de Eloísa, la chica de Camagüey que se fue para Alemania con un hombre que la encadenó desnuda a una cama y la aisló en una habitación y cobraba euros por verla y que desde Cuba pudimos llamar (una amiga y yo , con mi idioma Alemán) a la policía y lograla traer a Cuba de vuelta. Y Eloísa volvió a la carga y se fue con otro Alemán, enorme y feo,  pero bueno, y hoy es camionera por toda Europa con su marido.

Pudiera hablar de Lelé, la madre de un alumno que pertenecía a un grupo de mujeres que se parecían a estrellas de Hollywood de los años 1950s y se vestían y maquillaban como ellas. Era bellísima, una Audrie Herburn tropical.  Un dia me la tropecé en la avenida 23 tomando un taxi y se sorprendió tanto que solo atinó a acercarse y susurrarme al oído: otro día le explico. Usualmente llevaba un bolso sobre, y dentro de él un labial, su identificación y un cuchillo pequeño y puntiagudo para en caso de que el cliente no quisiera pagar. “No sabes nada de la vida” , me decía, “ a veces mientras mas dinero tienen son peores”. Muchas veces le hice largas cartas, donde entre palabras tiernas pedía cientos de euros como prueba de amor. Hoy vive en Suiza con su hijo, mi alumno, que ya tiene 25 años.

Pudiera hablar de Rosa, mi alumna de 16 años recién cumplidos que en el malecón de la Habana conoció a un chico irlandés “precioso” y que le prometió matrimonio tan pronto se lo dijera a sus padres en Dublín. Hoy el pequeño, nacido del “accidente” tiene ya 13 años.

Pudiera hablar de Manelis, la chica negra de 18 años corredora que corriendo el maratón de La Habana de repente vio a un “Señor”  mayor blanco como la leche corriendo detrás de ella y con una tarjeta de presentación en la mano. Aminoró el paso, era una tarjeta de una casa de renta, tuvieron una relación en Cuba de cuatro años, se casaron, viven en California, y hoy en día trabaja para Benetton en un país del Medio Oriente. “!ay, Humberto, ellos valoran el dinero más que nada y nunca su familia me aceptaría, así que mi regalo de bodas fue una matrícula en la universidad, lo que tengo en mi mente no me lo podrán quitar!”.

Pudiera hablar de las gemelas Blanco, dos mulatas preciosas, diseñadoras y artistas que durante tres años fueron enamoradas por dos gemelos suecos que venían cada seis meses hasta que por fin las convencieron, se enamoraron y hoy viven en Italia y en Estados Unidos y trabajan en importantes firmas de diseño.

En fin, muchas y muchas historias, pero inevitables en un mundo donde hay grandes diferencias de recursos y de oportunidades. Pero nada comparable con la trata de blancas, nada comparable con las prostitutas en el mercado de la carne de Europa y del mundo.

Aunque también en Cuba la idea de “normalidad” de algo así ha ido permeando la sociedad, todavía seguimos creyendo que no tiene que ser vulgar o denigrante. Siempre será una opción, pero muy posiblemente con educación y oportunidades iremos disminuyéndolo, hasta que algún día, de manera natural se reduzca a un mínimo. Muchos podrán decir que es un camino fácil, pero no tiene que ser un indicador de un país, de una realidad que para la mayoría sigue siendo de trabajo y subsistencia. El amor existe, el deseo existe, el oportunismo existe, en fin, la vida misma en cualquier lugar del mundo. Pero si sucede en Cuba se magnifica, repercute de manera extraña en periódicos y revistas, en telediarios, creando una imagen de los cubanos como voraces depredadores de extranjeros.

Cuando en estos días de COVID hemos visto en la TV que la mayoría de los médicos e investigadores científicos, e incluso de los que dirigen centros importantes de hematología, biomoleculares, medicina tropical y demás son mujeres y muchísimas son jóvenes me hace respirar con alivio. Me hace creer que no todo se perdió en aquellos años de oscuridad y confusión incluso en estas décadas de penuria que parecen eternas.

