domingo, 22 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE CUBANOS: LA OSTENTACION

 Estas líneas para algunos puede ser solo anecdótico. Para otros son tonos de gris, entre el color blanco absoluto inexistente y el color  negro maldito

En las calles de La Habana, un Mercedes Benz con placa que comienza con "W" o "P" es hoy el símbolo más visible del nuevo poder. Mientras miles de habaneros esperan durante horas en las paradas de guaguas bajo el intenso sol del Caribe, estos vehículos de lujo circulan con sus ventanillas cerradas y el aire acondicionado funcionando, como testimonio silencioso de una nueva casta emergente. Pero la historia de los símbolos de poder en Cuba es mucho más compleja y ha experimentado profundas transformaciones a lo largo de las décadas.

Antes de 1959, la riqueza se manifestaba de manera tradicional del capitalismo: la posesión de centrales azucareros, extensas cabezas de ganado, y cadenas de tiendas marcaban claramente quiénes eran los poderosos. La Revolución transformó radicalmente este panorama. Con la nacionalización de propiedades y la salida de las familias adineradas, los indicadores de estatus cambiaron drásticamente.

Durante la segunda mitad de los años sesenta, al comienzo del bloqueo estadounidense y antes de consolidarse los vínculos con la Unión Soviética, los símbolos de distinción se volvieron sorprendentemente modestos: poder estrenar zapatos nuevos o tener varios pares para diferentes ocasiones se convirtió en un privilegio notable. Realizar una fiesta de cumpleaños con todos los elementos tradicionales, sin necesidad de "inventos", era ya un signo de posición privilegiada.

La década de los setenta trajo nuevos marcadores de estatus. El poder viajar fuera de Cuba se convirtió en el privilegio máximo, reservado casi exclusivamente para funcionarios gubernamentales y sus familias. Sus hijos se distinguían por pequeños detalles: un maletín escolar de calidad, plumas de colores, juguetes importados con características especiales como "autitos" con puertas que se abrían. Mientras tanto, la mayoría de los cubanos vestían ropas desgastadas y descoloridas, situación que llevó a la importación de telas -mayormente chinas- que, aunque de colores llamativos y diseños repetitivos, transformaron las calles habaneras en un desfile de vestuarios idénticos. Incluso esa “forma de vestir” , no vamos a llamarla moda, se le decía “24 x segundo” parafraseado la cantidad de cuadros por segundo de una película.

Los años ochenta marcaron un punto de inflexión. Tras el éxodo del Mariel, y con el fortalecimiento de las relaciones con el campo socialista, aparecieron nuevas formas de distinción social. Las tiendas comenzaron a ofrecer muebles, electrodomésticos e incluso algunas prendas de marcas internacionales. Una nueva generación de profesionales accedió a ciertos privilegios: créditos para automóviles, acceso a bienes de consumo especiales y, sobre todo, la posibilidad de viajar.

La década de los noventa, tras la caída de la URSS, vio emerger una nueva élite. Los hijos de la clase dirigente, criados con privilegios y contactos internacionales, heredaron propiedades estratégicamente ubicadas que transformaron en negocios lucrativos: casas de renta, restaurantes privados (paladares) y conexiones con el turismo emergente. Esta generación, conocida popularmente como "los hijos de los dirigentes", desarrolló una visión híbrida: ni contrarrevolucionaria ni ideológicamente comprometida, sino pragmática y orientada a los negocios.

Llega la década de los dos mil. Obama por unos meses levanta la prohibición de viajes a Cuba y hasta el mas pinto de las palomas hizo dinero, siempre y cuando tuviera propiedades o cierto capital. Lo que era privilegio se convirtió en algo común para mas personas: viajar, conocer extranjeros poderosos, residir en el extranjero. Los privilegios se transformaron. Ya habían grandes privilegio, medianos privilegios, pequeños privilegios y . . .nosotros, los que no tenemos ninguno.

Concentrémonos en los grandes. Hoy en día se han ampliado las posibilidades de negocios, sobre todo con la importación de alimentos. Y para colmo, hasta este momento en que escribo estas líneas, casi sin pagar impuestos.

¿Quiénes son los nuevos privilegiados?

Fácilmente los detectas con los nuevos signos del poder: autos lujosos, grandes, fuertes que se pasean por el país ostentando, sí, ostentando su posición económica. Al principio se les autorizó solamente vehículos de carga, después, como siempre alguien gana con el rio revuelto, en un país donde falta la gasolina, las energías, la electricidad, proliferan todos esos autos con placas que comienzan con W y P. Es la cara notable de la nueva casta.

 Pero, ¿Quiénes son esos?

Comencemos por lo más difícil de tragar y digerir: los cubanos pobres de hoy son los hijos de los honestos de ayer.

 Los pobres de hoy no es que no tengamos inteligencia, talento o ganas, es que no tenemos capital, y por lo tanto no somos esos que podamos aspirar a tener esos permisos que da el Estado para tener negocios y como consecuencia esos autos de lujos, que como dije es lo visible, la punta del iceberg, y que como una bofetada la sentimos en el rostro. Segundo, la respuesta: ellos son por un lado los hijos y nietos de los corruptos de ayer, de los hijos de los que fueron gerentes o trabajaron en empresas extranjeras, de los que fueron funcionarios del gobierno y que incluso traicionando sus obligaciones y siendo depuestos de sus cargos conservaron sus casas que pudieron rentar y sus contactos en el extranjero. También los hijos de aquello oficiales del gobierno que hicieron buenos trabajos y que por el ambiente en que crecieron, estudiaron y mantuvieron las relaciones con gente importante en otros países y viviendo en el extranjero hacen negocios en Cuba y disfrutan en el capitalismo luminoso dinero que extraen en la Cuba pobre.

Los otros, y aun más delicado desde el punto de vista político: quienes tienen familia en Estados Unidos. Los hay quienes se fueron de Cuba al principio de la revolución, pero ya son muy mayores, la mayoría son emigrados en la década del 1980 que han hecho algo de dinero, no suficiente  para Miami, pero mucho para La Habana y han visto la oportunidad de oro de aprovecharse de casi 10 millones de cubanos con grandes necesidades, sobre todo de alimentos. Usualmente traen mercancías desde Méjico o Panamá, hasta ahora los impuestos muy bajos, abren negocios mayoristas y minoristas, llenan las calles con sus productos de tres a diez veces su valor original, lo venden en la moneda cubana con la que después compran dólares que regresan a Estados Unidos. El noventa por ciento están en contra del gobierno y la revolución misma, y ni tan siquiera lo esconden, solo hay que quedarse un rato en sus negocios y oírlos hablar, pues en su ostentación se creen intocables.

Todo esto hace que al menos algunos del pueblo puedan resolver alimentos y demás. Ha sido por otro lado un salvavidas para el gobierno que cada día más va renunciando a sus funciones como Estado en situación de emergencia alimentaria para que nos vayamos acostumbrando a la selva financiera.

¿Negativo?

Uno, es obvio que se lava dinero, y por otro lado el enorme coste ideológico que genera todo esto. Porque el mensaje es bien claro: los hijos o nietos de personas que se fueron del país, no porque andaban buscando mejores oportunidades para vivir, sino porque eran abiertamente contrarrevolucionarios, llegaron a Estados Unidos y lo que decían que no era posible se hizo posible aunque fuera un poquito y son los que están manteniendo hace rato con remesas a sus familias, y ahora con estas posibilidades. Y los trabajadores, las personas que han estado en las menos malas y las malas, que han echado pie en tierra por la revolución,o sencillamente están atrapados en la Historia y son las que están dando su dinero para que ellos se enriquezcan y vivan en condiciones que un obrero no puede soñar.

