En el transcurso de estos años he trabajado varias veces
con algunos maestros que han venido de vacaciones a Cuba. Siempre he tenido la
curiosidad por saber cómo son los sistemas educativos en diferentes
sociedades y me han resultado
interesante ver cómo además de tener problemas comunes y también métodos comunes
para resolverlos , poco a poco todos vamos confluyendo hacia la necesidad de
transformar esos sistemas y formar entonces un nuevo tipo de ser humano.
La mayor parte de la educación que se ve hoy en día es
para producir personas listas para un trabajo. Para nada es una educación integral,
es más bien muy especializada, sobre todo a nivel de universidades. Desde niños
y hasta adultas la gente no sabe mucho de muchos temas distintos. Una de las
pruebas de eso es que si los hombres supieran más sobre otras culturas e
historia no creo que se pudiera hacer que la gente fuera a la guerra. La educación
en casi todas partes consiste mayormente en memorizar y no tanto se les enseña
herramientas universales para resolver problemas, para no hablar de herramientas emocionales en
su propio campo, como por ejemplo desarrollar un pensamiento crítico.
Pero claro, para los términos en que se desenvuelve el
mundo de hoy en día estamos creando los seres humanos perfectos , la mano de
obra perfecta para los intereses reinantes. Debimos algunos años atrás haber diseñado
un sistema educativo en que realmente se
desarrollara la mente, y motivar a cada persona a alcanzar su mayor potencial. Así
, mientras más inteligente es la gente más rico es el mundo porque todos contribuirían
al mismo.. mientras más inteligentes sean los niños mejores serán nuestras
vidas porque ellos contribuirán más constructivamente al entorno y directamente
a nuestras vidas.
Pero para crear seres humanos preparados no solo intelectualmente hay que
por un lado volver a nuestras raíces ´humanas´ y por otro lado enseñar ¨nuevas ¨ asignaturas que les den acceso al corazón .
Y para eso hacen falta maestros conscientes y buenos que
enseñen también sobre los sentimientos y no solo sobre los conocimientos.
Enseñar que la aflicción es una emoción natural. Es esa parte de ti que te permite
despedirte cuando no deseas decir adiós; expresar (expulsar, sacar) la tristeza
dentro de ti debido a la experiencia de cualquier clase de pérdida. A los niños
que les dicen “No llores”, se les dificulta llorar cuando son adultos. Después
de todo, durante toda su vida les han dicho que no lloren. Por lo tanto,
reprimen su aflicción.
La aflicción que se reprime en forma continua se
convierte en depresión crónica; una emoción muy poco natural. Las personas han
matado y se han suicidado debido a la depresión crónica.
Enseñar qué es la a ira . Es la herramienta que tienes y que
te permite decir “No, gracias”. No tiene que ser abusiva y nunca tiene que
dañar a los demás. Cuando los niños la comprenden
y los caminos que puede tomar muestran una actitud muy saludable respecto a
esta cuando son adultos y, por lo tanto, generalmente atraviesan por su ira con
mucha rapidez.
A los niños que les hacen sentir que su ira no es
correcta, que es malo expresarla y que no deberían sentirla, se les dificultará
manejar en forma apropiada su ira cuando sean personas adultas. La ira que se
reprime continuamente se convierte en cólera, una emoción muy poco natural.
Enseñar acerca
del miedo o temor como una emoción
natural. Todos los bebés nacen con dos temores únicamente: el temor de caer y
el temor a los ruidos fuertes. Todos los otros temores son respuestas
aprendidas, proporcionadas al niño por su medio ambiente, enseñadas por sus
padres. El propósito del temor natural es desarrollar un poco de preocupación.
La precaución es una herramienta que ayuda a mantener vivo el cuerpo. Es un
fruto del amor. El amor por el Yo.
A los niños que les hacen sentir que el temor no es
correcto, que es malo expresarlo y que ni siquiera deberían sentirlo. El temor
que se reprime continuamente se convierte en pánico.
Sería maravilloso que se hablara mas en las escuelas
sobre el amor. Cuando a un niño se le permite expresarlo y recibirlo, en forma
normal y natural, sin limitación ni condición, sin inhibición ni vergüenza, él
no requiere de nada más, puesto que la alegría del amor expresado y recibido de
esta manera es suficiente. Sin embargo, el amor que ha sido condicionado,
limitado, regido por reglas y reglamentos, por rituales y restricciones,
controlado, manipulado y reprimido, se convierte en algo no natural.
El amor que se reprime en forma continua se convierte
en actitud posesiva.
Las emociones naturales, cuando se reprimen, producen
reacciones y respuestas no naturales. Hoy en día son mas y mas las personas que
reprimen las emociones más naturales. No obstante, éstas son nuestras amigas.
Éstas son nuestros dones. Recibimos estas herramientas al nacer y son para
ayudarnos a negociar la vida.