Cuando vemos tantas mujeres en el ballet, maestras, ingenieras de todas las especialidades, doctoras en ciencias incluso en universidades prestigiosas fuera de Cuba, de atletas olímpicas, de cantantes y pintoras, escritoras, recuerdo casi con desdén aquellos libros que tanto me inquietaban pensando en un barco que se hundía.

Pero denigrar, mancillar a tu gente de manera intencional para vender un producto, sea un libro o una película, con el objetivo de enriquecerte y/o beneficiarte políticamente es caer bajo. La familia, tus amigos, tu país deben ser protegidos de la humillación , aunque contemos historias verdaderas, aunque nos digamos verdades que no nos gusten escuchar.

Y como he hecho últimamente, unas palabras de un cubano ilustre del siglo XIX:

 ¿Se prepara mi niña a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores, a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con el engaño de unas cuantas palabras simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, -esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse, llaman en el mundo «amor». Es grande, amor; pero no es eso. Yo amo a mi hijita. Quien no la ame así, no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento, y respeto.




ROJO, AZUL Y BLANCO: 

HISTORIA DE UNA FAMILIA CUBANA A TRAVES DE LA HISTORIA DE CUBA

Humberto

Guia de Ciudad y Maestro

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martes, 4 de mayo de 2021

BLANCO, ROJO, AZUL (parte III) Hisroria de Cuba a traves de una familia

 


 El precio de no ser (aparentemente) lo que se espera.

 La revolución triunfó,  ¿pero qué ha pasado con los que nacieron después y eran diferente a lo que se esperaba ?  

Una vez un amigo me dijo que los dos amores más grandes eran el de las madres y el de Dios. Y que la única diferencia entre ellos era que el de la madre es para sus hijos, y el Dios para todos los seres.

Si algo tuvo Blanco claro desde que la razón inundó su mente era que la relación con su madre no sería normal. Había muchas expectativas y sin embargo nada de exigencia. Lo importante para ella era solo una cosa: estar cerca los más posible. Todo lo demás era intrascendente. No tenía importancia si Blanco se hacía profesional o no, si se casaba o no, si era revolucionario o no. Lo importante era caminar juntos la vida ‘por siempre’.

Rojo quería lo opuesto. El haber traído un revolucionario al mundo era algo relevante, porque tenía que ser un revolucionario sin lugar a dudas. Un guerrillero en tierra ajena y la propia, un constructor de escuelas y de lo que hiciera falta. Un comunista que renunciara a su familia, a las comodidades y hasta a la vida si fuera necesario y por una buena causa.

Sin embargo, desde el mismo comienzo todo salió torcido. Blanco tuvo una infancia con una salud precaria. A los dos días de nacido ya estaba de regreso al hospital y así fue durante años. Todo los que pudiera darle a un niño lo padeció. Tuvo que aprender a caminar nuevamente a los siete años. Estaba claro que los sacrificios físicos no serían posible, aunque ya en la adolescencia y la juventud luchó y venció muchas de las limitaciones. Así que mucho tiempo en cama y convalecencia fueron los aliados de los libros y nadie sabría nunca en qué lugar real estaba. Y aunque costaran poco, estaban fuera del alcance del salario mensual, sobre todo porque estaban solos, no había otros miembros de la familia a quien recurrir.

Blanco, a los efectos de la sociedad heredada, era un bastardo. Nació fuera del matrimonio y rechazado por la familia paterna. Sin primos, sin tíos y tías, sin abuelos, sin viajes al campo a ver la familia o fiestas de fin de año o navidad. Nada.

Y entonces la soledad fue la mejor amiga. No había que explicar, convencer. No había con quien reír o escuchar historias del ayer. Cuando comenzó en la escuela ya el daño estaba hecho. Le gustaba aprender, pero algo dentro de él lo impulsaba contracorriente.  Nada de marchas, himnos patrióticos, poemas y loas a la patria. Detestaba los uniformes tanto como amaba los fines de semana y las vacaciones lejos de todos, excepto el cielo y el mar, el correr por el malecón, las casas en la playa cuando iban con los amigos de Rojo.