La Habana en el verano es un horno, sobre todo en las tardes. Estar dos o tres horas esperando una guagua (autobús) para llegar a casa extenuado y enfrentarse a una despensa vacía, o casi, es duro. Pero mas duro es ver pasar por esa parada de guagua un auto del año con aire acondicionado con placa W, y ni tan siquiera ofrecer un alivio a esos que posiblemente enseñen a sus hijos o sanen a sus padres en los hospitales.

La ironía histórica no escapa a nadie: muchos de los que hoy ostentan el poder económico son descendientes de quienes abandonaron Cuba por oponerse a la Revolución. Mientras tanto, los hijos de quienes permanecieron leales al proyecto revolucionario o fueron victimas pasivas de la voragine historica frecuentemente se encuentran entre los sectores más vulnerables de la sociedad.


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miércoles, 18 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE CUBANOS: Lele´

 

 HISTORIAS DE CUBANOS: Lele´

Nos encontramos en su apartamento de La Habana, donde el ventilador del techo gira perezosamente y las cortinas bailan con la brisa . Lele´ conserva ese aire inconfundible de Audrey Hepburn que la caracterizó en los noventa, cuando yo daba clases de inglés a su hijo y a ella le refrescaba frases

Solía traducir tus cartas durante el Período Especial. ¿Cómo recuerdas aquella época?

 "Fueron tiempos de reinvención. Mientras yo traducía mis sentimientos al inglés contigo, mi hijo aprendía ese mismo idioma en tu clase. La vida tiene estas ironías maravillosas, ¿no? Recuerdo que me decías que mis cartas eran pequeñas obras de literatura... algunas de amor, otras de chantaje [ríe]. Cada traducción era un nuevo personaje que interpretaba."

Siempre me intrigó cómo lograbas estar en casa cuando tu hijo despertaba...

"La maternidad te da superpoderes [sonríe]. Recuerdo que tú pasabas camino a la escuela,  temprano,  para las clases y me veías preparando el desayuno como si hubiera dormido ocho horas. Mi hijo nunca supo que mientras él soñaba, su madre vivía otra vida. Aunque ahora, ya adulto, hemos hablado de todo. Los secretos entre nosotros se han convertido en historias para compartir."

Háblame de las otras chicas, de cómo se transformaban en estrellas de cine...

"Éramos un espectáculo ambulante [busca una fotografía en su joyero]. Mira, cada una había elegido cuidadosamente su personaje. No era solo el maquillaje o la ropa; estudiábamos los gestos, la forma de caminar, de fumar, de mirar. Los extranjeros venían buscando fantasías tropicales y encontraban a Marilyn Monroe citando a José Martí. Realmente todo fue creación de Alex, un director artístico de cabarets que se transformo en proxeneta"

¿Y tus 'polluelos'? Recuerdo que tu hijo solía preguntarme por los jóvenes que a veces veía en casa..

[Ríe con picardía] "Ah, mis polluelos... Le decíamos a tu alumno que eran primos del campo que venían a buscar trabajo en La Habana. En realidad, eran mis pequeños proyectos de transformación. Les enseñaba todo: desde cómo usar los cubiertos hasta cómo soñar en grande. Varios de ellos ahora son profesionales , realmente solo disfruto en la cama con chicos muy jóvenes o de apariencia , llamémosle, juvenil. Cuando regreso a La Habana, algunos me visitan con sus familias. "

¿Cómo fue la decisión de irte? Recuerdo que dejaste de traer a tu hijo a clases bastante abruptamente...

"Fue como en las películas: había que escoger el momento preciso. Mi hijo estaba por cumplir la edad del servicio militar, y yo había encontrado a mi 'sueco de Barcelona'. Te pagué varios meses de clases por adelantado, ¿recuerdas? Era mi forma de asegurarme que mi hijo no perdiera su inglés mientras yo preparaba todo. Mientras iba y venia, mientras preparaba el papeleo. Total, que al final se hizo mercenario, es decir, primero militar y ahora vende sus servicios, menos que ha salido vivo de todo"

Y ahora, después de tanto tiempo, ¿cómo ves aquella época?

"Como una película que dirigí y protagonicé. Mi hijo es un ciudadano del mundo, yo tengo mi pequeño apartamento en el Vedado al que regreso cada año, y conservo suficientes historias para escribir diez novelas. ¿Sabes qué es lo mejor? Que ya no necesito traductor para mis cartas [guiña un ojo]."

¿Qué significa La Habana para ti ahora?

"Es mi ancla y mi faro. Cada vez que regreso a mi apartamento del Vedado, siento que cierro un círculo perfecto. A veces mi hijo y yo coincidimos allí, y nos sentamos en el balcón a ver el atardecer. Él me cuenta sus aventuras por el mundo, y yo le cuento las mías, ahora sí, sin censura. La Habana nos recibe como si nunca nos hubiéramos ido. Con arrugas como las mías"

¿Algún arrepentimiento?

[Pausa mientras mira por la ventana] "¿Arrepentimientos? No. Cada decisión que tomé fue por amor: amor a mi hijo, amor a la vida, amor a mi libertad. Y mírame ahora: tengo un hijo que recorre el mundo, un apartamento en Barcelona, otro en La Habana, y la satisfacción de haber escrito mi propia historia. No está mal para una jinetera que se creía Audrey Hepburn, ¿verdad?"

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ENTREVISTA 1 (A LOS OTROS CUBANOS) : RAFAEL

 RAFAEL

Siempre me gusta estar bien temprano en la oficina. Me acostumbré desde que comencé a trabajar con firmas europeas. Las reuniones eran más o menos a las cuatro de la mañana en La Habana. Después de un buen café me siento a mirar el mar, o la piscina del hotel de al lado del edificio. Ese resplandor del amanecer en el agua me calma y me da energías. Ver a la gente corriendo para alcanzar el transporte al trabajo para comenzar el día cuando el mío ya lleva casi cinco horas. Me gusta descalzarme y dejar que el calor del café me recorriera el cuerpo. Por eso siempre llevo mocasines, me encantaba descalzarme y estirar las piernas, disfrutando de ambientes relajados.

“¿Qué me preguntabas? “ Ah , sí, soy de Cienfuegos. Estudié en la universidad de Santa Clara. Ingeniería. Fueron años muy felices. Pero estudié mucho. Lo tenía claro desde el comienzo, sobre todo cuando regrese a casa después de graduarme. De alguna manera mi madre se enteró de que soy gay. A la mañana siguiente me botó de casa y tomé un autobús para La Habana. Ella era muy católica.

Tenía un conocido aquí en La Habana y tenía poco tiempo. En una fiesta esa semana conocí a Gabriel. Me llevaba más de 30 años, pero era agradable y profesional, había viajado por Europa y me sentí cómodo con él . Tenía casa. Y me consiguió trabajo. Cinco años después mi vida había cambiado totalmente. Siempre me habían gustado los idiomas y sentarme por las madrugadas a leer, pero si era a estudiar mejor. Aprender algo útil es más práctico. Ganar dinero con conocimientos que otros no tienen me hace sentir bien. En esos cinco años entré en todos los cursos del Ministerio de Comercio Exterior, pulí mi francés y mi alemán. El inglés era ya pan comido hacia mucho. Soy de esos que tuvo que aprender desde el Windows 95 hasta un Doctorado en Economía.

