Reconstruir el deseo: una estrategia basada en la creación de un sueño
Partamos de una premisa incómoda pero necesaria: si Cuba decide relanzar su turismo en serio, no puede apoyarse únicamente en la nostalgia ni en lo que “siempre funcionó”. Las condiciones internas y externas obligan a asumir que, en muchos aspectos, se comienza casi desde cero. Eso no es solo una desventaja; también es una oportunidad rara: la posibilidad de rediseñar el relato, el ritmo y la experiencia sin el peso de inercias agotadas.
El objetivo central no debe ser “traer turistas”, sino reconstruir el deseo de ir a Cuba. Y el deseo, como vimos, se construye como un sueño coherente.
1. Definir el sueño: ¿qué Cuba se quiere contar?
Suposición a cuestionar: “Cuba se vende sola”.
Eso fue parcialmente cierto en otro contexto histórico. Hoy no lo es.
El primer paso no es logístico, es conceptual. Cuba necesita decidir qué historia quiere que el visitante imagine antes de llegar. No una caricatura congelada en los años 50, ni un discurso épico-político, sino una narrativa más compleja y honesta:
- Cuba como isla cultural viva, no museo.
- Cuba como lugar de pensamiento, arte y conversación, no solo ocio pasivo.
- Cuba como experiencia humana intensa, con contradicciones explicadas, no ocultadas.
Ese sueño debe ser claro, repetible y reconocible en cada punto del viaje.
2. Microdiseño del entorno: empezar por lo pequeño
Lección mediterránea aplicada: el detalle crea credibilidad.
Antes de grandes inversiones, hay que intervenir quirúrgicamente espacios clave:
- Zonas piloto en La Habana, Trinidad, Santiago, Cienfuegos: pocas calles, bien escogidas.
- Fachadas con paletas de color coherentes (no “arreglar todo”, sino armonizar).
- Iluminación nocturna cálida y narrativa: plazas, fachadas históricas, calles caminables.
- Control visual: cables, carteles improvisados, ruido innecesario.
No se trata de lujo, sino de orden simbólico. Un visitante tolera carencias materiales; no tolera abandono visual.
3. Cultura como eje, no como adorno
Suposición errónea frecuente: la cultura es “extra” para el turista.
En realidad, es el producto principal.
Música
- No música genérica “para turistas”, sino curaduría musical por zonas y horarios.
- Espacios pequeños, íntimos, bien sonorizados.
- Relación clara entre música y contexto histórico del lugar.
Artes visuales
- Talleres abiertos, galerías vivas, artistas trabajando frente al público.
- Rutas del arte contemporáneo y del arte popular explicadas, no improvisadas.
Literatura y pensamiento
- Lecturas, tertulias, cafés culturales.
- Cuba no solo como ritmo, sino como isla que piensa.
4. Historia narrada con inteligencia
Riesgo a evitar: propaganda o silencio.
La historia cubana es uno de los activos más potentes… si se cuenta bien.
- Guías formados en historia crítica, no en consignas ni folclor.
- Rutas temáticas: colonial, republicana, revolucionaria, contemporánea.
- Espacios para preguntas incómodas. El visitante culto valora la honestidad más que la perfección.
La historia no debe imponer una conclusión, sino invitar a comprender procesos.
5. El factor humano: el verdadero lujo
Aquí no hay atajos.
- Selección cuidadosa de personal turístico: actitud, curiosidad, lenguaje, criterio.
- Formación en psicología del visitante, narrativa, manejo del conflicto.
- El guía, el camarero, el recepcionista deben sentirse anfitriones, no empleados subordinados.
Un turista olvida una habitación; no olvida una conversación inteligente.
6. Industrias locales integradas al relato
El turismo no puede verse como un enclave separado.
- Gastronomía con relato: origen de los platos, adaptaciones, historia.
- Agricultura local conectada a restaurantes y experiencias.
- Artesanía con autor identificado, no souvenirs anónimos.
Esto crea dos efectos simultáneos:
- Valor económico real.
- Sensación de autenticidad, que hoy es escasa y valiosa.
7. Segmentación clara: no todo el mundo es el público
Error clásico: querer atraer a “todos”.
Cuba debería priorizar:
- Viajeros culturales.
- Personas con interés en historia, arte, procesos sociales.
- Turismo intelectual, creativo, de conversación.
- Públicos de Canadá, Europa y América Latina con sensibilidad cultural.
Menos volumen, más densidad experiencial.
8. Comunicación: menos promesa, más atmósfera
La campaña internacional no debe gritar “ven”, sino sugerir.
- Imágenes lentas, silencios, detalles.
- Historias pequeñas: una calle, una charla, una canción.
- Menos eslóganes, más sensación.
El sueño no se impone; se insinúa.
9. Coherencia política mínima (sin idealismos)
Aquí conviene ser brutalmente honesto:
ningún sueño turístico sobrevive si el visitante percibe arbitrariedad, maltrato o desorden extremo.
No se necesita perfección, pero sí:
- Reglas claras.
- Trato digno.
- Sensación básica de seguridad y respeto.
El turismo no ignora la realidad política; la lee.
Cierre: de destino a experiencia significativa
Reanimar el turismo en Cuba no es reconstruir hoteles; es reconstruir sentido.
Es aceptar que el mundo cambió, que el visitante cambió, y que el valor ya no está en lo exótico barato, sino en lo auténtico bien pensado.
Si Cuba logra articular cultura, historia, arte, detalle urbano y calidad humana en un relato coherente, el sueño puede volver a existir. No como repetición del pasado, sino como algo más raro y más valioso: una experiencia que deja huella intelectual y emocional.
Y cuando eso ocurre, el turismo deja de ser solamente salvavidas económico y se convierte en lo que siempre debió ser: una forma de diálogo profundo entre un país y el mundo.
Humberto. Tours en la Habana. Historia, Arte, Sociedad. WhatsApp+5352646921