Ya en la escuela comprendió que era parte de algo más grande. Tuvo la impresión que eso más grande no necesariamente sería bueno con él, le parecía que solo era una pieza de decoración en una obra enormey no exactamente ni la torre, ni el caballo ni el alfil y mucho menos el rey del ajedrez. Muchas veces durante su vida tuvo o tiene casi la certeza de que era un error de la matriz en el escenario donde nació. Un pedacito contrastante o descolorido. Pero estaba vivo y había que continuar.

Se fue abriendo camino unas veces silenciosamente, otras queriendo estar aislado (haciendo sufrir a Rojo) llamaba más la atención que gritando. Lo amenazaron, lo pusieron en unas listas y los tacharon de otras, aunque al fin pudo graduarse de lo que le gustaba. Fue a las montañas y enseñó, bajó al llano y llevó arte y comprensión a niños y adolescentes por si acaso había escondiéndose en los laberintos de la mente algún otro Blanco como él mismo y que no se sintiera solo. Cuidó de Rojo durante muchos años hasta que literalmente le cerró los ojos. Y como Azul soñó aún está junto a ella.

Aunque no exactamente.

Cada día va quedando menos de Blanco en el mundo real. Siente cómo gramo a gramo va ganando en espiritualidad y gramo a gramo va perdiendo materialidad. Lamenta haber dedicado tanto tiempo a no comprender que en cada plano siempre se nos necesita. Ayudar, enseñar, sonreír a los desconocidos,  amar a los extraños y más aun a los que conocemos. Niños siempre alrededor, sanos, enfermos, con padres y madres, abandonados o casi. Y aunque desde lejos Blanco da la impresión de firmeza y felicidad, todavía sigue convencido que todo ha sido un accidente, una equivocación mientras no le demuestren lo contrario. . . salvo por una cosa, un quizás,  acompañar a Azul.

Rojo, Azul y Blanco (parte I)

Azul, Blanco y Rojo (parte II)



AZUL, BLANCO Y ROJO (parte II) Historia de una familia y de Cuba

 


 No hay palabra alegre en la vida excepto “Hijo”

 La revolución triunfó,  ¿pero qué pasó con las que la hicieron?  

Azul creció en una familia numerosa. Pero no seré condescendiente con el que lee estas líneas. Era una familia tan pobre que solo ella, sus hermanas y un hermano, sobrevivieron a la tuberculosis en una época en que todavía no existían los antibióticos o cuando ya comenzaban resultaban demasiado caros.

La madre de Azul tuvo sus hijas y su hijo, cuatro hembras y un varón, en el sanatorio donde casi todo el año permanecía internada para evitar contagiar a otros familiares. Solo su esposo podía visitarla y en escasos momentos podía irse a casa por unos días.

El padre de Azul era panadero. Compartía la casa con su hermana y sus hijos. Por supuesto que no había mucho dinero, pero la vida fluía sobre todo después que las chicas crecieron.

Pero antes hubo un momento difícil en que parecía que el círculo se cerraba para ese grupo de personas y se pasaría otra hoja del libro anónimo de tantos y tantos seres humanos. Uno de esos días la madre tomó a sus hijos pequeños y con una amiga se plantó en la entrada de autos del Palacio Presidencial. Esperaban que la secretaria de la Primera Dama saliera y entregarle una nota explicándole su situación.

Tuvieron suerte y al rato llegaba la Primera Dama en persona y se bajó del auto para saber qué pasaba con esa señora y esos cinco pequeños que se agrupaban temerosos alrededor. Todo fue muy rápido, le entregó la nota y le pidió por Dios que la ayudara.