¿Qué si me gusta el dinero? Muchísimo. Me he esforzado mucho para tenerlo. Y no, no veo la contradicción entre vivir en Cuba y tener dinero. Sé que hay gente que se va a los dos extremos. Pero yo estoy en el centro. He tenido y tengo un buen trabajo, tengo dos apartamentos, uno de ellos alquilado a un diplomático que una vez fue mi amante. Tengo auto, una casa en la playa, visa para Estados Unidos por diez años y con ella obtuve la de Méjico por el mismo tiempo. Mis abuelos españoles que no conocí me dejaron la posibilidad de su ciudadanía y pasaporte. Y al mismo tiempo me encanta trabajar para mi país y su gente. Sé que la realidad para muchos es difícil, pero yo he creado la mía, y si yo pude ellos pudieran. Además, quizás tengamos las mismas metas solo que vamos por carriles diferentes. No veo la contradicción entre gustarme las cosas buenas de la vida, las sutiles, el rechazar el ruido y los carnavales y al mismo tiempo trabajar lo mejor posible y defendiendo los intereses de mi país. Realmente hace mucho que no le dedico tiempo a pensar en esas cosas.

¿mi mejor experiencia? Mi viaje a Paris, exactamente mi primer viaje a Paris. Y dentro de ese viaje la visita al museo de L’Orangerie o la llamada Capilla Sixtina del Impresionismo. Allí están los grandes murales de los Nenúfares, pintados por Monet al final de su vida. Desde la primera vez que entré  allí se me saltaron las lágrimas .Es una habitación oval  con varios murales de un lago con nenúfares en diferentes momentos del día. Desde el diseño de la habitación hasta los asientos en el centro, las paredes blancas y contrastantes los murales con azules intensos, reflejos de un agua hechos con grandes trazos de pincel que más que reflejar sugieren un mundo de belleza, un mundo mejor. Ese es el espíritu del mundo que le deseo a Cuba.

Es bueno estar acá mirando los reflejos del sol en la piscina del hotel de al lado. Pronto se inaugura uno nuevo en malecón y creo que pediré alquilar una suite para oficina allí, frente al mar, sin vista a la ciudad, solo el mar. Pararme en el centro de la habitación y ver solo el horizonte.

Sí , con esto del COVID todo se hace más difícil. . .para ellos. Me apena y espero que pronto termine, ya es demasiado tiempo para la gente pobre del mundo, incluido los cubanos. Extraño las tardes en los jardines del hotel Nacional. Tomarme algo con algunos amigos o solo, esperar a mi pareja antes de irnos a casa o a comer en cualquier lugar.

No, no tengo muchos amigos o conocidos en el gobierno más allá de lo estrictamente laboral. Ellos necesitan a gente como nosotros, trabajo duro y muchas horas pero la política y sus empleados mientras más lejos mejor. No tenemos mucho en común, ya te dije que me gustan los silencios.

Lo que más disfruto: mis paseos en Kayak. Llevo mi mochila y en ella un mantel de cuadros rojos y blancos, varios sándwiches y una botella helada de vino blanco. Llegamos a la ensenada cerca de la casa de la playa y allí lejos del mundo compartimos momentos y la caída del sol en este mar maravilloso que nos rodea y que cada vez son menos los que se detienen a mirarlo.

Sí, lo sé , llevo una vida mejor, pero no me lo han regalado.

¿preocupado? Para nada, los que vienen detrás están drogados en dopamina dada por internet y Disney. Hay oportunidades, y las que están por venir son mejores aun.

Claro, puedes perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos, pero, ¿Dónde no?

ENTREVISTA 2: SONYA



martes, 17 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE FIN DE AÑO. Un momento en la noche en el malecón

 Unos minutos en el Malecón

Alguien una vez me dijo que el mundo me arrollaría. Que no era lo suficientemente listo. Pues nada, los años pasaron y como había que vivir de todos modos, pues me he tratado de divertirme por el camino, he tratado de no hacer el mal y cosas como algo de dinero no me han faltado. ¡Hay tanto que ver, tanto que hacer! Y ciertamente no hay nada de malo en recorrer la vida lejos de las avenidas principales, y hacerlo por las calles laterales, de vez en cuando creer que somos estrellas de Rock. En definitiva, todo lo que brilla no es oro. El mundo ya es bastante agresivo, y posiblemente se volverá peor. Es como patinar sobre una capa delgada de hielo. Pero hay que seguir adelante. En fin, que no soy brillante, ni guapo, pero estoy aquí. Lo importante es resistir lo más posible y no deprimirse.

Y entonces recorrer las calles de La Habana puede resultar una prueba de fuego. Hay tanto espíritu vagando por ellas. Las personas pasaron hace un rato, pero los olores que dejan—la alegría, la esperanza, la tristeza, el ansia de revancha, los sueños de escapada, las frustraciones—permanecen por un rato flotando en el aire. Y algunos incluso por décadas, solo hay que sentarse un rato, cerrar los ojos y te llegan las lágrimas del pasado, los alientos de gente huyendo o persiguiendo a otros, y otros sentimientos que te arrastran si no tienes buenos cimientos.

El Malecón, otrora escenario de desenfreno y pasión, ahora respiraba una melancolía contenida. El mar, eterno confidente, acogía mis lágrimas como si fueran gotas de lluvia. Su rumor, profundo y ancestral, me envolvía en un manto de paz, disolviendo mis penas en la inmensidad del océano. A mis espaldas, la ciudad dormía, sumida en un apagón que acentuaba la oscuridad de la noche. Las luces de los faros, como ojos vigilantes, recorrían el horizonte, mientras los edificios, silueteados contra el cielo, parecían susurrar historias secretas.

El Malecón, con sus cicatrices de sal y viento, susurraba historias de amores y desamores, de triunfos y derrotas. Cada piedra, cada grieta, era un capítulo en la crónica de una ciudad que ha visto pasar siglos. Y yo, sentado en su borde, me sentía parte de esa historia, un grano de arena en la inmensidad del tiempo.

La brisa marina, salada y húmeda, me despeinaba el cabello y me llevaba consigo los restos de mis preocupaciones. La ciudad, con sus luces parpadeantes y sus sonidos amortiguados, parecía una criatura dormida, soñando con días mejores. Y yo, junto a ella, soñaba también.

Humberto

Guia Local y Maestro.

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jueves, 12 de diciembre de 2024

HISTORIA DE CUBANOS. GONZALO

 Historia de Cubanos. Gonzalo









En una tarde calurosa de La Habana, Gonzalo observa desde su balcón el mar que separa Cuba de Florida, el mismo mar que ahora divide a su familia. Como muchos profesionales cubanos de su generación, Gonzalo representa una paradoja viviente: un hijo de la revolución que ha prosperado en el delicado equilibrio entre los ideales socialistas y las realidades del mundo globalizado.

Trabajando para una firma canadiense en Cuba, Gonzalo logró lo que muchos considerarían el "sueño cubano moderno": un trabajo bien remunerado, la capacidad de viajar internacionalmente, y la posibilidad de ofrecer a su familia comodidades que la mayoría de los cubanos solo pueden imaginar. Sin embargo, esta prosperidad relativa sembró las semillas de su actual soledad.