¿Por qué la mayoría de la gente reprime estas
emociones? Les enseñaron a reprimirlas, les dijeron que lo hicieran. ¿Quiénes? Los
padres, las personas que los criaron. ¿Por qué? Porque sus padres se los
enseñaron y a sus padres se los enseñaron los suyos. ¿Por qué continúa? Lo que
continúa es que la paternidad y los métodos de enseñanza ejercida por personas
no adecuadas.
Nadie está peor equipado para criar a los niños que
los padres jóvenes. La mayoría de los padres asumen la tarea de la paternidad
con muy poca experiencia en la vida. Apenas acaban de ser educados. Todavía
buscan respuestas e indicios.
Ni siquiera se han descubierto a sí mismos; no
obstante, tratan de guiar y de proporcionar descubrimiento a otros, incluso más
vulnerables que ellos. Ni siquiera se han definido a sí mismos y se les confía
el acto de definir a otros.
Es decir, unos casi niños que están criando otros niños
cuando ellos mismos todavía tratan de superar lo mal que sus padres los
definieron.
La presión es muy grande para hacerlo bien; ni
siquiera pueden dirigir “correctamente” sus vidas. Por lo tanto, dirigen todo
mal: sus vidas y las vidas de sus hijos.
Si tienen suerte, el daño a sus hijos no será
demasiado. Los hijos los superarán, aunque tal vez no antes de transmitir algún
daño a sus hijos.
Y es que las sociedades humanas modernas han roto el
esquema original en que varias generaciones compartirían una vida en común, sus
hijos, sus recursos, sus alegrías y tristezas. Supongo que en los
orígenes del desarrollo humano nunca se tuvo la intención de que los jóvenes
que dan vida a los niños fueran educadores de niños.
Me explico. Los seres humanos son biológicamente
capaces de crear niños cuando ellos mismos son aún niños, Sí, desde cierta
perspectiva. Sé que resulta difícil mantener esto como verdad, pero miremos a
nuestro alrededor. La dificultad yace en la sociedad. A los 18 años les decimos
que son “mayores” y están listos para enfrentar el mundo. A esto hay que añadir
el hecho de que a muchos de los adultos actuales los criaron madres y padres que no tenían
más de 18 años de edad cuando empezaron a criarlos.
En otras palabras, para mejorar esta situación la
sociedad debe cambiar ciertos patrones, criterios , se esperaría que el dar la vida sea una actividad de los
jóvenes, cuyos cuerpos están bien desarrollados y fuertes. Se esperaría que el
criar a los niños fuera una actividad de los mayores, cuyas mentes están bien
desarrolladas y fuertes.
En nuestra sociedad se insiste en hacer responsables
de criar a los niños a las personas que les han dado la vida, con el resultado de
que no sólo han dificultado mucho el proceso de la paternidad, sino que se distorsionan
muchas de las energías que rodean al acto sexual.
A medida que los niños crecen y llegan a la
adolescencia, comprenden que esto no es verdad, pero entonces les hablan en
términos muy claros sobre el vínculo entre embarazo y la sexualidad y acerca de cómo tendrán que educar a los
niños, por lo que ahora tienen otro motivo para sentir que la expresión sexual
es “mala” y así se completa el círculo.
Esto ha causado confusión en la sociedad, así como
estragos. Hemos creado la vergüenza sexual, la represión y el pudor, lo que ha
conducido a la inhibición sexual, a la disfunción y a la violencia.
Como sociedad, siempre estaremos inhibidos por eso que
nos avergüenza; siempre seremos disfuncionales con comportamientos que hemos
reprimido y siempre actuaremos con violencia, como protesta porque nos hacen
sentir vergüenza por algo que en el corazón sabemos no deberíanmos sentirla.
Entonces, cuando al fin muchos jóvenes comprenden que
han sido víctimas del engaño, que se supone que la sexualidad debe ser una
parte maravillosa, honorable y gloriosa de la experiencia humana, se enfadan
con los demás: con los padres, por reprimirlo; con la religión, por
avergonzarlos; con los miembros del sexo opuesto, por desafiarlos y con toda la
sociedad, por controlarlo.
Por último, se enfadan consigo mismo, por permitir que
todo esto los inhiba.
Gran parte de esta ira reprimida se canaliza hacia la construcción
de valores morales distorsionados y desencaminados, en la sociedad en la que
ahora viven, una sociedad que glorifica y honra con monumentos, estatuas,
timbres conmemorativos, películas, fotografías y programas de televisión,
algunos de los actos de violencia más feos del mundo, pero que oculta o, peor
aún, que desprecia algunos de los actos de amor más hermosos del mundo.
Todo esto ha surgido de un solo pensamiento: que las
personas que tienen hijos, tienen también la responsabilidad de criarlos cuando
en realidad los responsables es toda la comunidad, con énfasis especial en las
personas mayores.