Una semana después las niñas eran llevadas a una escuela interna atendidas por monjas, el varón a una atendida por curas. Justo a tiempo pues en un mes la madre de Azul, la abuela de Blanco, moría. Pasaron ocho a diez años y todos se reunieron nuevamente en la mesa familiar. Muchos jóvenes y sus sueños.

De todas las  hermanas, Virginia, era la más cercana. Solo dos años de diferencia y compartían muchos de los intereses, por ejemplo, la política. No es que participaran de ella, pero leían mucho y comentaban los periódicos y los incidentes casi diarios en una Cuba siempre revuelta, llena manifestaciones, huelgas, fraudes electorales, y golpes de estado. La policía y el ejército campeaban por las calles de La Habana y no parecía haber límite para la crueldad y el despotismo. Al mismo tiempo La Habana bullía por la moda, los conciertos en teatros, artistas de todo tipo y de todas partes pasaban por aquí.  Uno de los primeros países  del mundo en tener la radio, el primero después de Estados Unidos en tener la televisión. Las grandes compañías de la moda europea primero venían a la Habana y si sus productos gustaban continuaban hacia Estados Unidos, en caso contrario probaban suerte en el Sur.                                                Las navidades, los carnavales, las loterías millonarias, los ferris de fin de semana desde y hacia Estados Unidos con miles de turistas que venían a burlar la ley seca de su país, la ley del aborto, la reconstrucciones de virginidad,  y el próximo traslado de las Vegas hacia La Habana para escapar del FBI.

Azul trabajaba en una entonces muy céntrica esquina.  Desde su puesto de trabajo se veía claramente, casi a tocar de mano El Capitolio, donde se reunían senadores y congresistas.  Al Frente se encontraban Los Aires Libres de Prado. Cinco cuadras de cafés y bares con mesas cubiertas con sombrillas afuera, en las aceras, donde tocaban tríos y cuartetos todas las tardes y noches. Cada café con sus vitrolas, cada bar con sus músicos. A veces la vida parecía una ilusión.

Allí conoció a Rojo que venía escapando de su pueblo. Conversaban de sus afinidades políticas que más bien eran sueños de igualdad y justicia que un cambio radical. Y mientras más pasaba el tiempo mejor se sentían estando juntos. Él era un hombre con experiencia, mundo visto, ya casado y con hijos a pesar de su juventud. Le confesó que era revolucionario y lo que quería para Cuba y un día sintió miedo por él y pensó que debía ser el amor.

Sentía miedo cada mañana. Se levantaba a las cuatro de la mañana para abrir a las cinco la parte donde vendía el café. A esa hora, todos los días, estaban los servicios funerarios recogiendo los cadáveres en las calles. Jóvenes muertos podían aparecer en cualquier lugar. Ser joven era un sinónimo de ser revolucionario y si estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado, o con una chica bonita que le gustaba a algún policía, o cualquier otra cosa, daba igual, podía ser la última vez que vieras las estrellas.

Una tarde de domingo estaban ella y su hermana sentadas en el parque de Bejucal, por un tiempo vivían allí. El matrimonio de Virginia no andaba bien. Ya varias veces su marido, un policía de patrulla, la había golpeado y había tenido que irse con los niños a la casa familiar.  Pero ahora parecía que todo estaba nuevamente bien. Estaban en un banco del centro del parque, protegidas por una gran sombra de una ceiba. Y los vieron llegar en la patrulla. Eran tres. Entre ellos su marido. En uno de los bancos de la esquina una parejita conversaba y cuando vieron a la patrulla se levantaron para irse. Demasiado tarde. La joven demasiado linda.  El marido de Virginia se aproximó demasiado a la joven y el chico trato de interponerse entre ellos.

Los pájaros salieron volando y ellas miraron al cielo porque pensaron que había sido un trueno. Un engaño de la mente donde lo posible y cotidiano ya no los acepta, se niega a aceptar que algo así sucediera. El joven cayó al suelo, la joven abrió la boca, pero nada salió en su auxilio mientras que unas manos poderosas la empujaban dentro del patrullero. El marido de Virginia no las vio.