Durante años, cada viaje familiar al extranjero se convertía inadvertidamente en una lección sobre las carencias de su patria. En París, señalaba la eficiencia del metro; en Toronto, la abundancia en los supermercados; en Madrid, la libertad de expresión en las calles. Sin darse cuenta, Gonzalo estaba escribiendo un guion en las mentes de sus hijas: la vida real, la vida que vale la pena vivir, estaba en otra parte.

La pandemia actuó como una olla a presión sobre estos deseos contenidos. Cuando las restricciones se levantaron, sus hijas, armadas con sus títulos universitarios cubanos y sueños americanos, emprendieron diferentes rutas hacia Estados Unidos. El "éxodo privilegiado", como algunos lo llaman, estaba en marcha.

Pero la realidad estadounidense resultó ser más compleja que las postales turísticas. Una de sus hijas, arquitecta en Cuba, limpia casas en Miami. Otra, que hablaba de abrir su propio negocio, lucha con la barrera del idioma y la complejidad del sistema bancario americano. La tercera, la más joven, descubre que su título en medicina requiere años de revalidación y exámenes costosos.

La ironía no escapa a Gonzalo: sus hijas, educadas en un sistema que prioriza la igualdad y la solidaridad, ahora navegan las aguas turbias del capitalismo sin la red de seguridad social que daban por sentada en Cuba. Las llamadas telefónicas se han vuelto ejercicios de omisión, donde las dificultades se minimizan y los logros se exageran. 

Ahora, Gonzalo y su esposa contemplan unirse a sus hijas, no por el sueño americano, sino por la más básica de las motivaciones humanas: la reunificación familiar. La decisión implica abandonar no solo su posición privilegiada, sino también el fruto de décadas de trabajo en un sistema que, con todas sus limitaciones, les permitió construir una vida digna.

Esta historia refleja una realidad más amplia en la Cuba contemporánea. La generación post-1959, educada en los valores de la revolución pero expuesta a las tentaciones del mundo globalizado, enfrenta una crisis de identidad. Sus hijos, criados en esta dualidad, a menudo eligen el espejismo del consumismo sobre la seguridad modesta pero estable de su tierra natal.

La política migratoria estadounidense, que otorga beneficios especiales a los cubanos por motivos históricos, añade otra capa de complejidad. Crea una ilusión de facilidad que contrasta duramente con la realidad que encuentran al llegar: una sociedad que, más allá de las consideraciones políticas, no siempre tiene un lugar preparado para ellos.

Mientras Gonzalo contempla su próximo paso, su historia plantea preguntas incómodas sobre el verdadero costo de la emigración materialista. ¿Cuánto vale la comodidad material frente a la disgregación familiar? ¿Qué se pierde cuando se abandonan los valores sociales por promesas de prosperidad individual? En un mundo cada vez más polarizado entre el colectivismo y el individualismo, estas preguntas resuenan mucho más allá de las costas de Cuba.


HUMBERTO. Guia y Maestro

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lunes, 9 de diciembre de 2024

ENTREVISTA 2 (A LOS OTROS CUBANOS): SONYA

 








SONYA

Las madres cubanas, igual que todas las madres latinas, son muy posesivas con sus hijos. Nunca comprenden que son solo un vehículo por el cual llegamos los hijos. Recuerdo que cuando tenía más o menos nueve años y recién fallecido mi papá se lo dije a mi madre. Le peinaba sus rizos negros en los que ya asomaban unas canas, le dije que no me quedaría a verla envejecer. Que partiría tarde o temprano de la casa. Quería vivir sola, no quería tener hijos. Sus ojos, que ya estaban cansados, me miraron fijamente y decidieron no creerme. Al menos eso pensé en ese momento, después comprendí que realmente había decidido no dejarme partir, costase lo que costase.

Fue la primera persona que se equivocó de plano conmigo. No sé  por qué creen que mi aspecto de chica linda no contiene una voluntad de hierro. . . o quizás la falta de un corazón sensible. Quieren imponerme reglas, quieren seducirme y atraparme en relaciones. Aunque tengo que reconocer que mi madre me llevó por un camino expedito y sin obstáculos por el sistema de educación, tuve ropas y zapatos en una Cuba llena de escaseces, celebraba los cumpleaños en las piscinas de hoteles de la Habana, compró  a médicos que emitieron certificados para que no fuera a las escuela en el campo. Y así  llegué a la universidad.

Siempre quise estudiar derecho. Ya sé lo que estás pensando. Lo mío no era lo de juicios, presos, defender a ladrones o corruptos. Lo mío era lo de las relaciones internacionales, las corporaciones, el derecho internacional.

¿En Cuba?

Solo espera. Recuerda que fuiste mi maestro, que lo que serían clases por cinco años lo fueron por dos. Tenía planes de otros idiomas y que mientras esperaba para matricular en la Alianza Francesa me diste clases de alemán. Y así cuando entré en la universidad ya tenía un tramo andado.

Así fue que la chica de ojos azules intensos, cabello muy negro con cuerpo de sirena, que tocaba el piano y la guitarra, que sabía tres idiomas además del suyo y que no salía con nadie pasó por los tres primeros años de la carrera. Tenía calificación perfecta, pero como no era participativa en la política sabía que las posibilidades de un buen trabajo directo al graduarme estaba al borde del precipicio. Solo una oportunidad de oro podía salvarme porque hay sacrificios que no estaba dispuesto a hacer. Esas marchas, esos juegos deportivos universitarios, esos sudores interminables solo eran una última opción y siempre a ser evitados.

Y me puse a esperar. En estos dos años que faltaban tenía que aparecer algo importante y debía estar preparada. Y así  fue.

Llegaron unos abogados de un importante bufete de Canadá. Venían a dar un curso de negociación. En aquellos años en la universidad había un plan piloto de idioma francés y los abogados comenzaron su clase hablando en francés. Tímidamente se levantó un brazo. Era la jefa de los jóvenes comunistas: ¿no pudiera hablar en español?

El profesor se bajó las gafas hasta la punta de la nariz, ¿Cómo? A mí me dijeron que ustedes hablaban fluidamente el francés.

El silencio y alguna que otra risa nerviosa fue la respuesta. OK, dijo el profesor, solo se quedan los que puedan hablar fluidamente el francés y el inglés.

Nos quedamos ocho. Y fue brillante. Ocho mentes muy parecidas a la mía, aunque con menos ambición, en el sentido positivo de la palabra. Al final del curso nos dieron una tarjeta de presentación para si quisiéramos contactarlos cuando “visitaramos” Canadá. Todos rieron ante la imposibilidad de ese pensamiento. Todos menos yo, pues hacia mucho que esa posibilidad estaba en el libro de planes de mi vida.

Mi tesis de graduación fue sobre Marcas y Patentes. Principalmente sobre la Coca-Cola en Cuba. ¿Recuerdas que te puse en los agradecimientos? Si, uno de los tres , solo tres. Y en menos de un año estaba en Canadá visitando a mis “amigos”. Realmente aproveché la oportunidad de un evento internacional al que nos enviaron a  un compañero de trabajo y a mí. Al día siguiente me le perdí y fui al bufete. El canadiense a duras penas me reconoció, pero finalmente lo hizo y me ofreció trabajo. Fueron tres años gloriosos, de aprendizajes y de economía. El mundo anglosajón gira alrededor del dinero. Pero yo no gastaba mucho porque había algo que no me dejaba quieta. Era tan ridículo y lo probé todo para quitarme la nostalgia, pero me faltaba Cuba.