En las razas y sociedades más avanzadas, las personas
mayores crían a los niños, los alimentan, los entrenan y les transmiten la
sabiduría, las enseñanzas y las tradiciones de su raza. En una sociedad donde
no se consideraría “malo” producir hijos
a una edad joven (porque los ancianos los criarían y, por lo tanto, no existiría
un sentido abrumador de responsabilidad y carga), no existiría la represión ni
la violación ni la desviación ni la disfunción social y sexual.
La verdad es que la mayoría de los seres humanos no
están equipados para criar a los niños incluso cuando tienen 20 y 30 años y no debe esperarse que lo estén. En realidad,
no han vivido lo suficiente como adultos para transmitir una sabiduría profunda
a sus hijos.
Alguien habló
sobre esto. Comentó: “Cuando yo tenía 19 años, mi padre no sabía nada. Sin
embargo, cuando yo tenía 35, me sorprendió cuánto había aprendido mi padre”.
Lo cierto es que muchos jóvenes sólo les dirán a sus
hijos la verdad que conocen, la verdad
de otros, la de sus padres, sus madres, su cultura y su religión. Su propia
verdad todavía la están buscando.
Para la crianza de los hijos son las personas mayores
las que conocen la vida; lo que es importante y lo que no lo es; lo que
significa en realidad términos tales como integridad, honestidad, lealtad,
amistad y amor.
Comprendo que es difícil aceptarlo, pero muchos de
nosotros apenas hemos pasado de ser “niños” a “estudiantes”, cuando ya tenemos
hijos propios y sentimos que tenemos que empezar a enseñarlos. Entonces
suponemos que debemos enseñarles lo que nos enseñaron nuestros padres.
¿Cómo podemos terminar el ciclo?
Dejemos la educación de los niños en las manos de las
respetables personas mayores. Los padres no pueden ser los únicos responsables de su cuidado y
educación. Las necesidades físicas, sociales y espirituales de los niños las
satisface toda la comunidad, con la educación y los valores que ofrecen las
personas mayores.
Claro, este modelo no funcionará en la forma como tenemos
estructuradas en la actualidad nuestras vidas ya que no sólo es la paternidad lo que estamos
haciendo con un modelo inefectivo, sino toda nuestra forma de vida.
Nos hemos alejado unos de los otros. Hemos separado nuestras
familias, desmantelado las comunidades más pequeñas, a favor de ciudades
enormes. En estas ciudades enormes hay más personas, pero menos “tribus”,
grupos o clanes cuyos miembros consideran que su responsabilidad es incluir
responsabilidad para todos.
Aún peor que alejarse de las personas mayores, las hemos
apartado, las hemos marginado, les hemos quitado su poder e incluso nos
sentimos agraviados por ellas.
Sí, algunos miembros de algunas sociedades se sienten
agraviados por las personas mayores, aseguran que de alguna manera desangran el
sistema, exigen beneficios que los jóvenes tienen que pagar con porcentajes de
sus ingresos cada vez mayores.
Sin embargo, si las personas mayores no contribuyen,
esto se debe a que no les permiten contribuir. Les hemos pedido que se retiren
de sus trabajos, cuando podrían proporcionar algún bien a la compañía. Les han pedido que se retiren de una participación
más activa y significativa en la vida, justamente cuando su participación
podría dar algún sentido a todo.
No sólo en la paternidad, sino también en la política,
en la economía e incluso en la religión, donde las personas mayores tenían al
menos un punto de apoyo, se han convertido en adoradores de la juventud, en una
sociedad que aparta a los ancianos.
La sociedad se ha convertido en una sociedad singular
y no en una plural. Esto es, en una sociedad formada por individuos y no por
grupos. Al individualizar y rejuvenecer a la sociedad, hemos perdido mucho de riqueza
y recursos. Ahora carecemos de ambos y muchos viven en una pobreza y
agotamiento emocionales y psicológicos.
Como en muchas otras cosas vivimos en negación.
Primero, reconozcamos que es real. Muchos viven en negación. Muchos fingen que
lo que es así, simplemente no lo es. No deseamos escuchar la verdad, mucho
menos expresarla.
Con frecuencia, la verdad resulta incómoda. Sólo
conforta a aquellos que no desean ignorarla. Entonces, la verdad no sólo se
vuelve confortante, sino también inspiradora.
No todo está perdido, en el tercer mundo sobre todo,
hay algunos buenos motivos para sentirse animado, optimista. Observo que las
cosas han empezado a cambiar. Hay más énfasis para crear comunidad y formar
familias amplias, más que en años recientes y se están honrando cada vez más
con mayor frecuencia a los mayores, produciendo significado y valor en las
vidas. Es un gran paso en una maravillosa dirección útil.
Pero por el momento sigue siendo una utopía
Humberto
Guía Local y Maestro
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