Caía la tarde y todavía estaban allí temblando y tomadas de las manos. Se habían llevado al joven al hospital o algún lugar, no lo sabían. Virginia había tomado una decisión radical. Al día siguiente con sus hijos sacó tres pasajes para Miami y partió. En aquello años costaban 20 dólares. Era el 30 de diciembre de 1958, un día antes de la caída del dictador Batista, dos días antes del triunfo de la revolución de Fidel Castro y el primer día de 40 años de ausencia.

Finalmente decidieron irse a vivir juntos. Las mujeres miraban las cosas de manera diferente entonces. Pocas imaginaban una vida con un hombre fuera del matrimonio, aunque todas siempre creen las promesas. La reacción de la familia de Rojo fue desproporcionada.  Amenazas, chantajes, sobornos, todo por conservar las apariencias y lo que llevaba implícito en ese contrato social que es el matrimonio.  Todo terminó con aislamiento total y ya con un hijo de diez años por fin vino el matrimonio.

¿Es fácil cambiar? ¿Cómo convertirse de burgués progresista a revolucionario radical? ¿Es fácil dejar de ser machista en una sociedad latina? ¿Es la monogamia posible en una sociedad socialista y machista?

Los que sí es un hecho es que para las mujeres en su mayoría, el amor es incompleto y a veces difuso en época de revolución.  Pero de los amores nacen los hijos, y si hubo algo seguro en la vida de Azul fue a partir del momento en que tuvo a su hijo Blanco. La mujer que ha trabajado desde joven sufre mucho en su salud, en el cuidado de su familia, en tratar de mantener la economía doméstica, en apuntalar el amor, en tender puentes y renunciar incluso a su Fe para que su hijo no sufriera consecuencias en la nueva sociedad atea. Al llegar a la vejez y recapitular su vida, los más especial ha sido el amor del hijo. Para ella hay una frase que se dice al casarse que debería decirse al nacer un hijo: hasta que la muerte nos separe.

Rojo, Azul y Blanco (parte I)

Blanco, Rojo y Azul (parte III)



ROJO, AZUL Y BLANCO (PARTE I) Historia de una familia en Cuba

 Por el momento no hay estrella. La revolución triunfó,  ¿pero qué pasó con las que la hicieron?                                              
ROJO, esposo de Azul y  padre de Blanco.

Nació en una de las hoy provincias orientales de Cuba. En aquel momento era solo Oriente. Digamos que en la frontera con Camagüey e inevitablemente más influenciada por los ricos hacendados de allí que los de Santiago de Cuba. Era hijo del alcalde. Clase media a media alta. Seis hermanos. Tres hembras, tres varones. Aun cuando el padre era de un partido de “izquierda”, la mejor descripción es que realmente “no era de derechas”.

De todos ellos, siempre fue el más rebelde en cuanto a la política y en su batalla de independencia personal. Estudió lo necesario y desde casi un niño recorría toda la región a caballo y en un Jeep. Mujeriego y su primer matrimonio fue a los 21 años.

Pero antes pasaron cosas.

Su padre, el abuelo de Blanco, era un hombre estricto con las mujeres de la familia, pero incentivaba el machismo y la independencia de los hijos varones. Los hermanos de Rojo resultaron más bien caseros y adaptados a cualquier circunstancia.

Con Rojo siempre todo era diferente, más complicado. Tan pronto pudo se montaba en su caballo y salía a recorrer los montes, los campos de caña y las tierras de los grandes ganaderos. A veces regresaba dos días después, sudado, sucio y con un fuego raro en los ojos. Había visto más allá del horizonte limitado de los chicos del pueblo.

Sería muy largo de contarlo todo para un blog, pero con catorce años ya había visto muchas injusticias. Un racismo profundamente enraizado en la tierra del alma del cubano blanco. En la zona donde él vivió los negros caminaban por la calle y no por las aceras, por la parte de afuera de los parques y no podían sentarse en los bancos. En los edificios o casas en que se alquilaban colgaban anuncios o carteles que decían: “No perros ni negros”.