¿mi madre? No resistió mi partida. Es decir, ella pensaba que habría retorno de aquel viaje y cuando la llamé para decírselo me amenazó con matarse. No pensé que lo haría, pensé que sería solo uno de esos chantajes, pero lo hizo. Agradezco mucho a los vecinos que la enterraron. Lo que no pudo lograr mi madre lo hizo la nostalgia por cosas que aun hoy no entiendo.

Regresé como representante de compañías canadienses en Cuba. No pude recuperar mi apartamento, pero tengo otro, y otras cosas que la gente llama prosperidad. Lo importante para mí es el reto y estar libre de ataduras, sobre todo sentimentales. ¿Cuba? Está en un punto crítico , no se le perdona ciertas cosas. Y miro a los cubanos caminar hacia la luz y otros hacia el precipicio. Sobre todo ese coqueteo que tienen los artistas e intelectuales con ese enemigo histórico de Cuba. Si yo, que me encanta la sociedad de mercado y sus ventajas me doy cuenta, ¿Cómo ellos no?.Los tontos del cuento que después estarán llorando por los rincones, pero si hay que vivirlo, hay que vivirlo.

Me gusta de Cuba  el clima, sus playas, su energía intrínseca, pero los cubanos en su mayoría no. Pero hay algunos que pueden hacer la diferencia, es una pena que hayas decidido mantenerte al margen de tantas cosas, pudieras hacer la diferencia, pero quizás en ese aspecto pienses como yo, o como diría un amigo: pensar que sus votos valen igual que el mío. Ese es el gran error en mi opinión.

ENTREVISTA 1: RAFAEL

domingo, 10 de noviembre de 2024

ENTREVISTA 3 (A LOS OTROS CUBANOS): ABEL

 ABEL

Ya sabes, mi nombre es Abel.  Salí de Cuba en el año 2000 cuando recién me graduaba de economía. Realmente aguanté hasta el final de la carrera a duras penas. Ya no resistía tantas escaseces, tanto calor en todas partes, tanto marginal en todos los niveles. Gente vulgar y fea. La fealdad era como una sombra funesta que conquistaba cada vez más terreno. Quería irme a un país rico y donde la mayor parte del tiempo hubiera frio, o al menos hubiera aire acondicionado en todas partes. Asocio el calor con la pobreza. El sudor, los olores fuertes, el desgaste ante cualquier esfuerzo aunque sea mínimo. Y en Cuba sobra todo eso. Lo de país rico era para llegar a un lugar donde ya todo estuviera hecho y no en perpetua y estéril construcción .

Llegué a Canadá y el único trabajo que encontré fue limpiando pizzerías en la madrugada. Tres pizzerías cada noche. Así por casi dos años, hasta que una tarde de un día libre conocí a Paul enseguida nos llevamos bien y nos fuimos a vivir juntos al mes. Le conté mis sueños de un día llegar a Cuba como un hombre rico y restregarles a todos los comunistas de mi cuadra mis éxitos. Le prometí llevarlo a Cuba por todo lo alto.

De manera corta: me consiguió un trabajo en la compañía donde trabajaba. Me fue tan bien que en un año me enviaron a un curso en España para nuevas técnicas de administración y su relación con los bancos. Al terminar el curso presenté una solicitud en el Banco Interamericano de Desarrollo que estaban buscando empleados para sus oficinas en Haití. ¿Haiti? Pues sí, pero allí aprendí que en todas partes (menos en Cuba posiblemente) había grandes supermercados, edificios imponentes de bancos, clubes para los ricos y un mundo separado por clases. Mucha comida basura para los pobres, mucha comida buena para los que podían pagarla. Si al menos en Cuba fuera así. En fin, tremendo salario y por poco pierdo la vida porque a los seis meses ocurrió un terremoto que dejó   al país más en ruinas aún, si fuera posible. Me pagaron una buena compensación y me enviaron a trabajar a Perú. Allí estuve tres años, en Méjico tres más, y desde entonces en Miami y Houston. Ya sabes, mucho dinero. Saque’ de Cuba a mi madre, mis dos hermanos y a mi abuela. A mis hermanos les busqué buenos trabajos, a mi madre y a mi abuela las hice viajar por los cinco continentes. Otro día te cuento. Pero Cuba no se me quitaba de la cabeza, es decir tenía algo pendiente.

No, no era cuestión de ninguna venganza, al menos no de ese tipo, es que quería tener ciertas satisfacciones. Después que murió mi abuela vendí mi apartamento en Canadá, me separé de Paul y me instalé definitivamente en Miami.  Me gusta, excepto por los cubanos de allí, es la misma escena patética de Cuba, pero en un espejo invertido. Mucho ruido, juegos de dominó y políticos viejos encadenados en el pasado que arrastran a los que llegan a cumplir la vendetta política.

Regreso a mi vida. Viajé nuevamente a La Habana en el 2015. Muchos sentimientos encontrados, pero ya sabes, tenía mis convicciones y mis sueños. Para colmo el gobierno cubano mostraba signos de debilidad, es decir, ellos decían construir puentes a los emigrados para que colaboraran de cualquier manera o regresaran a Cuba. Tontos, es como entregarle la pala al sepulturero. Parece mentira que no nos conozcan. Y es cierto lo que dices de que tu sufrimiento no nos hace vencedores , pero también es cierto que la venganza es un plato que se come frio.

Compré dos apartamentos en La Habana. Para rentar habitaciones a turistas que yo mismo traería de manera indirecta a Cuba. Le vendería lo mejor del país, y como debe ser, la mejor parte para mí. A los tres años me aburrí porque hasta para conseguir papel sanitario era un problema, muchas cosas las traía de Miami, y con esa intuición que Dios me dio decidí vender los apartamentos. Además, no sé por qué, pero hay cada vez más negros, eso no puede traer algo bueno, al final habrá un problema serio con eso, seguramente quemaran cosas en las calles y se meterán en las tiendas. Creo que será la venganza del comunismo en Cuba para el futuro sin ellos.

En todo caso, quise encontrarme contigo para despedirme. Quizás algún día nos veamos por alguna parte del mundo. No regreso a Cuba más, ni aun sin el comunismo, no vale la pena, esto siempre será lo mismo, por lo menos en el tiempo que me resta de vida, se lo digo a una prima que me queda por acá, me tiene harto con que ama a Cuba, solo le envío dinero por mi madre, que si no se conformara con lo que dan por esa libreta de racionamiento. Todavía me pregunto cómo has podido no solo sobrevivir aquí , sino mantenerte cuerdo.

¿mi patria? Ese es un concepto del pasado, atrasado, ya el mundo es casi uno solo, es una apariencia de tantas cosas incluidos esos conceptos de soberanía, patria, independencia. Pero no te pongas triste, el mundo va en esa dirección cada vez más y en dos décadas, pues nada.

Historia de cubanos. Gonzalo 

https://habana-havana.blogspot.com/2024/12/historia-de-cubano-gonzalo.html

ENTREVISTA 1: RAFAEL

jueves, 10 de octubre de 2024

ESCLAVO COME CROQUETAS, ASI NOS VEN

 Dos introducciones para comprender mejor. Y leer hasta el final, que siempre pueden ser sorprendentes. 

Hace algunas semanas un cubano, o una cubana, viviendo en Cuba, publicó en Facebook una foto con sus brazos con algunas quemaduras leves. En el texto de las fotos se decía que esas quemaduras fueron hechas porque estaba friendo unas croquetas que se venden muy baratas y que al ponerlas en el aceite caliente saltaron de la sartén. Allí venían una serie de insultos al gobierno que vendía esas croquetas que debían ser comida para animales y no para personas. Ciertamente las redes se hicieron eco de ese post (sí, nosotros nos quejamos del precio del helado y de las croquetas ya que nos faltan los secuestros, los narcotraficantes y los asesinatos en masa) y poco a poco se le añadieron más elementos y se compartió mucho entre cubanos emigrados y sus amigos extranjeros. Como información de primera mano quiero decir que yo también las he comprado, frito  y comido sin tener esa mala suerte, pero quizás me tocaron las menos saltarinas de todas. No obstante, malas son, pero en Cuba comemos los que haya a la mano no los que queremos.

La otra introducción es que en el transcurso de todos estos años trabajando como guia he conocido a muchos extranjeros , algunos de ellos personas interesantísimas y curiosas en los por qué de las cosas. Con ellos acostumbro a intercambiar por whatssap y telegram, y a su vez me añaden a sus grupos de debate que tienen entre amigos y colegas. Realmente no me gusta opinar sobre otra realidad ajena a la mía (cosa que no hacen con nosotros y con Cuba) porque hacen falta muchos elementos más allá de las agencias de noticias que tratan de llevarnos en direcciones muchas veces ajenas a la realidad. Nosotros los cubanos lo sabemos muy bien. Pero al vivir en Cuba me consideran marxista, comunista, intolerante y esperanzado en una realidad vana que según algunos de ellos “esta’ anclada en la miseria material”. En otras palabras, soy la fuente de contraste y el punto de vista de un proletario resentido de un país pobre.

A veces me pregunto si alguien realmente me conoce. Menos mal que la mayoría me considera buena persona (aunque sea una pena que sea comunista, según ellos).Que tontería. 

Así que frecuentemente , cuando las conversaciones se estancan sale a relucir el tema de las croquetas. Por ejemplo, ayer. Un colombiano me pregunta sobre cómo veía yo desde mi punto de vista la situación en Colombia. Con mucho tacto (ya saben que las conversaciones de Paz entre la guerrilla colombiana y el gobierno de ese país fueron en Cuba) le expreso mi opinión. ¿Respuesta? “Es que lo importante para nosotros es evitar el comunismo y no terminar comiendo todos solamente esas croquetas voladoras que comen todos ustedes todos los días”

Otro momento, un cubano que hace tres años que se fue de Cuba. Aquí lo conocí, inteligente, trabajaba en un banco y supongo que en el medio de una crisis existencial decidió  quedarse en Miami. Allí trabaja cuidando a una persona mayor, vive en una habitación de 5x4 sin cocina. Trabaja todos los días por 10 horas. No ha podido reunir todavía para un viaje, para una gran cena en un restaurante, para un fin de semana en un hotel. Pero es libre, me dice. En los primeros momentos de la pandemia usaba mascarilla con un pomo de agua mineral de 5 litros modificado donde metía la cabeza para no contagiarse. Ahora no usa nada, a la mascarilla le llama bozal, porque lo que quieren los poderes ocultos es que nos envenenemos con nuestro propio CO2 y no cogerá el virus porque según él no forma parte de su realidad. Y por supuesto no se vacunará porque no quiere que le implanten nanotecnología en su cuerpo. Y por cierto cuando conversamos por whatssap nunca dice “vacuna” sino “inyección” para que los algoritmos de Facebook y la CIA no lo detecten como negacionista y uno de esos seres que quedara’ libre una vez que todos seamos controlados por los microchips de Bill Gates. Y claro, de todos modos se siente muy bien viviendo en un país donde no existen esas terribles croquetas “matagente”


Y finalmente la guinda. Un amigo de Méjico me invita a su grupo a escuchar y expresar sus opiniones sobre las elecciones de medio término en su país. Todos de clase media, con negocios más o menos grandes. Todos contra el presidente. Yo escucho y escucho, hay cosas que no entiendo muy bien. Me piden mi opinión, pero antes debo hacer algunas preguntas. Parece ser que incómodas, de cualquier modo Méjico es una democracia burguesa bien establecida y al sur de Estados Unidos. Blindada. Pero mis preguntas generan cierta hostilidad. Poco a poco comienzan a hablar de Cuba, ¿Por qué? No los sé si era sobre Mejico, quizás para sentirse mejor en su abundancia material. Yo dejo de responder. Pero no olvidan y de repente salta una voz agresiva que pregunta: ¿Y quién invitó al esclavo come croquetas a este grupo?

Solo me dio por reír. Los sé, es denigrante ser llamado así, ser visto así. Pero muchas cosas hay que vivirlas para comprenderlas, y no obstante  muchos no lo hacen. Otras veces no hay nada que comprender, solo sobrevivir. Otros fueron hasta ayer come croquetas y hoy que tienen mejor suerte lo olvidan y desprecian a su gente y ponen un precio muy alto, incluida la traición y el crimen, por dejar de comer croqueta y comer faisán.  









Humberto

Guia Local Y Maestro.

Tour de Ciudad. Arte, Sociedad, Historia

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LEYENDO EL PERIODICO EL PAIS

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jueves, 3 de octubre de 2024

ESPARTA - CUBA

  Tanto Esparta como Cuba han demostrado una notable capacidad de resistencia y perseverancia frente a desafíos significativos y a la presión de potencias más grandes. Hay algunas características que ayudaran a comprender lo que muchos tratan de no ver.


Esparta era conocida por su sociedad altamente militarizada. Los espartanos eran famosos por su resistencia y disposición a sacrificarse por su ciudad-estado. La vida en Esparta era austera y enfocada en la autosuficiencia. Los espartanos valoraban la simplicidad y la fortaleza física y mental.


Cuba ha enfrentado décadas de embargo económico y presión política, especialmente por parte de Estados Unidos. A pesar de esto, ha mantenido su soberanía y ha desarrollado sistemas de salud y educación reconocidos internacionalmente. Al igual que los espartanos, los cubanos han mostrado un fuerte espíritu de sacrificio y resistencia. La Revolución Cubana es un ejemplo de cómo un grupo relativamente pequeño pudo desafiar y derrocar a un régimen apoyado por una potencia extranjera.
La vida en Cuba ha requerido una gran dosis de creatividad y autosuficiencia debido a las limitaciones económicas y de todo tipo. Los cubanos han aprendido a hacer mucho con poco, desarrollando soluciones ingeniosas para superar las dificultades diarias.


Similitudes; tanto Esparta como Cuba han resistido la influencia y la presión de potencias más grandes, manteniendo su identidad y autonomía. Ambas sociedades valoran el sacrificio personal por el bien común y han demostrado una notable valentía en tiempos de crisis. La austeridad y la autosuficiencia son características compartidas, con un enfoque en la fortaleza interna y la capacidad de superar adversidades con recursos limitados.


Diferencias Clave

 Mientras que Esparta se centraba en la formación militar y la guerra, Cuba ha puesto un fuerte énfasis en la educación y la salud pública. La Revolución Cubana llevó a una serie de reformas sociales que priorizaron el bienestar civil sobre el militar.

Esparta existió en un contexto de ciudades-estado griegas en constante conflicto, mientras que Cuba ha navegado las complejidades de la política global moderna, especialmente durante la Guerra Fría, y hoy en dia resistiendo hasta la clasificación como Estado que promueve o apoya el terrorismo, con todo lo que esto implica.