Otra cosa fueron los campos de caña. En aquellos años la principal industria del país. Eran tan grandes que en sí mismos eran pequeños reinos dentro de los latifundios. En sus entrañas, donde usualmente había algún bosquecillo o terreno sin cultivar, vivían los prófugos de la justicia, los blancos pobres que no tenían a donde ir, los emigrados haitianos o jamaicanos. Allí sin zapatos y casi sin ropa vivían años sin ser detectados por la guardia rural o simplemente miraban hacia otro lado a conveniencia del terrateniente.  Allí en los campos de caña aparecían los cadáveres de jóvenes, mujeres violadas, negros esqueléticos y sin dientes y una multitud de marginados que eran desalojados por la Guardia Rural y no tenían a donde ir. Muchos de ellos se convertían en sus amigos en el transcurso del tiempo hasta que morían en la época de las vacas flacas o de crisis económicas, como ejemplo entre las guerras mundiales. 

Con dieciséis años había visto lo suficiente como para darse cuenta que las cosas en Cuba debían cambiar. ¿Cuánto? No lo sabía, pero debían cambiar. Le pidió permiso a su padre para comprar un triciclo con una nevera en la parte de atrás y poder vender Coca Cola y comida por los campos. Ya habían hablado con el representate de la gaseosa en la zona. El viejo Rojo, por llamarlo de alguna manera accedió y lo vio como algo positivo para un “macho” que se hacía independiente y comenzaba a vivir la vida. De cualquier modo faltaba poco para que lo llevara a un prostíbulo y se hiciera todo un hombre de verdad, solo esperaba que llegaran unas chicas nuevas que iban a traer desde La Habana. Le habían garantizado que estarían muy sanas, no quería que el chico se complicara con alguna enfermedad tan joven.

Pero la verdadera razón para tener el triciclo de Coca Cola era otra. Le daría la libertad necesaria para moverse por los campos y comenzar a trabajar con los que protestaban contra el gobierno, mover armas y propaganda, dinero y ropas. Como era el hijo del alcalde mucho menos sospecharían. Se metía por los campos, y mientras llegaba con sus productos hacia proselitismo, pero aquellos inmigrantes, prófugos y gente con vida miserable no comprendían lo que les decía, el mundo era así desde el principio de los tiempos y nadie ni nada los cambiaria. Sus padres, sus abuelos, todo el mundo conocido era así

Haciéndolo corto, el tiempo pasó. Sucedieron muchas cosas y ya el ejército comenzó a sustituir a la policía en pueblos y ciudades, y a la guardia rural por los campos. Era hora de casarse y despistar con un ropaje burgués. Además, después del golpe de estado del 1953 ya el alcalde era otro, puesto por el gobierno de facto, y nada, la vida burguesa llamaba a toda la familia. Se casó con una chica de una familia acomodada de la zona. Joyerías en el pueblo, en La Habana e incluso en Miami (un balneario sin personalidad en aquellos años), funerarias, cines y transporte. Pronto nacieron dos hijos, una hembra y un varón. Pero la vida tal cual estaba no era como la soñaba. Cada vez se involucraba más en las acciones contra el gobierno y contra el sistema de cosas. Hasta que un día, bajando de la Sierra Maestra, llevando armas ahora en un camión de Coca Cola, casi lo mata el ejército y no pudo regresar a casa. Tenía dos alternativas, irse a Santiago de Cuba, donde lo conocían demasiadas personas, o a La Habana , donde se perdería en la muchedumbre de desconocidos.  Uno de sus hermanos trabajaba en una de las joyerías de la familia en la Habana.