Legado y Cultura

 El legado de Esparta se encuentra en su cultura de disciplina y sacrificio, que ha sido inmortalizada en la literatura y el cine. La frase "Vuelve con tu escudo o sobre él" sigue siendo un símbolo de valentía y lealtad.
El legado de Cuba se refleja en su resistencia cultural y su capacidad para mantener su identidad a pesar de las presiones externas. La música, el arte y la literatura cubana son reconocidos mundialmente y celebran la resiliencia y la creatividad del pueblo cubano.
Ambas sociedades, aunque separadas por milenios y contextos muy diferentes, comparten una admirable capacidad de resistencia y un fuerte sentido de identidad. Esparta y Cuba han demostrado que la determinación y el sacrificio pueden permitir a una nación pequeña resistir la influencia de potencias mayores y mantener su autonomía y cultura.

HUMBERTO . GUIA Y MAESTRO EN LA HABANA

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viernes, 20 de septiembre de 2024

ZONA DE CONFORT (II)

 

CONSTRUYENDO UNA ZONA POR DECADAS


INFANCIA

En mi infancia, la vida se tejía entre apagones interminables y la incertidumbre de un futuro difuso. Recuerdo esos momentos en que, al anochecer, el mundo se sumía en la oscuridad y la única opción era comer adormilado, en una suerte de acostumbrada penumbra. La noche se llenaba de una calma extraña y resignada, pero también de una sensación de seguridad, un manto de inocencia que hacía que la falta de luz pareciera casi una aventura.

Durante estos apagones, la vida familiar adquiría un ritmo diferente. Las conversaciones se volvían más íntimas, las voces más suaves. Recuerdo a mi padre contando historias de su juventud, sus palabras cobrando vida en la penumbra. A veces, sacábamos juegos de mesa y, a la tenue luz de las velas, pasábamos horas jugando parchís o dominó, riendo y olvidando por un momento las dificultades que nos rodeaban. . Estudiar se convertía en un desafío, con los ojos esforzándose por distinguir las letras en los libros. Pero incluso en esos momentos de frustración, había una extraña sensación de unidad, como si toda la familia, todo el barrio, estuviéramos juntos en esto, compartiendo la misma experiencia de oscuridad y esperanza por el regreso de la luz.

El confort estaba en los detalles más humildes. Mi mamá trabajaba en un hotel que, debido a la falta de turismo, apenas recibía visitantes. Sin embargo, esa exclusividad nos permitió disfrutar de un suministro generoso de rosquillas, merluza y chícharos que sobraba cada dia. Estos manjares se convertían en pequeños festines, y la idea de que estos productos eran casi un secreto bien guardado de una Cuba cerrada al mundo, solo acentuaba nuestra felicidad.

Mis zapatos ortopédicos se convirtieron en un símbolo de mi infancia, una marca permanente de un tiempo lleno de dificultades. Pero, a pesar de las miradas curiosas y las dificultades que estos zapatos conllevaban, al menos tenía un par para proteger mis pasos, un pequeño consuelo en un entorno a menudo adverso. En ese entonces, no entendía por qué no podía tener esos tenis coloridos que veía en las pocas revistas extranjeras que llegaban a mis manos. Pero ahora, con la perspectiva que da el tiempo, reconozco el privilegio que era tener cualquier tipo de calzado. Esos zapatos, que tanto me avergonzaban, eran en realidad un símbolo de la preocupación y el cuidado de mis padres.

Los juguetes eran una de las pocas alegrías garantizadas en el año. Cada julio, las tiendas se llenaban de juguetes durante cinco días, y mediante un sorteo, cada niño recibía tres: uno grande, uno mediano y uno pequeño. Era como un festival de expectativas y sueños infantiles, un recordatorio de que, a pesar de todo, el espíritu de la infancia podía brillar con fuerza, incluso en los rincones más oscuros de una Cuba en tiempos difíciles.

Durante cinco días, gracias a un sistema de sorteo que hoy veo como un intento de igualdad en la escasez. Esa breve abundancia anual era como un oasis en el desierto de la cotidianidad, un momento en que todos los niños cubanos, sin importar nuestras diferencias, compartíamos la misma ilusión y alegría. 

Adolescencia: Entre Sueños y Realidades Cubanas

Después de una pausa de diez años, los apagones regresaron a nuestras vidas, pero de repente, un día, ¡magia! Un auto apareció en nuestra familia. Para nosotros, eso era como tener un pasaporte a la aventura. Podíamos ir a la playa, sentir el viento en el rostro y escapar del día a día por un rato. Esos viajes se convirtieron en recuerdos inolvidables, donde la arena y el mar nos ofrecían un respiro de la rutina.

La Escuela al Campo: Aprendiendo Más que en los Libros

Y luego estaba la Escuela al Campo. Al principio, muchos pensábamos que era una injusticia tener que separarnos de nuestras familias durante 45 días. Pero con el tiempo, nos dimos cuenta de que era una experiencia increíble. Para algunos, era una oportunidad para escapar de hogares difíciles; para otros, era el primer contacto con el campo y una forma de aprender a trabajar duro. Mirando hacia atrás, creo que fue una de las mejores lecciones de vida que pudimos tener.En resumen, esos años adolescentes fueron un torbellino de emociones y aprendizajes. Aunque enfrentamos retos y limitaciones, también encontramos maneras de disfrutar y valorar cada momento. Esos recuerdos son parte esencial de quienes somos hoy, llenos de resiliencia y creatividad.

ADULTO

Realidades: Mi Vida Adulta en Cuba

Y así, casi sin darme cuenta, me encontré en el umbral de la vida adulta. El niño que una vez fui, con sus zapatos ortopédicos y sus tres juguetes anuales, dio paso a un hombre con sueños y responsabilidades. La transición no fue fácil, pero ¿cuándo lo es?, me encontré con una paradoja curiosa: tenía una casa, pero no era realmente mía. Era el hogar de mis padres, ahora heredado. Un techo seguro, sí, pero también un recordatorio constante de las raíces que me ataban y las responsabilidades que heredaba junto con las llaves.

 Idiomas y Estudios: Mi Pasaporte inmóvil al Mundo

Me sumergí en los estudios con la determinación de quien sabe que el conocimiento es la única riqueza que nadie puede quitarte. Tres idiomas se convirtieron en mi tesoro personal, una forma de viajar sin moverme de la isla, de conectar con un mundo más allá de nuestras fronteras. Libros, revistas y hoy en dia internet.

La Enfermedad de Papá: Un Giro Inesperado del Destino

Justo cuando pensaba que estaba listo para desplegar mis alas y volar, la vida me recordó su imprevisibilidad. La enfermedad de mi padre, que le robó la voz, también me cortó las alas metafóricas. Me vi atrapado entre mis sueños de libertad y el deber filial, una batalla interna entre el deseo de volar y la necesidad de permanecer firme en tierra.

Pero la vida, en su sabiduría irónica, siempre encuentra formas de sorprendernos. Un cambio de casa trajo consigo el fin de los apagones, una pequeña victoria contra las sombras del pasado. El encuentro fortuito con un funcionario de turismo abrió puertas que ni siquiera sabía que existían. De repente, me vi aprendiendo a crear páginas web, una habilidad  que se convirtió en la semilla de una independencia relativa. 

¿Pasos Firmes?

Y finalmente, como un símbolo de este nuevo capítulo, llegaron los zapatos. Ya no eran un sueño lejano, sino una realidad ocasional. Cada par era un recordatorio tangible de progreso, pequeño pero significativo.

Esta etapa de mi vida ha sido un viaje de contrastes. Entre el peso de las responsabilidades familiares y la emoción de nuevas oportunidades, he aprendido que el verdadero crecimiento no siempre significa alejarse, sino a veces, encontrar nuevas formas de florecer donde estás plantado.

Cada día es un equilibrio entre honrar el pasado y construir el futuro. Y aunque el camino no siempre es fácil, cada paso, cada desafío superado, cada pequeña victoria (incluso en forma de un par de zapatos nuevos), me hace creer en el movimiento hacia adelante

Entre la Libertad y la Fidelidad: Las Encrucijadas de mi Vida Adulta

Pero la vida, con su implacable sentido del timing, decidió que era momento de una lección de humildad. La enfermedad de papá llegó como un huracán, arrasando con nuestros planes y esperanzas. Le robó la voz, arrancándole la laringe, y a mí me cortó las alas justo cuando empezaba a estirarlas. Me vi atrapado en una encrucijada cruel: mi libertad o mi lealtad. Elegí la familia, como tantos antes que yo, pero el sabor amargo de los sueños postergados persistía.

Por un lado, tenía la oportunidad de participar en un programa de intercambio en el extranjero. Era mi boleto dorado, la oportunidad de experimentar el mundo más allá de Cuba, de sumergirme en nuevas culturas y, quizás, forjar un futuro diferente. Sin embargo, aceptar significaba dejar a mi padre cuando más me necesitaba. La libertad que tanto anhelaba estaba al alcance de mi mano, pero el precio parecía demasiado alto.

Por otro lado, quedarme significaba posponer indefinidamente mis sueños. Implicaba asumir el papel de cuidador principal, navegar el complejo sistema de salud cubano, y convertirme en la voz de mi padre cuando él ya no podía hablar por sí mismo

La Decisión

Decidí quedarme. Fue una decisión que me pesó durante mucho tiempo. Veía a mis amigos partir, perseguir sus sueños, mientras yo me quedaba atrás, atado por lazos invisibles .

Redefiniendo la Libertad.

Sin embargo, con el tiempo, esta decisión me enseñó a redefinir lo que significaba la libertad para mí. Descubrí que la libertad no siempre está en la capacidad de ir a donde queramos, sino en la fuerza para elegir lo que creemos correcto, incluso cuando es difícil.

Esta decisión me llevó por caminos inesperados. Me obligó a ser creativo, a buscar oportunidades donde parecía no haberlas. Fue lo que me impulsó a aprender sobre diseño web, a conectar con personas que nunca hubiera conocido de otra manera, y a descubrir fortalezas que no sabía que tenía.

Estas decisiones difíciles entre libertad y fidelidad no fueron momentos aislados, sino un proceso continuo de crecimiento y autodescubrimiento. Aunque a veces me pregunto "qué hubiera pasado si...", sé que estas experiencias me han moldeado en la persona que soy hoy, con una comprensión más profunda de lo que realmente importa en la vida. Mirando atrás, veo un camino lleno de obstáculos, pero también de pequeñas victorias. Cada desafío superado, cada habilidad adquirida, cada momento de duda vencido, ha sido un ladrillo en la construcción de quien soy hoy. La vida adulta no ha sido lo que esperaba cuando era niño, pero ¿cuándo lo es? Ha sido, en cambio, una lección continua en adaptabilidad, resiliencia y, sobre todo, en encontrar la belleza y el valor en lo que tenemos, no en lo que nos falta.

La vida adulta no ha sido un camino fácil, y más que disfrutar de pequeños placeres, me encuentro resistiendo en mi pequeña zona de confort. Cada día es una batalla por encontrar mi lugar en el mundo, pero sigo avanzando, enfrentando los desafíos con determinación, y si, también con miedos



ZONA DE CONFORT (I)

 

La vida en una zona de confort puede parecer una burbuja de estabilidad, pero las interpretaciones pueden variar drásticamente dependiendo de si uno vive en un país rico o en uno pobre. Mientras que en el primer caso, la zona de confort puede parecer una prisión dorada construida por el confort económico y social, en el segundo, puede parecer un refugio frágil en medio de una tormenta implacable.



 En los países pobres, la zona de confort es a menudo una construcción precaria, sostenida por un equilibrio frágil entre la supervivencia y la estabilidad. La lucha diaria contra la adversidad, desde la inseguridad económica hasta los conflictos sociales, convierte cualquier logro, por pequeño que sea, en una victoria monumental. La falta de recursos y la constante batalla por la supervivencia crean un entorno donde el cambio puede ser una amenaza más que una oportunidad. La zona de confort en estas regiones está marcada por la necesidad de adaptarse a condiciones adversas, donde los esfuerzos por salir de la rutina pueden ser peligrosos o incluso imposibles sin riesgos significativos. En este contexto, el miedo al cambio no es solo una cuestión de desinterés, sino una estrategia de supervivencia.



Las críticas que llegan desde el mundo rico hacia los habitantes de países en desarrollo, a menudo, parecen ignorar la feroz batalla que se libra día a día por la mera existencia. La inmovilidad en estos contextos no es un signo de pereza o falta de ambición, sino una respuesta a un entorno donde el riesgo de desafiar el statu quo puede ser desastroso. Enfrentarse a una realidad dura no siempre deja espacio para el lujo de la autoexploración o el emprendimiento audaz; cada paso en falso puede tener consecuencias graves.

El contraste entre estas realidades muestra que la zona de confort no es un fenómeno uniforme. Mientras que en los países ricos, la comodidad puede llevar a una complacencia peligrosa, en los países en desarrollo, la comodidad puede ser un logro extraordinario en sí mismo. La inmovilidad no siempre es una elección; a menudo es una estrategia de adaptación en un entorno donde la supervivencia misma ya exige una lucha constante.



En el corazón de La Habana, alguien sonríe mientras muestra con orgullo su nueva nevera. Para muchos en el mundo desarrollado, esto podría parecer un acontecimiento trivial. Sin embargo, para esa persona, representa el culminar de años de ahorro y sacrificio.

Este es solo un ejemplo de lo que significa la "zona de confort" para millones de personas en el mundo en desarrollo. Un concepto que, visto desde afuera, a menudo se malinterpreta como conformismo o falta de ambición.



Redefiniendo el éxito

En países como Cuba, cada pequeño paso adelante es una victoria contra adversidades que muchos en el primer mundo ni siquiera pueden imaginar. Lo que para algunos es rutina, para nosotros puede ser el resultado de una lucha de años".

Esta perspectiva desafía la noción occidental de "salir de la zona de confort". Para muchos en el tercer mundo, alcanzar cierto nivel de estabilidad y seguridad es en sí mismo un logro extraordinario.

Es crucial reconocer que el progreso y el éxito tienen diferentes significados en diferentes contextos. Para muchos en el tercer mundo, mantener un techo sobre sus cabezas, proporcionar educación básica a sus hijos o tener acceso a atención médica son logros monumentales.

No se trata de conformismo. Se trata de resiliencia, de la capacidad de encontrar dignidad y satisfacción en circunstancias que muchos considerarían insoportables.

La próxima vez que se hable de "salir de la zona de confort", vale la pena reflexionar: para millones de personas en el mundo, llegar a esa zona es ya un viaje heroico.


Humberto. Maestro y guia local en la Habana.

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