Y así otro giro en la vida. En la capital todo era muy diferente y las mismas injusticias, solo que más grandes. La vida bullía, los negocios, los atentados, las marchas de las universidades, las palizas en las calles y los jóvenes muertos cada día, los autos de lujo, el Vedado y sus mansiones y Miramar que ya se perfilaba como el futuro. Tenía que conectarse con alguna cédula de revolucionarios, su padre al saber que estaba fugitivo y era revolucionario no le quiso ayudar, mucho menos la familia de la esposa. Trabajo y conectarse con los movimientos clandestinos era la prioridad. Y fue así que esperando a un contacto en un Bar-Café , en la esquina de las calles Monte y Cienfuegos, a la vista del Capitolio, conoció a Azul, la chica que vendía café. Alta, con zapatos de tacón Luis XV, blusas blancas impecables y faldas negras ajustadas al cuerpo. Peluquería semanal.  Elegancia habanera de los años 1950s.

Y más que la revolución, sus caminos por las montañas, los conflictos anteriores con sus padres y resto de la familia, incluso sus hijos nacidos, este encuentro marcó su destino. Una vida futura de altas y bajas, de incomprensiones e intolerancias, de abandono y rechazo familiar. Como consecuencia de todo esto nacería Blanco. La copia invertida de Rojo, pero que nunca lo abandonaría no importara qué.

Y finalmente llegó el triunfo de la revolución.  Rojo se identificó con el proceso que comenzaba y sus líderes. Tuvo muchas cosas que aprender como tantos otros, al fin de cuentas tenía “limitaciones pequeño burguesas”. Se esforzó .y mucho, y por fin fue comprendiendo aún más, fue desembarazándose de ideas de la clase social en la que nació y pensando más en Cuba como un país con un solo pueblo. Muy lindo en verdad, pero imposible de creer. La lucha de clases que hasta ese momento era de independencia real para el país y todos estaban dispuestos a hacer sacrificios por salirse de una dictadura como la de Batista, y una injerencia como la americana, solo comenzaba realmente.  Y abarcó todos los niveles de la sociedad.

Solo le dedicaré unas líneas a la familia. ¿Qué era lo más importante en la mitad del siglo XX? No sé si aún hoy conservamos esos valores, o han tomado otros intereses su lugar, pero en aquellos años eran importantes los ideales, la familia, el sacrificio por los demás. Y sacrificarse por todo eso tienen implícito un costo, y a veces muy alto. Rojo se divorció de su esposa burguesa y dueña de cuantiosos bienes. Mantuvo contacto con sus hijos, pero le costó que toda su familia le virara la espalda. De su nueva relación nació Blanco, como ya mencioné y fue tanta la presión que solo pudieron casarse cuando el nuevo hijo tenía diez años. Nunca quisieron conocer a Azul ni a Blanco, le negaron todo tipo de reconocimiento familiar incluso al propio niño que nunca tuvo primos, hermanos, tíos con quien compartir, para no mencionar abuelos. Los padres de Rojo murieron y solo lo supo una semana después de enterrados. Los hijos del primer matrimonio se marcharon de Cuba en 1962 y nunca más los vio hasta 1978 cuando vinieron a Cuba a buscar a su abuelo materno. Fue solo un instante frio y breve. Rojo tuvo una vida sin más familia que su esposa e hijo, aun viviendo, por ejemplo, a solo 500 metros de un hermano casado y con hijos también. Paradójicamente el permiso que le dio a sus hijos para que se marcharan a Estados Unidos, siendo todavía menores de edad, le imposibilitó lograr uno de sus sueños: pertenecer al Partido Comunista. Muchos años después enfermó de cáncer en lo que los cubanos llamamos Periodo Especial, y fue muy difícil la lucha contra la enfermedad. No quedaba más remedio que pedir ayuda económica a ver si resultaba, y no resultó. Fueron 16 años de orgullo para Azul y Blanco porque pudieron ganarle un poco de tiempo a la muerte y entonces sí poder reconocerse en las cosas importantes de la vida y quedar en paz cuando Rojo murió.

Azul, Blanco y Rojo (parte II)

Blanco, Rojo, Azul (parte III)



martes, 6 de abril de 2021

Una Historia de sencillez, y no de otra cosa.

En todas las ciudades importantes del mundo hay barrios mejores que otros.
Ya sabemos quienes pueden pagar esos barrios. Los ricos claro esta'. !Y que bien que los haya!
En la Habana hay uno de esos barrios (en realidad hay dos o tres), pero la composición de los habitantes son un poco diferente a la de otros barrios similares en otros países.
Hablo de Miramar. Viven allí algunos descendientes de esas personas que eran ricas, o profesionales y que decidieron no marcharse de Cuba cuando todo se radicalizó. Pero también viven los “nuevos ricos”, los que el sistema ha beneficiado con buenas oportunidades en la vida, por hacer bien sus trabajos, cuales quiera que sean.
¿Qué tienen en común estas personas?
El orgullo por su mundo material. Por lo que poseyeron o poseen. Residencias, autos, lindas ropas y zapatos, tablas de surf, celulares, mp3, ipods, cuerpos de gimnasio. Y aun cuando Miramar no tiene playas, fluye a lo largo de una línea costera con espacio de piedras, pero los habitantes se las han arreglado para hacerla “bañable”, sobre todo los muy jóvenes que en gran parte del año están en las escuelas y les resulta muy distantes las playas del otro lado de la ciudad.
Pero claro, no es un espacio cerrado.
Y debido a que tengo amigos por allí de vez en vez me voy cerca del mar, un placer al que nunca renuncio.
Domingo pasado.
Bello espectáculo el mar, un sol no muy fuerte. Alguna gente ya.
Y apareció.
Venia en su bicicleta, despintada y vieja.
Mas o menos 30 años.  Pelo recogido en una coleta. En unos jeans recortados. Sandalias. Un pulóver descolorido.
Quedo' un poco escondido por algunos arbustos y árboles  y supuse que estaba guardando la bicicleta para que no diera tanto sol.
A través de las ramas entreví  como  se quitaba el pulóver y las sandalias y tomaba algo en sus brazos.
Salio de entre los arbustos. Un cuerpo de trabador rudo, Soberbio. Pero lo mas curioso era lo que llevaba entre sus brazos de hombre de trabajo, sin lugar a dudas.
Un bebé. Es decir , un pequeñito de acaso un año y medio.
Pasó entre todos. Haciendo que todos levantaran la vista.
Se encaminó hacia un rincón del lugar, y deposito al bebé en una pequeña poceta natural.
Entre sus piernas.
Lo impresionante fue la forma en que lo depositó. Muy delicadamente. Lo desvistió, le paso un aceite por su cuerpo. Le puso en su lugar el cabello desordenado. Le sacó su inflable, su patito de goma y sonrió.
¿han tenido la impresión alguna vez de que no importa lo que suceda el mundo está bien, es salvable a pesar de todo?
Esa fue mi impresión.
Era puro amor lo que transmitía ese hombre robusto y gigante al lado de su hijo.
No le importaba la gente, ni lo que pensaran de su viejo short  o de su bicicleta oxidada.
Nada podía alcanzarlo, y todos los que estábamos cerca sentimos una onda expansiva de amor y bienestar.
Era realmente una mezcla increíble: fortaleza física, salud de hierro, la pureza de espíritu del pequeño, y la suya misma, el mar y el sol, las hormonas que corrían en ese cuerpo increíble y finalmente lo que mas me gusto: la falta absoluta de interés por los presentes habitantes de las  residencias, por los autos, las lindas ropas y zapatos, las tablas de surf, los celulares,  mp3 y  ipods brillantes sobre las coloridas toallas, y cuerpos de gimnasio.
Y me recordó lo que el trovador cantaba:

Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa
Y escondido tras las cañas duerme mi primer amor
Llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vayas
Y amontonado en tu arena
Guardo amor, juegos, y penas.
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HISTORIA DE UNA FAMILIA CUBANA 

Rojo, Azul y Blanco (parte I)

Azul, Blanco y Rojo (parte II)


Humberto. Local Guide in Havana, Guia local en la Habana,
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